Chessil Dohvehnain
(Agencia Informativa Conacyt).- Originario de La Paz, Baja California, donde residió por 40 años, Salvador Lluch Cota es biólogo marino de formación y doctor en uso, manejo y conservación de recursos naturales por el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Otrora director de la Coordinación Sectorial de la Dirección Adjunta de Centros de Investigación, hoy día se desempeña como director interino del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt), con la tarea de fortalecer dicho centro de investigación.
Proveniente de una familia de científicos especializados en la biología, Lluch Cota siempre tuvo claro desde la adolescencia que la vocación por el estudio de la vida sería el rumbo que tomaría. Licenciado a finales de la década de 1980, el científico miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) sostiene que su pasión de profesión ha pasado por muchos cambios en las últimas décadas junto con el resto de las ciencias, al igual que el país. Lo cual le ha permitido adquirir una perspectiva histórica bastante ilustrativa del devenir de la ciencia en México.
“He visto un cambio enorme y muy interesante hacia la especialización. Hoy día, ya hay carreras exclusivamente sobre biotecnología o ciencias ambientales, enfocadas en temas más acotados y con mayor profundidad. Los estudiantes salen con un nivel de preparación excelente. En mi caso, cuando salí de la carrera, uno apenas comenzaba a imaginar qué dentro de la biología uno quería hacer, puesto que es un campo de conocimiento muy amplio. Las cosas han cambiado ya. Ahora veo cómo trabajan las nuevas generaciones de jóvenes y traen una capacidad enorme de interactuar con otras disciplinas, y que no tienen las dificultades que teníamos nosotros”.
A Salvador Lluch Cota, lo que siempre le ha gustado de la ciencia ha sido tocar los límites entre disciplinas. Algo que en su juventud no era una práctica tan común. Para él, la situación actual de la nación y del mundo son las razones principales que han permitido esta demanda de profesionalización en la ciencia.
De la academia a la administración (o de cómo lo sacaron del laboratorio)
“Soy investigador. Estoy de licencia pero trabajo en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, que es un centro público de investigación del Conacyt en La Paz, y estoy en el área de Ecología Pesquera. Llamaron al entonces director de aquel centro, el doctor Sergio Hernández Vázquez, para que él asumiera la Dirección Adjunta de Centros de Investigación. Luego el director Hernández compartió esa fortuna y me sacó de mi laboratorio para irnos a Conacyt”, comentó bromeando.
Fue así que Lluch Cota, quien venía trabajando desde hacía 25 años con el doctor Hernández, se sumó a un proyecto de renovación institucional para la ciencia, en el cual está a punto de cumplir cuatro años inmerso.
Y es que la Dirección Adjunta de Centros de Investigación trata de lograr la coordinación sectorial de los centros de investigación que tiene Conacyt en todo el país. Su función formal es la promoción de su buen funcionamiento, coordinar las cuestiones administrativas, normativas y presupuestales, además de facilitar las funciones pero sobre todo la integración, o transformación y reconocimiento de los centros como una verdadera fuerza pública de investigación científica y tecnológica como conjunto para beneficio de la nación.
“Entonces han nacido cosas como los Consorcios de Centros de Investigación, que aquí en San Luis hay dos, como MTH y CIIDZA, los cuales están integrados por varios centros de investigación con la finalidad de crear infraestructura y nuevas capacidades. Estas estrategias de invertir en infraestructura compartida han permitido aumentar las capacidades de respuesta a las regiones y sectores económicos del país, incluso en tiempos de crisis”.
Para el doctor, la reorganización en coordinaciones de los centros también ha sido una buena iniciativa, además del fortalecimiento de la comunicación y de la infraestructura compartida, que ha buscado agrupar a los centros públicos de investigación en una lógica de toma de decisiones corporativa, en el sentido de que estas resulten más eficientes.
“Uno como científico está enfocado en su investigación. Se impone uno mismo compromisos, tareas y alcances, y quien se exige es uno mismo. Hacer administración pública de la ciencia es pasar de ese mundo de cierta tranquilidad y confort, para dar un brinco importante. La verdad es que al final sigue siendo el sector ciencia y uno viene promoviendo actividades como las que uno hacía en investigación, pero es ver esto desde otra perspectiva. La parte desventajosa ha sido reducir el ritmo de la carrera académica, pero la parte positiva es que gana uno en visión de las cosas de manera fabulosa”.
Mientras era solamente investigador de laboratorio, el doctor Lluch Cota reconoce entre bromas que solo conocía otros dos centros públicos de investigación, aparte de aquel en que trabajaba. Hasta ahí llegaba su universo, comentó, pero el pasar de las ciencias marinas a estar tratando con antropólogos, físicos, matemáticos, ingenieros, etcétera, le propició un cambio de perspectiva interesante que le complació ese gusto de moverse entre las fronteras disciplinares.
Hacia una sociedad de conocimiento posible
“A veces me frustraba de ver lo que existe en otros países en mi campo chiquito de conocimiento, y tenía una idea equivocada de lo que son los alcances del país. La verdad es que no solo el sistema de centros públicos de investigación sino otros más, tienen una impresionante capacidad en equipamiento, en la capacitación de personal y de formación de recursos; una capacidad que no nada más es discurso sino que es real e interesante, y no solo en términos de inventiva. Claro que tenemos una gran infraestructura científica y tecnológica, así como personal capacitado. Por ello es que yo sí veo la posibilidad de que México transite a lo que ha sido eslogan de la administración actual: una sociedad de conocimiento”.
Y es que a causa del actual clima político nacional, se ha hecho evidente que aún falta mucho por hacer para que la población mexicana sea consciente del valor del desarrollo de la ciencia y la tecnología. Una situación que se debe a la manera en que se han estructurado los programas de investigación en ciencia. Una situación cuya responsabilidad recae tanto en las y los científicos del país como en los esfuerzos de los medios masivos de comunicación.
“No hemos logrado transmitir el valor de la ciencia, porque no hemos podido transmitir el valor público de la ciencia con la intensidad que quisiéramos. Las universidades y los centros públicos tienen que cumplir esa función también, y sí lo hacemos. Pero a veces no lo hacemos de manera suficientemente ordenada como para que los resultados sean más claros. Pero eso está cambiando. El panorama actual me indica que en el futuro cercano se le va a dar mayor peso al valor público de la ciencia, cosa que es importante porque tendremos que reimaginar cómo reportamos nuestro trabajo para evidenciar el valor de la producción de conocimiento en el país”.
En este sentido, el periodismo científico, al igual que la política científica en México, es muy joven aún, por lo que para el doctor Lluch Cota falta mucho crecimiento, paciencia y una divulgación que se extienda más a la población en general, con el objetivo de dar un salto para generar resultados que evidencien la importancia de la ciencia para los pueblos. Para él, es necesario impulsar un proceso de alfabetización científica que conlleve la comunicación efectiva del conocimiento, para que al final México trascienda a una apropiación de la ciencia por parte de la población en general.
“Nos encontraríamos en la primera etapa de alfabetización, tanto de la sociedad como de los científicos en términos de cómo generar conocimiento para la sociedad. Pero ahí va. Son procesos largos que implican generaciones”.
Las políticas científicas que vendrán
Para el director, la vinculación de la ciencia no solo debe ocurrir a nivel interno, sino también con el sector productivo y público, pero sobre todo con este último que es donde la ciencia cobra su mejor valor. Para el doctor en manejo de recursos naturales, la ciencia no ha apoyado lo suficiente la esfera pública en términos de la toma informada de decisiones, cosa que también, y a su juicio, debería cambiar.
“El sector académico debiera ser el brazo técnico para cualquier decisión sobre política pública, sobre manejo de recursos naturales, sobre planeación y crecimiento, que debería estar basado en consideraciones técnicas que la ciencia puede proveer. Particularmente recursos naturales, que lo tengo muy claro porque es mi área, y es indispensable conocer los aspectos básicos de los elementos que queremos manejar. Y eso solo lo puede ofrecer la ciencia”.
Para Lluch Cota, el gobierno no espera que los centros de investigación se vuelvan centros de negocios, sino que se conviertan en centros de valor público, por lo que su riqueza es en términos de conocimiento y formación de capital humano, así como en aportaciones para el beneficio de la sociedad, a través del sector social, público y económico en cierta medida pero no en su totalidad.
“Esa es la función de los centros de investigación, igual que de las universidades. Lo que sí es importante o quiero leer yo en el documento del plan de trabajo de la próxima administración de Conacyt, es que hay que resaltar parte de ese valor público de la ciencia, hay que reorganizarlo para que se evidente, más útil y para que llegue más rápido a quien necesite tomar las decisiones”.
Centros de Investigación y el valor público de la ciencia
“Hay una gran diversidad en los centros de investigación, y no podemos medir el éxito en todos los centros de la misma forma, igual que dentro de los centros no debemos medir el éxito de investigadores de la misma forma. Hay académicos que son buenísimos para vincularse con el sector empresarial, otros buenísimos para dar clases y otros para publicar. Lo importante es integrar el centro y ver los números, los productos y el impacto a nivel de centro y no de individuo, y yo estoy contaminado porque pienso a nivel de sistema. Hay centros muy buenos para estar con el sector productivo, otros buenos que atienden a comunidades rurales que no generan un peso de recursos propios, pero que están generando un montón de valor público”.
Para el investigador, esta perspectiva integral de sistema permite una apreciación mucho mejor del impacto real que los centros públicos de investigación del Conacyt implican para nuestra sociedad. Y es que cada centro tiene cierta especialización. Uno de estos es el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica que es uno de los pocos institutos nacionales con una variedad de especializaciones amplia en las cuales hace aportes innovadores de gran valor científico, tecnológico.
“Aun así, no creo que podamos tasar igual al Ipicyt y definir ‘esto es lo que espero para que sea exitoso’, con números fríos. Al final es que sabemos que un centro es exitoso cuando tenemos casos de éxito y un impacto social demostrable que puede ser a través de la generación de riqueza económica, o a través de la atención al sector social/público, o la generación de conocimiento universal. Entonces tenemos forma de evaluar los centros de forma óptima, pero algunos indicadores que permiten comparaciones son el tipo de revistas, la calidad de posgrados, la generación de recursos, capacidad administrativa, transparencia, etcétera. Eso sí se puede comparar, pero decir que un centro es exitoso requiere una reflexión más profunda e integral”.
De acuerdo con Lluch Cota, todas las instituciones tienen que estarse repensando y adaptando a los cambios del mundo, a nivel local, nacional e internacional. Estos llamados ejercicios de planeación estratégica que los institutos hacen, tienen que hacerse, por ejemplo, por parte del Ipicyt para analizar lo que ha venido haciendo bien y mal para replantear su organización y las prioridades de investigación.
“No espero golpes de timón mayores, porque no es un centro que académicamente esté mal enfocado. Creo que es uno que tiene impacto regional, pero que debe tenerlo más. Claramente hay espacio para eso. Tiene presencia nacional, pero eso se puede incrementar. Hay una calidad importante de investigadores, pero no hay por qué autolimitarse, y si podemos avanzar ahí, sería estupendo. Creo que no solo Ipicyt, sino otras instituciones, tienen que empezar a medirse hacia fuera, ya estamos en condiciones y en ese nivel de calidad. No digo que vamos a ser el MIT de hoy a mañana, pero sí podemos empezar a medirnos para evitar autocomplacencias. Es una tarea que le queda al Ipicyt para los años próximos”.
Y es que los retos deben superarse, pero es un proceso en curso, según el investigador, ya que en su experiencia la adaptación al cambio es la clave para que la investigación científica adquiera el impacto social, tecnológico y económico que, sin lugar a dudas, el país y sus regiones ya pueden comenzar a alcanzar.