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#Video “Momias. Ilusiones de vida eterna”, en el Museo de El Carmen

(INAH) Arqueología e historia describen por primera vez en forma interdisciplinar, los significados que diversas culturas han dado a la muerte y a la preservación de los cuerpos, a la vez que la antropología física da a conocerla información que se puede obtener de los restos humanos momificados y enseña cuál es su importancia y el cuidado para su preservación como parte integral del patrimonio cultural material de nuestro país. Todo esto en la exhibición Momias. Ilusiones de vida eterna.

Concebido y diseñado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el montaje museográfico se presenta con la idea de compartir con el gran público la riqueza científica y cultural de este patrimonio. La muestra puede ser visitada desde hoy y hasta mayo de 2019, en el Museo de El Carmen, en San Ángel.

La ceremonia inaugural se llevó a cabo con la presencia de José Enrique Ortiz Lanz, coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH; y de Alfredo Marín, director del Museo de El Carmen. Ortiz Lanz dio al público el saludo de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y del director general del INAH, Diego Prieto Hernández, de quien transmitió unas palabras:

“A diferencia de otras momias, como las egipcias, en las que el proceso de conservación ha requerido de la intervención del hombre, las encontradas en México son por lo general producto de fenómenos naturales. Los cuerpos preservados como resultado de complejos procesos ambientales, se convierten en testimonios materiales de personas y culturas, brindan información científica y transmiten valores culturales.

“Esta muestra es producto del trabajo colegiado entre la arqueología y la historia para mostrar los distintos significados que el México prehispánico y el virreinal han dado a la muerte y a la preservación de los cuerpos, a modo de preámbulo para mostrar la labor de la antropología física, el estudio y la conservación de los cuerpos momificados que, preservados en el impredecible reloj de la vida, son testimonio de la muerte, a la que vez son memoria de otras vidas. Cuerpos que han ejercido gran fascinación en la civilización occidental, al grado de generar fantasías en torno a ellas”.

Después de casi 87 años de la apertura como museo, en el edificio construido entre 1615 y 1617, se organiza una exhibición de los cuerpos momificados para exponer de manera seria y profesional el argumento de la muerte, tratado por especialistas, señaló Alfredo Marín, al recordar que El Museo de El Carmen conserva una colección de 12 cuerpos momificados de finales del siglo XIX y principios del XX, única en la Ciudad de México.

El recorrido

El recorrido museográfico se concibió en dos grandes secciones que a través de cinco núcleos temáticos tejen sutilmente los hilos de la biología y la cultura; la materia y lo incorpóreo: inicia con la escultura de Mictlantecuhtli, el señor de la muerte entre los mexicas, prestada por el Museo del Templo Mayor, enfrente se colocó un gran Vanitas(género plástico del barroco que representa la vacuidad frente a la muerte) del pintor Tomás Mondragón.

La primera sección es introductoria, fue curada por Patricia Ledesma, directora del Museo y Zona Arqueológica del Templo Mayor, y la investigadora emérita del INAH, Consuelo Maquívar, especialista en el virreinato. En un primer momento, el montaje conduce por algunas ideas sobre el valor de los cuerpos en el México antiguo y varias de las formas de su tratamiento mortuorio; destaca el arquetipo de la prolongación de la vida en otros espacios, a través de un viaje para el cual es necesaria una ofrenda que proporcione al difunto los elementos para sostener una vida semejante a la que llevaba.

Entre las piezas que exhibe este módulo destaca una máscara cráneo, procedente del Museo del Templo Mayor; cráneos de tzompantli elaborados en piedra y diversas piezas de cerámica recuperadas por la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, así como dos entierros que ilustran el acomodo del cuerpo en la cosmogonía prehispánica y la fe cristiana.

En un segundo momento, el recorrido vira hacia el arribo de la religión católica a la Nueva España y abre con un Cristo crucificado: destaca la idea del Juicio Final que juzgará a vivos y muertos y la importancia de asegurar una buena muerte; aquí se exhibe una importante colección de obras plásticas virreinales que hacen alusión a la muerte, el infierno y el paraíso; destacan dos libros editados para difundir las prácticas de un buen cristiano: Preparación para la muerte y La dulce y Santa Muerte.

Asimismo, el montaje hace referencia a la preocupación sobre la muerte tan presente en la Nueva España debido a las epidemias, condiciones insalubres de la población y actividades como la minería, entre otras, al grado que se apoderó del pensamiento barroco. El visitante apreciará objetos procedentes de acervos de los museos de Arte Religioso de Santa Mónica, Nacional del Virreinato, El Carmen y la Pinacoteca de la Profesa, entre otros.

Entre las piezas principales se aprecia un políptico de la muerte, único, del siglo XVIII y uno de los dos únicos túmulos funerarios que existen en el país, ya que se trató de arquitectura efímera que sólo se utilizaba en las ceremonias fúnebres de personajes, en este caso dedicado a José de la Borda.

Momias

La segunda sección de la muestra ofrece un recorrido de la mano de la antropología física: aquí se muestran 17 cuerpos momificados de modo natural, procedentes de Chihuahua, Zacatecas y una de las más antiguas del país hallada en la Sierra Gorda de Querétaro; también hay ejemplares de taxidermia, disecados, dos cabezas reducidas. Los curadores son el antropólogo físico Concepción Jiménez y la etnohistoriadora Gabriela Salas.

Esta sección parte con la introducción sobre lo que es la momificación. El recorrido continúa con cuerpos momificados de la época prehispánica, seguido de los correspondientes a la época virreinal, donde se observan las diferencias de cómo estos grupos sociales enterraban a sus muertos.

Las momias de México

Un cuerpo momificado es aquel que sufre una deshidratación, lo que da pie a su conservación, en algunos casos se pueden encontrar algunos órganos como los intestinos, corazón, pulmones, explica Concepción Jiménez.

Una momia conserva piel y tejidos, lo que permite realizar una serie de investigaciones para conocer enfermedades, alimentación, parentesco a través de los análisis genéticos, explica el antropólogo. Es decir que las momias son un cofre de tesoros para la ciencia, por eso hoy, los estudios interdisciplinarios en momias han dado resultados sobre un conocimiento integral de un cuerpo momificado.

Pero en las momias también se conservan aspectos culturales: vestuario, forma en que eran enterrados los individuos, ofrendas, entre otros elementos, que dan información valiosa de las sociedades de la época en que vivieron esas personas, comenta la entohistoriadora Gabriela Salas.

México es rico en este tipo de patrimonio: se han descubierto momias de diferentes épocas en casi todos los estados del país. En la región del norte, centro y sur. También las hay del siglo XIX. Todos los ejemplares mexicanos se momificaron por razones naturales ya que hasta el momento no se ha comprobado que se practicara alguna técnica de momificación entre las culturas prehispánicas, ni en el virreinato, dice Jiménez.

Esta segunda sección da inicio con un mapa de México que ubica geográficamente los sitios donde se han hallado cuerpos momificados, para dar pie a la exhibición de la colección de cuerpos momificados de niños y adultos, acompañados de los objetos con que fueron sepultados, así como la momia de un cánido procedente de la Cueva de la Candelaria, Coahuila.

La colección prehispánica consta de cinco cuerpos de antiguos rarámuris descubiertos en la Cueva del Gigante, en la Sierra Tarahumara, dentro del municipio de Guerrero, en Chihuahua, en lo que se cree fue un cementerio. Fue recuperada por medio de un salvamento arqueológico entre 2010 y 2011 por el arqueólogo Enrique Chacón Soria, investigador del Centro INAH en esa entidad.

La exhibición muestra a los cuerpos acompañados de los objetos que conforman sus ofrendas. Se encontraron envueltos en petates, amarrados con cordones elaborados con materiales de la región; algunos tienen cabello humano, otros tienen piel de algún tipo de animal, el conjunto revela una forma específica de enterramiento entre los tarahumaras.

La Momia Pepita, de dos mil 300 años, es considerada una de las más antiguas y mejor conservadas del país. Fue recuperada en la Sierra Gorda de Querétaro por la arqueóloga Elizabeth Mejía, del Centro INAH en ese estado.

De la colección de Santo Domingo se exhiben ocho cuerpos de personas que vivieron y murieron en la ciudad de Zacatecas durante el virreinato, la mayoría corresponden a infantes, posiblemente fallecidos a causa de las epidemias que azotaban a la población de la Nueva España. Los cuerpos fueron recuperados por el arqueólogo Francisco Montoya Mar y la antropóloga Angélica Medrano, del INAH, en 2009, durante los trabajos de restauración estructural del templo.

Todas las momias de Zacatecas han conservado su indumentaria, elaborada en seda, con encajes y terciopelo, alguna con finos bordados sobre telas de algodón; así como objetos que las acompañaban. Destaca el niño Luis Rivero, que se encontró con un ramo de flores y los versos con los que su familia lo despidió. Esta colección se complementa con dos ataúdes coloniales y un par de relicarios: el de san Bonifacio (Museo Nacional del Virreinato) y otro del Museo de El Carmen.

Las colecciones recibieron un tratamiento de conservación que inició en 2012: se estabilizaron los cuerpos, se les hizo limpieza, se restauraron y proporcionaron guardas especiales con elementos que ayudan a recuperar y conservar la postura anatómica sin alteraciones que pongan en riesgo su estructura. Asimismo, se les aplicaron tomografías en colaboración con la UNAM y el Hospital Siglo XXI del IMSS. Los cuerpos se exhiben en vitrinas que mantienen la temperatura adecuada para su conservación.

El tercer núcleo presenta una amplia colección de taxidermia, restos disecados de insectos, mariposas y vegetales, dos cabezas reducidas y un mono. El cuarto núcleo presenta cómo el INAH lleva a cabo la conservación de los cuerpos momificados y la investigación que conlleva esta tarea.

 

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