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OpiniónPORTADA

Mesa Revuelta/2018-19

 

Javier Padrón

 

En cualquier recuento anual sin duda el personaje del año en México debe ser Andrés Manuel López Obrador, un político nacionalista, de izquierda y pasado priista, venido de la periferia, que tras tres intentos logró convertirse en presidente al vencer a las élites neoliberales que dejaron al país hecho un “desastre”.

Si algunas de sus medidas se ven como un verdadero disparate, otras se consideran acertadas.

No han faltado los que rápido se han decepcionado porque la gasolina no bajó o los militares seguirán fuera de sus cuarteles; pero mantiene su nivel de su popularidad, y como todo líder carismático, polariza.

La austeridad estilo juarista que es su estilo de vida adoptado como un acto de fe y trata de imponer con tropiezos a las élites burocráticas; el énfasis en la política social para los desheredados y la carta de impunidad que extendió a los poderosos —a los que tantos años combatió con denuedo como la “mafia del poder”— para no quebrantar el orden que requiere para cumplir sus objetivos, encontró en la cima del poder el perdón cristiano como la fórmula para una reconciliación.

Aunque los de abajo, ante la falta de seguridad y de justicia, con mayor frecuencia como masa enardecida aplican la Ley del Talión en cualquier rincón del país.

El arranque del sexenio de la Cuarta Transformación ha sido de claroscuros, mientras la economía nacional no se caiga o se sostenga en alfileres con un dólar galopante, AMLO tendrá gobernabilidad y consenso; sí está sometido a un intenso fuego mediático, la crítica es necesaria y saludable para contener los desvíos del poder, la de los sectores más conservadores y aún de la izquierda renegada, como las corrientes de los “chuchos” y “galileos” del agónico PRD que le vendieron su alma a Peña Nieto por unas monedas de plata, o la del neozapatismo salinizado que anuncia su regreso para enfrentar al “nuevo capataz” del neoliberalismo encarnado en AMLO.

La censura y los abusos del poder se supone que no tienen cabida en el gobierno de Morena, a la prensa y la oposición corresponde demostrarlo todos los días.

En la entidad potosina no hay señales alentadoras de que Morena vaya a cambiar las cosas, los delegados no dan buena espina, unos por ingenuos y otros por perversos; los diputados locales siguen los pasos de la “ecuación corrupta”, los altos sueldos y los privilegios de la curul vencieron su discurso de superioridad moral.

Los que se mantienen bajo reserva, ariscos, son los líderes del sector privado, estarían más cómodos y tranquilos con Meade o Anaya en Los Pinos ya convertido en una “casa del pueblo”, AMLO les genera resquemores.

Échele un ojo a las redes sociales de Alejando Pérez, Jaime Chalita y otros presidentes de las cámaras empresariales para darse cuenta de su pesimismo.

El gobernador Carreras se alineó con AMLO, quien lo cubrió de elogios el pasado 5 de octubre afuera de Palacio de Gobierno: “El ciudadano gobernador tiene mucha capacidad de convocatoria y tiene el don de la conciliación, nos ha tratado con mucho respeto y es recíproco”.

La relación es cordial y rentable para ambos, está en curso un acuerdo para la sucesión 2021 con un candidato del PRIMOR que garantice el triunfo frente a una coalición derechista encabezada por el PAN con un candidato “fifí”, es el escenario dibujado ya por los que se dedican a la clarividencia política.

Les deseamos un feliz 2019.

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