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Cultura

Un día triste para el rock and roll

“El día que la música murió”

En su forma más pura, el rock and roll tiene tres acordes que van acompañados por un ritmo continuo y particular, así como una melodía pegadiza, inspirado todo por el blues, el R&B, el country, el gospel, el pop tradicional, el folk irlandés, el jazz y el swing, es decir, por una mezcla de los ritmos de la música africana con las melodías de los géneros populares en Europa.

Fueron diversos las y los músicos que comenzaron a componer con estos elementos que poco a poco iban estructurando sus propias reglas y características, a la vez que los combinaban con estilos propios de ciertas localidades para generar subdivisiones como el sky, el zydeco y el rockabilly.

Para cuando Elvis Presley grabó la canción considerada por la revista Rolling Stone como la primera en la historia del rock and roll, “That’s Alright Mama”, en 1954, Jerry Lewis y Dean Martin ya le habían dado espacio a The Treniers en su programa de televisión The Colgate Comedy Hour, Fats Domino había presentado “Fat Man” y Jackie Brenston, junto con Ike Turner, hacían sonar “Rocket 88”.

Sin embargo, el impacto más grande a nivel masivo lo generó, efectivamente, Elvis, quien integró al nuevo sonido su enorme atractivo físico, provocadores movimientos pélvicos y una voz profunda, llegando a impactar en los millones de oídos que lo escuchaban por la radio (en sus memorias, Keith Richards, guitarrista de The Rolling Stones, cuenta que la primera vez que lo oyó, su vida cambió definitivamente).

Era, además, el primer cantante caucásico que interpretaba estilos netamente afroamericanos. A la par del Rey, músicos como Bill Haley, Chuck Berry, Little Richards, Gene Vincent, Roy Orbison, Bo Diddley, Eddie Cochran y Vince Taylor, comenzaron a grabar sus discos. Entre ellos se encontraban tres personajes que unirían su destino musical organizando una gira compartida y se acompañarían también en el momento de su muerte: Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper.

“That’ll Be the Day” Charles Hardin Holley era un chico flaco y larguirucho de cabello rizado, perteneciente a una familia de constructores que escuchaban blues, folk y country con frecuencia.

En ese entorno, desde los 17 años se sumergió en el mundo de un género naciente en donde encontró espacio para expresarse a través de composiciones que buscaban hacer bailar a la gente pero también demostrar que se podía ser creativo con esos ritmos que parecían enloquecer a quienes los escuchaban. Desde niño aprendió a tocar el violín, el banjo, la mandolina, el piano y la guitarra, además de explorar el canto. Esto le facilitó integrarse a las agrupaciones de amigos de la secundaria que deseaban recorrer el camino del rock and roll.

Junto a ellos, lo mismo tocó en misas que en fiestas y transmisiones en vivo para la televisión, sistema que impactaba con sus posibilidades a numerosas naciones. Instalado como Buddy Holly, nombre artístico con el que se haría famoso, buscó la posibilidad de grabar, firmando contratos con disqueras que no comprendieron el valor de su trabajo pero le dieron el aprendizaje necesario para crear canciones en un estudio con la colaboración de músicos con intereses semejantes.

En 1956 se unió a Jerry Allison, Joe Malduin y Nikki Sullivan para formar The Crickets, en su ciudad natal, Lubbock, Texas. Con ellos grabó “That’ll Be the Day”, inspirada en el personaje de John Wayne en la película Centauros del desierto, que llegaría al número uno en las listas de popularidad en Estados Unidos y Reino Unido. Su letra decía “Well, that’ll be the day, when you say goodbye. /Yes, that’ll be the day, when you make me cry. /You say you’re gonna leave, you know it’s a lie /’cause that’ll be the day when I die”, aunque el autor no sabía que se volvería éxito y vaticinio para él.

Buddy presentó su primer álbum en solitario en 1958, segundo en su carrera, y se casó con María Elena Santiago. La separación con The Crickets lo llevó a mudarse a Nueva York, donde siguió generando sencillos importantes, como “Peggy Sue”.

En este contexto, y con problemas económicos aunados a una futura paternidad, decidió unirse a la exhaustiva gira Winter Dance Party, junto a Ritchie Valens, Dion and the Belmonts y The Big Booper, visitando 24 ciudades en tan solo tres semanas.

Bailar “La bamba” Richard Steven Valenzuela Reyes nació en Los Ángeles en el seno de una familia mexicana que gustaba de escuchar música tradicional de su tierra así como flamenco y blues. A los cinco años aprendió a tocar la guitarra y la trompeta.

A los 16 fue invitado a unirse como guitarrista de la banda The Silhouettes, quedándose rápidamente con el puesto de vocalista. Su debut se llevó a cabo en 1957; poco menos de un año después, el sello Del-Fi Records lo integró a su equipo. Canciones como “Donna” y “Ritchie’s Blues” se convirtieron en sus temas de muestra, aunque el primer sencillo que lanzó fue “Come On, Let’s Go”, ya con el nombre artístico de Ritchie Valens. En su segundo y último álbum se incluía “La bamba”, con la que se convirtió en icono de los chicanos (estadunidenses de ascendencia mexicana), además de lograr que los angloparlantes cantaran aquello de “ay, arriba y arriba, por ti seré, por ti seré”.

Sin ser marinero ni capitán, el muchacho consiguió en muy poco tiempo llegar a programas de televisión, participar en películas y dar conciertos en diversas plazas hasta que llegó el día en que se unió a la gira Winter Dance Party para no volver jamás.

Transmitiendo para todo Texas Hay en la música de The Big Bopper una gran influencia del country y bluegrass que escuchaba en su natal Sabine Pass, Texas, notorio en su manera de cantar y de tocar la guitarra.

No obstante, las posibilidades de un naciente género, el rock and roll, estaban también ahí, intensificando la experiencia de sus escuchas.

Jiles Perry Richardson nació en 1930. Desde muy joven comenzó a trabajar como programador y cantante en la estación de radio de Beumont, KTRM, donde acuñó el apodo con el que sería conocido. Lo suyo, con esa voz profunda, era la locución, llegando a establecer un récord mundial en 1957 luego de transmitir seis días sin parar, ofreciendo mil 821 canciones.

Teniendo esa importante plataforma, comenzó a escribir canciones, que un productor grabó con la idea de convertirlas en éxitos. Y así fue. A la edad de 29 años la fama comenzó a llegar. Su swing era increíble, así como su dominio del escenario. Su canción “Chantilly Lace” permaneció durante cinco meses en el Top 40. Comenzó a ganar dinero extra.

Su sueño era reunir lo suficiente para comprar una estación de radio en Colorado y así poder combinar sus dos pasiones, además de agradar a Adrianne Joy Fryou, mejor conocida como Teatsy, con quien se había casado y esperaba la llegada de su primera hija. Con esta idea decidió embarcarse en el Winter Dance Party Tour sin saber que no llegaría a ver la primavera de una nueva década.

El día que la música murió En 1971, el cantante Don McLean compuso el tema “American Pie”, que se convertiría en patrimonio cultural y musical de Estados Unidos al ser reconocido por el proyecto “Songs of the Century” como la quinta mejor canción del siglo XX en el país.

Aunque su autor afirmó que había numerosas interpretaciones para su letra, saltó a la fama por sus referencias sobre lo acontecido el 3 de febrero de 1959 en Clear Lake, Iowa. La canción —también grabada años después por Madonna para una película y, posteriormente, para su disco Music— confesaba: “But February made me shiver /with every paper I’d deliver /bad news on the doorstep /I couldn’t take one more step /I can’t remember if I cried /when I read about his widowed bride /something touched me deep inside /The day the music died”.

Ese sentimiento lo tuvieron millones de personas cuando, a través de la radio, los periódicos y la televisión, se enteraron del accidente de una avioneta Beechcraft Bonanza que se estrelló en un campo de maíz en el condado de Cerro Gordo, ocasionando la muerte de todos los tripulantes.

Más allá del sobresalto por la mera caída, lo que conmocionó a gente de todas las edades fue que en ese vehículo viajaban Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, como parte de la gira donde habían unido sus talentos.

¿Cómo acabaron todos en la misma avioneta? Debido a lo exhaustivo de la programación y al frío de la época, Buddy y otros de los compañeros que los acompañaban se resfriaron. Por ello, el músico decidió rentar una avioneta para ir de Iowa a Moorhead, Minnesota, donde sería su siguiente concierto. The Big Bopper también estaba agripado, así que aseguró su lugar en el vuelo.

Tommy Allsup, acompañante de Holly, decidió tirar a la suerte el suyo, jugando un volado con Ritchie Valens, quien ganó y ocupó la tercera plaza. El piloto, Roger Peterson, no había recibido un correcto pronóstico del clima ni tenía experiencia en ese tipo de vuelos, pero aún así se embarcó en la aventura que les daría un día de descanso a los afiebrados rocanroleros.

Cinco minutos después de su despegue, al no recibir comunicación de la avioneta, el dueño de la empresa aeronáutica decidió sobrevolar el área para ver qué había pasado, descubriendo al Bonanza impactado en un campo de maíz. Horas después encontrarían los cuerpos de Holly y Valens, despedidos por el fuselaje, y el de Jiles Perry Richardson en el maizal.

El del piloto quedó atrapado dentro de los restos del avión. Los cuatro murieron al instante. Al enterarse, la esposa de Holly, quien apenas llevaba seis meses casada con él y estaba embarazada, se puso tan mal que perdió al embrión “por trauma psicológico”. La gira, sin embargo, no se detuvo. Waylon Jennings y Tommy Allsup siguieron tocando hasta culminarla.

Ese mismo año, el cantante de country Tommy Dee compuso la canción “Three Stars”, basada en el accidente. La versión de Eddie Cochran se haría popular en 1966. En su letra, menciona uno por uno a los músicos, asegurando que se convertirían en tres estrellas que iluminarían la noche oscura y solitaria con su arte.

“Gee, we’re gonna miss you, everybody sends their love”, dice el tema que narra los acontecimientos de aquel día en que la música murió pero, paradójicamente, los ojos de medio mundo se enfocaron en esa tercia de personajes que le daría su primera leyenda al rock and roll, impulsando así la popularidad del género.

 

 

 

 

 

 

 

Con información de Milenio

 

 

 

 

 

 

Con información de Milenio 

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