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Cultura

Tras las huellas de Frida Kahlo en Nueva York

Frida Kahlo, en la ciudad de Nueva York, consolidó sus lealtades políticas y lanzó su carrera pública como artista.

En 1931, Frida Kahlo viajó a esta ciudad de Estados Unidos con Diego Rivera, con quien se casó en 1929. Ya que, a su marido, le habían encargado pintar un mural en el Rockefeller Center. Sin embargo, lo despidieron del proyecto en 1934 por incluir una imagen de Vladimir Lenin, el comunista, revolucionario y líder de la Unión Soviética.

La pareja se hospedó en el Hotel Barbizon Plaza, que está localizado en Central Park South, entre la Sexta y la Séptima Avenida.

Como resultado de estos eventos y las importantes disparidades de clase que vio de primera mano en Estados Unidos, Frida Kahlo, que era un miembro activo del partido comunista, reafirmó sus creencias políticas y se sintió inspirada a enmarcar su ropa como abiertamente política, nacionalista y en apoyo a la revolución mexicana.


“Allá cuelga mi vestido” es un cuadro que la artista mexicana pintó durante su estancia en Nueva York.

En 1938, el poeta surrealista André Breton organizó la primera muestra en Nueva York de Frida Kahlo en la influyente Galería Julien Levy. El resultado fue todo un éxito crítico y lanzó su carrera a nivel internacional. Ya que, se mostraron 25 de sus cuadros y se vendieron la mitad de ellos.

Un icónico retrato en color de Kahlo lo capturó el fotógrafo Nickolas Muray en lo alto de un edificio de Greenwich Village en 1939 y documenta este período en Nueva York.

En su vida personal, Kahlo llegó a definirse a sí misma a través de su etnicidad, discapacidad y política, todas las cuales estaban en el corazón de su trabajo como artista.

Nacida de un padre húngaro alemán y de una madre tehuana mitad indígena y mitad española, el estilo personal cuidadosamente orquestado de Kahlo hizo una declaración audaz sobre identidad cultural, nacionalismo y género.

En los años posteriores a la Revolución mexicana (1910-20), la celebración de la diversidad regional se convirtió en un símbolo del orgullo nacional.

Kahlo veneraba este vestido tradicional por la belleza de su cultura y el poder que confiaba a las mujeres. Las faldas largas hasta el suelo de las tehuanas, las blusas ondulantes y los sombreros elaborados se convirtieron en la firma sartorial de Kahlo y sirvieron para reafirmar sus creencias políticas y su orgullo por la cultura mexicana, particularmente en la década de 1930 a medida que su política se radicalizaba.

Con información de National Geographic.

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