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¿Por qué en Japón están obsesionados con la puntualidad?

El mes pasado, Japón fue sacudido por un escándalo: el ministro encargado para los Juegos Olímpicos Tokio 2020, Yoshitaka Sakurada, tuvo la audacia de llegar tres minutos tarde a una reunión parlamentaria. La oposición organizó una protesta de cinco horas en respuesta a su falta de puntualidad y se produjo una ola de indignación popular. Días después, Sakurada se vio obligado a disculparse públicamente.

En un país que se considera modelo en puntualidad, casos así suelen generar serias reacciones. Los funcionarios japoneses pueden ser multados por irse a almorzar minutos antes de lo estipulado. Para las empresas de transporte, los segundos se están convirtiendo en un problema.

El año pasado, un tren de la compañía West Japan Railways partió 25 segundos antes de lo programado. El incidente se cubrió ampliamente a nivel nacional y provocó una lluvia de críticas. La inspección demostró que el conductor, al no ver a nadie en la plataforma, decidió salir un poco antes y, como resultado, varias personas perdieron el tren.

La empresa tuvo que pedir disculpas. “El gran inconveniente que le causamos a nuestros clientes fue verdaderamente inexcusable”, declararon.

La puntualidad en Japón se inculca desde la infancia. “Mis padres siempre me decían que era importante no llegar tarde, pensar en las personas a las que molestaría si me atrasara un poco, y creo que eso me ha afectado”, señala el estudiante Issei Izawa, citado por South China Morning Post.

El hábito de prestar tanta atención al reloj está asociado con el desarrollo económico de Japón en los siglos XIX y XX, pero la puntualidad, como norma social entre colegas y amigos, puede convertirse en una gran fuente de estrés. Y en el lugar de trabajo, forma parte de la férrea cultura corporativa nipona, que lleva al agotamiento profesional.

¿Cómo era antes?

Japón no siempre fue así. En los tiempos preindustriales, tenía una actitud mucho más relajada. A mediados del siglo XIX, el oficial naval holandés Willem Huyssen van Kattendijke se sorprendió de cuán impuntuales eran los locales. “La ociosidad de los japoneses es bastante sorprendente”, escribió en sus memorias.

De acuerdo con otros extranjeros que visitaron el país en aquella época, los japoneses no pensaban en cuánto tiempo tardaban en realizar el trabajo.

Había razones para esto. En el pasado, el tiempo era percibido de manera diferente por la mayoría de la población japonesa. La jornada estaba dividida en día y noche, y cada uno de estos períodos, en seis intervalos. El curso del tiempo estaba marcado por golpes de gong, aproximadamente una vez cada dos horas.

Los relojes mecánicos aparecieron en Japón alrededor del siglo XVI, pero esto no cambió mucho la situación. Por lo general, solo estaban al alcance de las personas ricas e influyentes. La mayoría de la población todavía determinaba la hora a través del sonido el gong.

¿Cómo ha cambiado todo?

Los cambios comenzaron bajo el emperador Mutsuhito entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Las autoridades empezaron a imponer la puntualidad y la exactitud en escuelas, fábricas y transportes. “Tienes que estar en la escuela diez minutos antes del comienzo de las clases”, rezaba una directiva para niños en edad escolar emitida por el Ministerio de Educación japonés en 1873.

En los ferrocarriles, donde los retrasos eran inicialmente un gran problema, comenzaron a seguir esta disciplina. En la industria, en particular en fábricas militares, fueron implementados los principios del ‘taylorismo’, el método de organización del proceso de producción desarrollado por Frederick Taylor que era muy popular en Occidente.

Esto fue acompañado por la promoción de la ciencia y la tecnología. Una serie de exposiciones organizadas en Tokio subrayó la importancia de medir precisamente el tiempo. Las autoridades comenzaron a distribuir folletos que pedían a la población “no perder el tiempo en vano” y contenían consejos sobre cómo hacer rápidamente ciertas tareas cotidianas.

El proceso que cambió la conciencia social se completó después de la Segunda Guerra Mundial. Algunos investigadores lo asocian con la distribución de relojes baratos. Otros, con la restauración y el desarrollo de la economía, que fue acompañada por una aceleración del ritmo de la vida. Asimismo, también se destaca la propagación de los hábitos occidentales que se produjo en el Japón de posguerra.

¿Cómo se manifiesta esto?

Hoy en día, Japón es la tercera economía más grande del mundo. El Shinkansen, la red de trenes de alta velocidad del país, se ha convertido para muchos en un símbolo de precisión. Según los datos una de las compañías de transporte, JP Central, el retraso promedio de sus trenes es de menos de un minuto por año, y esto incluye atrasos asociados con desastres naturales.

Sin embargo, esta exigencia constante de puntualidad puede resultar muy estresante. “Mi novia trabaja en un centro de llamadas de una empresa de transporte. Recientemente, cuando ella regresó del almuerzo, su jefe le reprendió que había llegado con 10 segundos de retraso”, cita South China Morning Post a un ciudadano japonés. “Eso ya es extremo”.

Al mismo tiempo, trabajar horas extras es una práctica muy extendida y quedarse en la oficina después del final de la jornada laboral es algo común para muchos. Todo ello contribuye a una grave crisis que vive el país, el denominado fenomeno ‘karoshi’: las numerosas muertes que se registran debido a un exceso de trabajo.

Con información de RT.

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