La escultura ligera de un Cristo, una de las primeras representaciones hechas para lograr la evangelización en la Nueva España, elaborada con una técnica singular que incluye materiales derivados del maíz y el agave, y cuya antigüedad es de poco más de 400 años, es restaurada por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el municipio de Ixpantepec Nieves, Oaxaca.
Como parte de los proyectos de conservación de bienes culturales de uso devocional del INAH, esta intervención planeada en la Dirección de Atención Integral a Grupos Sociales, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), atiende la talla del Templo de San Juan Bautista, la cual, debido a diversas intervenciones mal hechas, presentaba un estado de conservación deteriorado.
La restauradora Mitzi Vania García Toribio, quien encabeza el equipo que lleva a cabo la labor de recuperación de la pieza, en común acuerdo con la Hermandad de Cristo —que resguarda la talla— y autoridades del municipio, comentó que se trata de una escultura elaborada en el siglo XVII —a finales de los años 1600—, consideración hecha debido a la antigüedad del templo que lo alberga, en el que se halló una pila bautismal de 1560 y una campana de 1618.
“Se trata de las primeras representaciones de Cristo que los religiosos españoles hicieron en el nuevo continente para lograr la evangelización; al momento de la primera revisión nos dimos cuenta que tenía múltiples capas de intervención, lo que se traduce en un interés de la comunidad por mantenerlo en buenas condiciones, aunque los procedimientos utilizados no fueran los adecuados”, explicó.
Tras una denuncia en 2015, sobre una mala intervención que se le realizaba sin autorización a la escultura, y de una manera inadecuada en cuanto a materiales y técnica se refiere, especialistas del Centro INAH Oaxaca suspendieron tal labor. Fue en 2018 cuando se inició la recuperación de esta talla.
La restauradora de la CNCPC del INAH indicó que gracias al deteriorado estado de conservación en el que se encontraba el Cristo de grandes dimensiones —mide aproximadamente 2.14 metros de largo y 2.8 extendiendo los brazos— se pudo observar a detalle cómo estaba constituida esta talla ligera.
Se trata de una pieza elaborada con bloques de los tallos de la flor del agave, conocidos como quiote; partes de cañas de maíz que eran colocadas como refuerzo o para rellenar huecos, y palillos de otate que atravesaban los bloques de quiote, además de madera, posiblemente colorín, encontrada en la parte trasera del paño del Cristo, así como mecates de ixtle con los que se amarraron los grupos de quiotes que conforman en tórax-pelvis y las pantorrillas de la escultura.
La talla tenía una gran cantidad de resanes invasivos hechos en 2015, posiblemente con un material denominado blanco de España, en gran parte del cuerpo del Cristo, que estaba aglutinado por un polímero, una sustancia más reciente. Tras retirar los resanes, las restauradoras notaron que quienes hicieron esta labor también habían lijado o raspado algunas de las capas de siglos anteriores, por lo que quedaba poco rastro de ellas.
“Además, el Cristo tenía reposiciones en el brazo y las manos de madera de oyamel, unas incrustaciones del mismo material en el costado derecho y otras de adhesivo de cola con aserrín en los tobillos; se trataba de materiales duros y muy pesados para la ligereza de la escultura; también le incluyeron unos pernos de madera en las rodillas, además de aplicarle un cementante gris en la espalda, paño y piernas, lo que incrementó mucho el peso en su interior”, comentó Mitzi Vania García.
En la primera temporada de campo, explicó la especialista, realizada en mayo pasado, se fumigó la escultura y la cruz, además de retirar las intervenciones y colocar nuevos materiales (quiote y cañas de maíz) saneados previamente, para renovar los que desde hace siglos sufrieron ataque por insectos.
“En la segunda intervención, realizada de septiembre a diciembre, se rellenaron las galerías visibles hechas por los insectos, y se resanó la pieza, lo cual requirió un proceso más lento y delicado, debido a que, incluso las condiciones climáticas juegan un papel importante: si hay humedad el secado de este proceso tardaría más, por lo que se aplica por capas delgadas para evitar que se generen grietas”; en este proceso se contó con el apoyo de la técnica en restauración Alma Lilia García García.
Durante la intervención se apreció que uno de los brazos, que no son articulados sino fabricados con quiotes enteros, tenía al interior una mezcla blanca de posible carbonato de calcio o algún cementante, se procedió a desprenderla para limpiar y sustituir los restos de quiote en su interior, el cual se estaba disgregando completamente, haciéndose polvo, por lo que se colocó nuevo material y unos pernos para anclar esas partes al cuerpo.
“También le retiramos las manos de oyamel que le colocaron, lo que nos permitió resanar y rellenar oquedades desde las muñecas. Asimismo, recuperamos unos dedos de la mano derecha, los cuales se reintegraron a las reposiciones actuales de las nuevas extremidades, elaboradas por Noé Mejía Cruz, artista plástico, quien trabaja en el Taller de Restauración de Pintura de Caballete de la CNCPC”, expresó.
Por lo que respecta al rostro, éste fue modificado durante la mala restauración referida, colocándole una nueva cara fabricada de un material blanco, posible carbonato de calcio, de aproximadamente cuatro centímetros de grosor, que le daba una apariencia mucho mayor en relación con el resto del cuerpo; le modificaron la barba, originalmente lisa, haciéndola rizada.
“Posiblemente, toda la capa de la misma intervención antigua del cuerpo era gruesa y hacía que la escultura se viera uniforme, pero al retirar los resanes y encontrar sólo pequeños rastros de aquel recubrimiento, el gran tamaño de la cabeza no coincidía con lo delgado del cuerpo”.
Para obtener más información sobre esta parte de la pieza, hasta ese municipio ubicado en la Mixteca Baja, se trasladó Guillermo Rodríguez Tlachi, antropólogo físico encargado del Laboratorio de Radiología de Bienes Culturales de la CNCPC, para realizar tomas radiográficas en las que se observó la pérdida de gran parte del rostro y de los ojos. Tras pláticas con los integrantes de la Hermandad de Cristo se decidió retirar la capa que cubría el rostro para devolverle su proporción y apariencia a partir de los volúmenes y pinceladas encontradas en el original.
En el primer momento histórico de la escultura, el cendal era completamente dorado, sin embargo, debido al ataque de insectos, las personas que lo intervinieron previamente, le agregaron una nueva decoración floral dorada.
Originalmente, la estructura de esta pieza también hecha con cañas de maíz y quiote, fue recubierta con una pasta de aserrín de los mismos materiales y mucilago de orquídea o con colágeno animal para dar volumen a las piernas y costillas; después se colocó una tela de lino, traída desde Holanda, ya que no fue posible cultivar la planta en la Nueva España. Posteriormente, se le suministró una pasta de carbonato de calcio para detallar y aplicar la decoración con pinturas.
Mitzi Vania García Toribio adelantó que en la próxima temporada se resanarán las partes faltantes, como las áreas de contacto entre brazos y torso, además de dar detalle a las manos y elaborar nuevos pies en madera de colorín, para sustituir los anteriores, que presentaban un severo ataque de insectos, y colocarlos mediante un perno. También se realizará la reintegración cromática y se concluirá la limpieza y aplicación de color a la cruz.
La restauración se realiza en conjunto con Sonia de León Romero, especialista en escultura ligera de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO); y Karen Limón y Karla Álvarez García, alumnas de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), quienes han realizado su servicio social en parte de la intervención.