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Así fue la muerte de Emiliano Zapata

Un día como hoy hace 100 años, el 10 de abril de 1919, tuvo lugar el sangriento asesinato del revolucionario Emiliano Zapata, quien fue emboscado por el coronel Jesús Guajardo en la hacienda de Chinameca, Morelos.

Revisemos los detalles de la muerte de El Caudillo del Sur y la historia de la traidora emboscada que terminó con su vida.

La historia nos dice que Emiliano Zapata se unió a la causa revolucionaria tras leer el Plan de San Luis, escrito por Francisco I. Madero, interesándose especialmente en el capítulo que hablaba de la restitución de las tierras de labranza a sus legítimos dueños.

El 25 de noviembre de 1911, Zapata publicó el Plan de Ayala, que sería su estandarte político. Tras el asesinato de Madero, El caudillo del Sur se negó a pactar con el nuevo gobierno, repudió a Victoriano Huerta como presidente y quedó como único jefe del Ejército Libertador del Sur. En noviembre de 1914, el Ejército Liberador del Sur entró, junto con la División del Norte de Pancho Villa, a la Ciudad de México. Ambos ejércitos revolucionarios desconocían el gobierno de Venustiano Carranza, lo que provocó la continuación de la guerra en México.

Para 1916, Carranza y su general Álvaro Obregón habían infligido serias derrotas a la División del Norte, y enfocaban sus fuerzas hacia el ejército zapatista. Para 1918, el movimiento de Emiliano Zapata estaba debilitado, el ejército de Pablo González Garza había recuperado muchas de las plazas zapatistas, y las leyes agrarias del gobierno carrancista habían logrado apaciguar la rebelión en el sur.

Quizá por esa razón fue Zapata accedió llegar a un acuerdo con el coronel Jesús Guajardo, quien servía al general González Garza y que afirmaba estar descontento con el gobierno de Venustiano Carranza.

Guajardo hizo creer a Zapata que deseaba unirse a su lucha y, como prueba de lealtad, mandó fusilar a 50 soldados federales —con la aprobación de González Garza y del propio Carranza. Así, El Caudillo del Sur convino reunirse con el traidor Guajardo en la hacienda de Chinameca el 10 de abril de 1919.

Algunas fuentes históricas sostienen que Emiliano Zapata acampó a las afueras de la hacienda, y que ingresó a ésta con una escolta de unos 100 hombres —otros afirman que eran sólo 10—; al cruzar el dintel de la hacienda, sonó un clarín indicando presentar armas. Esa fue la señal para que los tiradores de Guajardo, apostados en la azotea, acribillaran al caudillo del sur.

Se dice que Zapata alcanzó a sacar su pistola, pero un balazo se la tumbó. Su cadáver fue llevado a la ciudad de Cuautla, donde fue exhibido; los periódicos de la época dieron cuenta de su muerte y afirmaban que “el zapatismo había muerto”.

Con su sangrienta muerte, Zapata se convirtió en una especie de leyenda —algunos afirman que no había muerto y que el cadáver mostrado era el de un compadre suyo, muy parecido a él— y en el ícono de la Revolución. Hasta el día de hoy, asociaciones políticas y civiles siguen rindiendo culto a su mítica figura.

Con información de Milenio.

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