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Vaquita Marina, sin salvación de la extinción

La vaquita marina vive sus últimos días en el Golfo de California o Mar de Cortés, porque su hábitat se convirtió en una trampa mortal.

Redes ilegales para capturar pez Totoaba por todos lados, que transformaron al que fuera bautizado por el oceanógrafo francés, Jacques Cousteau, como el “Acuario del Mundo”, en un cementerio de nuestro capital natural, incluido el mamífero marino en mayor peligro del mundo.

Sólo basta con salir a navegar a sus aguas para darse cuenta que las pocas vaquitas que quedan, – de 6 a 22 ejemplares -, no tienen ninguna oportunidad de salvarse de la extinción, porque tarde o temprano caerán en una red prohibida y morirán ahogadas.

Como un pez Totoaba que encontramos a la deriva en el agua, en avanzado estado de descomposición, muy cerca de la costa de San Felipe.

Una hembra de aproximadamente 1.50 metros de longitud, que seguramente se acercó a la orilla a desovar y quedó atrapada en un chinchorro.

Con mucho esfuerzo, entre dos personas subimos el ejemplar a la embarcación para corroborar que ya no tenía la cotizada vegija natatoria, ya que una práctica común de los pescadores furtivos es arrancarles el buche en el mar y tirar el cadavér, para evitar traer más carga que los incrimine.

De acuerdo con el modus operandi de las bandas dedicadas al tráfico ilegal de Totoaba, esta vejiga natatoria extraida en el agua, que le sirve al pez para regular su flotación, viajó posteriormente por tierra hacia Mexicali, Tijuana o Ensenada, donde será sometida a un proceso de secado, para después ser traficada vía aérea a China, donde le atribuyen propiedades medicinales.

La investigación encubierta “Fake Gold” de la organización Elephant Action League (EAL), realizada en marzo de 2017, establece que el buche de la llamada “cocaína del mar”, es adquirido por chinos adinerados, de mediana edad o mayores, principalmente en mercados y tiendas de la provincia de Cantón, para entregarla como dote de boda, regalo de lujo con el fin de cerrar negocios o simplemente como inversión a largo plazo.

La Totoaba, en veda desde el 1 de agosto de1975, viaja 13 mil kilómetros desde México hasta China, pasando a veces por Estados Unidos, escondida dentro de contenedores de productos legales, como el bacalao o en el equipaje documentado de pasajeros.

“Estos meses son críticos en el Alto Golfo de California, justo porque se presenta una mayor actividad en la pesca de Totoaba, y lo podemos ver en altamar, y ya con un número tan reducido de vaquitas y con este nuevo gobierno que relajó la seguridad completamente, el panorama es bastante negro para la supervivencia de la vaquita”, alertó Alejandro Olivera, representante en México del Centro para la Diversidad Biológica.

Nula vigilancia por tierra y mar

Después de los disturbios en el Puerto de San Felipe por las lesiones con arma de fuego a un pescador furtivo, – que hasta 2014 trabajaba como inspector ambiental -, el Gobierno de México abandonó la plaza, ya que dejó que tanto pescadores legales como ilegales realicen sus actividades sin inspección y vigilancia.

Marinos, elementos de la Gendarmería Ambiental y personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), se matienen al margen, porque no quieren tener problemas con las comunidades.

“Yo creo que la Marina y el Ejército tienen muchas otras prioridades que andar correteando pescadores”, manifestó Sunshine Rodríguez, exlíder de pescadores de San Felipe, a quien se le acusa de ser totoabero.

La violencia y la falta de garantías de seguridad ahuyentaron a las organizaciones de la sociedad civil Sea Shepherd y el Museo de la Ballena, que con sus barcos patrullaban el área de refugio de la vaquita marina y retiraban las redes ilegales colocadas por los pescadores furtivos para capturar al pez Totoaba.

“Tenemos que revalorar, ahorita precisamente, vamos a tener una reunión el grupo del Museo de la Ballena, para ver qué estrategia usamos para regresar otra vez a trabajar, aproximadamente volvemos dentro de un mes, ya con una nueva estrategia para tratar de llevar la fiesta en paz”, indicó Enoch Rizo, gerente de Operaciones del Buque Narval.

La anarquía priva en el Golfo de California; más de dos mil 500 embarcaciones menores surcan en estos momentos sus aguas, sin que nadie lo impida, en una zona donde está prohibida la pesca desde abril de 2015.

En la región es muy fácil detectar a los pescadores ilegales; todos los conocen, todos los ven, menos los inspectores de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca).

Utilizan pangas sin matrícula, sin número de permiso y sin localizador satelital, que sirve para monitorearlas y evitar que realicen sus actividades dentro del polígono de protección de la vaquita marina.

Se trata de embarcaciones menores que salen y regresan del mar durante todo el día por rampas no autorizadas, lejos del muelle.

En San Felipe, Baja California existe un padrón de mil 200 pangas regulares y 500 ilegales.

En el Golfo de Santa Clara, Sonora hay 435 pangas legales y 400 pirata.

Los únicos que tienen permiso para realizar en esta temporada la pesca de curvina golfina son la comunidad indígena Cucapá y las cooperativas de Santa Clara, quienes obtuvieron la autorización de impacto ambiental por parte de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Todos los demás deberían estar fuera del mar.

“Hay pescadores ilegales y hay pescadores legales, eso queremos que quede muy claro, no se debe generalizar, es como en todo, hay buenos y hay malos”, advirtió Lorenzo García, presidente Federación de Cooperativas Pesqueras Ribereñas del Puerto de San Felipe.

Con información de Excélsior.

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