A las mujeres mexicanas que viven y trabajan en el campo, principalmente las que pertenecen a culturas indígenas, se les considera como un sector estratégico y “depositarias ancestrales de la seguridad alimentaria”, pero sólo 3 de cada 10 reciben una remuneración económica por su trabajo cuando en los hombres son 6 de cada 10, indica un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).
En total más de 13 millones de mujeres viven en el campo y 3.6 millones son indígenas, según el último censo del Inegi.
En conjunto, las trabajadoras del campo aportan el 15 por ciento de la producción agrícola del país y en lo que va del siglo se cuadriplicó o creció en 406 por ciento el número de mujeres con derechos agrarios, es decir, que legalmente son dueñas de las tierras que trabajan, sea como ejidatarias o propietarias privadas, al pasar de 458 mil 652 en 2001 a un millón 865 mil 55 en 2017, de las cuales más de la mitad se ubican en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Guerrero, Puebla y estado de México.
“Uno de los escenarios en que los sistemas agroalimentarios están experimentando una rápida transformación, es la feminización del campo y de la agricultura. Hace poco más de 30 años las propietarias de la tierra eran muy pocas y su número apenas rebasaba un punto porcentual y representaba tan sólo cerca de 18 por ciento. Ahora hablamos de 764 mil ejidatarias, 286 mil comuneras, 198 mil posesionarias y 614 mil propiedades privadas”, detalla el estudio de la FAO y FIDA.
Señala que más de 750 mil productoras rurales de México destacan en los producción de cultivos como maíz, café y frijol. Sólo en la producción de cereales aportan 18 mil millones de pesos y el 15 por ciento de la producción nacional.
“El maíz es el principal cultivo en el que participan las mujeres mexicanas ya que aportan 16 por ciento del total de la producción nacional”, pero también cultivan 95 mil hectáreas de hortalizas como chile verde, elote, tomate, jitomate y 150 mil hectáreas para frutas como aguacate, mango, naranja, limón, fresa y sandía”, abunda el análisis.
Las mujeres también han encontrado nichos de producción en otro tipo de cultivos no tradicionales como hierbas, especies y agricultura protegida.
Las mujeres del campo trabajan 34 horas más que los hombres sin remuneración
Sin embargo, los organismos advierten que persiste una profunda brecha de género en la propiedad de la tierra, el acceso a instrumentos de trabajo para el campo y también en las horas trabajadas, aunque las mujeres tienen una mayor participación que los hombres en la propiedad sobre los animales de traspatio, los activos financieros y los negocios del hogar.
Apenas 27 de cada centenar de hombres realiza trabajo doméstico, ese que “no se ve ni se paga” y que va desde abastecer de recursos básicos al hogar como agua y combustible, hasta el cuidado de niños, enfermos y ancianos, transmisión de la cultura y la lengua así como producción de alimentos en traspatio, milpa o solar.
Las mujeres tienen una carga de trabajo no remunerado de 68.7 horas por semana y sólo 11.4 horas de trabajo remunerado, mientras los hombres tienen 45.5 horas semanales de trabajo remunerado y sólo 23.5 horas de trabajo no remunerado, así que la brecha de género es de 34.1 horas de trabajo no remunerado.
Dado que no se les considera trabajadoras activas y no son sujetas de protección social ni derechos laborales, las mujeres rurales son muy vulnerables económicamente y las que son jefas de familia reciben menos ingresos en promedio y son altamente dependientes de los subsidios públicos o apoyos económicos privados, puntualiza el documento.
Con información de: La Jornada