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Cultura

Los mitos en la construcción de la historia de Tenochtitlan

Una reflexión de carácter antropológico y psicológico sobre la civilización y la barbarie, la migración y el nomadismo, el sentido del sacrificio en las culturas prehispánicas, la culpa y el castigo, todo ello, enmarcado en un episodio del conflicto entre mexicas y culúas, el cual tuvo lugar antes de la fundación de México-Tenochtitlan, integra el reciente ensayo del historiador y antropólogo Luis Barjau.

 La Dama de la discordia. El conflicto entre mexicas y culúas, de la autoría del investigador de Dirección de Estudios Históricos (DEH), es una coedición de la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Ediciones El Tucán de Virginia.

De acuerdo con el editor de la publicación, Víctor Manuel Mendiola, ésta permite al lector acercarse a dos tópicos fundamentales de la historia mítica de la creación de la urbe tenochca:

“Por un lado, a la legendaria migración que realizaron ocho tribus chichimecas, desde Aztlán hasta el Valle de México, en especial al éxodo de una de ellas, bajo la guía de un líder, transformado más tarde en la figura divina de Huitzilopochtli. Y por el otro, a las imágenes potentes y complejas del sacrificio, y a la deidad Xipe Totec”.

Mendiola refiere que en la obra, el autor vislumbra, tomando en cuenta documentos como La Tira de la Peregrinación, Historia de los mexicanos por sus pinturas, las ocho relaciones de Chimalpahin; el Códice Durán y Leyenda de los soles, la férrea voluntad de dominio del pueblo mexica y el entrecruzamiento de linajes, no sólo como modos de alianza, sino también, “y esto es lo que resulta sorprendente y es fundamental resaltar”, como una forma de ruptura, de conflicto provocado y de afirmación de un destino.

Este periplo mexica incluye el recuerdo de las siete cuevas de Chicomóztoc, el abandono de Malinalxóchitl, el destierro al pedregal de Tizapán, la venganza malograda y el lanzamiento del corazón de Cópil, el desollamiento de la princesa culúa Ilancuéitl y el nopal con la serpiente, todo ello desemboca en una extraña tragedia feliz, en la que la destrucción fragua no la desgracia de un hombre o un pueblo, sino su realización y su grandeza.       

“El libro de Barjau permite encadenar los mitos de fundación de México-Tenochtitlan, en la intersección de la leyenda de la peregrinación y todas las variaciones rituales en torno a la imagen del corazón como alimento y ofrenda; vemos la manera cómo los propios mexicas concebían su destino”, indicó.

En esta intersección, la “mujer en discordia” —como la llamó fray Diego Durán—, ofrece una solución inesperada: en su implacable acción dramática, con el sacrificio de la novia en las nupcias rituales, el cual genera un conflicto con los culúas y produce no una esposa divina, sino una abuela o madre; esta narración colectiva pone en el centro del imaginario psíquico una poderosa figura femenina: Toci o Toxi, nuestra abuela o madre. 

“Luis Barjau atreve un ensayo de la simbología de Xipe Totec, en el que, a diferencia de los análisis frecuentes sobre esta deidad como figura de fertilidad, agrega una mirada mucho más abierta sobre sus connotaciones sexuales. Propone entrever la prefiguración de una idiosincrasia y el vislumbre de inesperadas síntesis psicológicas, además de revelarnos una función superior de la figura femenina, muestra en el imaginario —tanto social como individual— la inserción excéntrica del dominio matriarcal o por lo menos de su recuerdo”, puntualizó

Por su parte, la historiadora Aurora Díez-Canedo aseguró que el devenir prehispánico está ligado a los mitos de los orígenes y de los dioses fundadores de culturas. Pero en el siglo XVI, los frailes encargados de la evangelización y, un poco más tarde, los descendientes de la nobleza indígena educados en la tradición católica, se vieron en la necesidad de explicar su pasado.

Manifestó que el episodio de la “Dama de la discordia”, rescatado por el ensayista de los textos mencionados, principalmente de Durán, tiene el propósito de resaltar la predestinación y resistencia del pueblo azteca, el aspecto guerrero de su religión y vengativo, el cual evidencia las partes oscuras de los vencedores en el México antiguo, de cómo se convirtieron en imperio.

“El libro es una manera original y concisa de tratar historias muy complejas, tiene detrás una cantidad de lecturas, de manera que es un texto de temas a los que Luis les ha dedicado mucho tiempo a lo largo de su vida. La obra tiene diversos elementos de historia, pero nos deja varias preguntas, surgen enigmas, creo que está a tono con el tipo de descubrimientos e interpretaciones que se hacen actualmente sobre todos estos temas”, señaló.

En su oportunidad, Luis Barjau, investigador de la DEH del INAH, manifestó que su libro busca discutir el tema de la historia indígena mexicana, sobre todo la mexica, enfocando ciertos elementos para entender que, a diferencia de la consignación que hace el mundo occidental, en el indígena se trata de una narración que está entreverada con los mitos.

“Algo interesante es el concepto de divinidad que tenían los mexicas, hay datos precisos sobre las primeras divinidades en la migración hacia el centro de México: uno era Cuauhtlequetzqui Yaotequihua, quien tenía un ayudante, teomama, en náhuatl, que realizaba lo que la deidad, a través de los sueños, le indicaba”, detalló.

Este acompañante —continuó—, tras escuchar en sueños a su deidad, se vuelve a su vez en un dios; así aparece una deidad muy antigua: Mecitin, de quien decía Sahagún, su nombre provenía de metl, maguey, y citli, liebre o conejo, el cual es el origen del nombre México y de mexica; los mexicas eran los de dios Mecitin, y de ahí surgió la castellanización “mexicanos”.

Especificó que el término para designar a un dios en náhuatl es teotl, que al mismo tiempo significa “principal”, “hombre importante”, por eso, cuando Cortés y su gente llegó, se les llamó teúles. A él lo llamaban principal porque era el guía de los españoles”.

En su peregrinar, los mexicas llegan a Tizapán donde se asientan y son usados por los culúas para ir a la guerra contras los xochimilcas. Pese a la victoria mexica, su dios ordena nuevamente al teomama seguir adelante con su periplo. Pero para ello, debe haber una ruptura entre los culúas y los mexicas, ahí es donde se hace presente el mito de la Dama de la discordia, que analiza en el libro.

“Este rito consistió en desollar a la joven princesa Ilancuéitl en su boda, cuya piel fue portada por un joven sacerdote que danzaba en un cuarto oscuro. Ahí habría que descartar la insistencia de la narrativa española sobre los grupos indígenas y tratar de observar cómo sería realmente este rito, el Tlacaxipehualliztli, que es muy primitivo, antiguo, probablemente traído por los mexicas desde el norte, herencia, quizás, de la antiquísima peregrinación por el Estrecho de Bering”, expuso.

Lo importante, finalizó, es que con la “Dama de la discordia” se da una ruptura militar, los mexicas le declaran la guerra a los culúas, mediante este rito consiguen un enfrentamiento en el cual son vencidos, y tras la derrota huyen hacia el lago donde fundarían la ciudad de México-Tenochtitlan.

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