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Pintura narrativa mexicana antes y después de la Independencia

Jorge Ramírez Pardo

Es notable el dominio de la pintura religiosa y/o palaciega en México durante la Colonia.
Sin embargo, también lo es –así sea al margen de la historia oficializada-, la expresión popular, al margen de lo considerado “culto” o académico.

En las iglesias barrocas se pueden apreciar fusiones de presencia indígena, en pórticos y retablos labrados o en estuco.

Escaseaba la pintura de temática “profana”.

Contrapunto trascendido

A raíz de la conquista española en 1521, consigna la historiadora Ana Carolina Olvera, se fue conformando una sociedad profundamente divididas por las diferencias culturales y raciales de sus habitantes. En la Nueva España existió una sociedad piramidal: en la cúspide se encontraba el rey de España; le seguían los peninsulares; los criollos; y en la base los grupos más desprotegidos: los indígenas, los negros y las castas. Las aspiraciones sociales de cualquier novohispano estaban claramente definidas por su pertenencia a un determinado grupo racial.

Como ya se comentó, predominaba la pintura religiosa sombría y la palaciega. Esa constante, tuvo una variante en 1777, cuando Ignacio María Barreda plasma en diversas pinturas la pirámide social en un conjunto de cuadros narrativos, conocidos como Las castas.

Narración pictórica de lo cotidiano

Agustín Arrieta (1803-1874) de Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala. Con estudios en la Academia de Bellas Artes en la ciudad de Puebla, pronto deja la línea académica de temática puritana y lleva a la pintura paisajes cotidianos de su entorno. Es precursor la pintura narrativa en México (desde luego sin desconocer el legado muralístico de frescos, códices prehispánico y los elaborados al principio de la Colonia), y fura de la capital del país.

A partir de ese momento es más valorado en el quehacer pictórico y produce escenas costumbristas y naturalezas muertas, reflejo de un hombre liberal dentro de una sociedad regida por las buenas costumbres.

El guanajuatense empírico

Hijo del campanero del pueblo y escritor/cronista de su tiempo; Hermenegildo Bustos (1832-1907), de Purísima del Rincón, Guanajuato, fue un pintor empírico, residente en su propio pueblo, un lugar impregnado de religiosidad. Imprimió notable fuerza psicológica a sus personajes plasmados en retratos o pasajes religiosos por encargo, esto es, ex votos o testimonios de agradecimiento por algún favor recibido.

La dedicación de Bustos a la pintura inicia cuando es joven y la alterna con la escritura. Pero, la modesta economía le demanda otras actividades. Vendía nieves elaboradas por el mismo (de jitomate, ciruela, tuna, fresa, higo, plátano y pera), en la albañilería, hojalatería, carpintería, sastrería, trabaja también en el entorno de la música, así como realizando esculturas y escenografías. También se interesó por la historia, la astronomía y arquitectura.

Buena parte de la información acerca del pintor se obtuvo de una crónica escrita en 1894 por él mismo, titulada “Calendario”. Entre varios temas consigna en los márgenes: “Por estos días mucha influenza, tos y catarro, y maíz a tres cuartillas”; “Robaron la casa de mi compadre máximo Martínez”; “Huyó Enedina Castillo con Alberto Bernal”. Ese es el universo literario de Hermenegildo, acorde a la temática e ingenuidad de su otro mundo el de la pintura en calidad y profundidad.

Hermenegildo Bustos puso a su recatado pueblo natal en el mapa. “En ese ambiente de sopor inalterable, opina Héctor de Mauleón, pido un indígena, sin maestro ni academia, completar una obra que rebasó lo popular para insertarse en lo universal”. Murió ignorado en 1907 y fue descubierto y valorado en Bélgica en 1920 por el, también guanajuatense, diplomático Francisco Orozco Muñiz. Vio, entonces vio, en un museo una pintura de Jan van Eyck (1390-1441), iniciador de la escuela flamenca de pintura, y le recordó otros cuadros de Hermenegildo Bustos que había visto en San Francisco del Rincón. De regreso a México, Orozco Muñoz recopiló pinturas y escritos de Bustos.

Críticos e historiadores, consideran a Hermenegildo Bustos uno de los mejores retratistas de todos los tiempos; en cambio él, nunca se consideró un profesional del oficio; al dorso o detrás de sus cuadros llegó a poner la leyenda “Pinto, de aficionado, Hermenegildo Bustos”.

En el edificio central de la Universidad de Guanajuato, se encuentra la Galería Hermenegildo Bustos con la exposición “La Magia de la efigie y el Universo diáfano” con

La Biblioteca Tepeyac, hace posible ver un reportaje sobre el pintor guanajuatense en el siguiente sitio: https://www.youtube.com/watch?v=VhAh-QkkeTE

En 1984, el realizador de cine Rafael Castañedo, filmó el corto “Hermenegildo y Joaquina” acerca de la vida y obra de Hermenegildo Bustos.

La conservación de la obra

La obra de Hermenegildo Bustos y de otros artistas anteriores a la Revolución Mexicana, fue rescatada y exhibida de manera constante a partir de 1982, cuando se inaugura el Museo nacional de Arte, ubicado en la calle de Tacuba de la ciudad de México, frente al Palacio de Minería y muy próximo a al Palacio de Bellas Artes.
En ese mismo museo se localizan.


• Las primeras grandes creaciones de cuadros monumentales narrativos realizados por los primeros egresados de la Academia de pintura y escultura de San Carlos
• Obra gráfica de los dos grandes maestros del grabado en madera José Guadalupe Posada y Manuel Manilla
• Pinturas de los paisajistas José María Velasco; retratos y otras variantes del potosino Germán Gedovius, y, entre mucho más,
• Las piezas fundamentales y el historial de las Escuelas de pintura al aire libre, surgidas fuera de la academia y en plena Revolución mexicana

Todos antecedentes e inspiración del Muralismo mexicano y el Renacimiento mexicano a las artes alimentado por una pléyade de artistas multinacionales que llegaron a México, muchos de ellos a causa de exilios provocados por las guerras mundiales, por la guerra civil española, por la fascinación de nuestro mestizaje multiétnico y pluricultural, y el legado mexica, maya, mixteco, otomí, huasteco, purépecha, huichol, tarahumara, y tantos etcétera de nuestro mosaico de cosmovisiones.
Temas, por cierto, de entregas próximas.

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