El juego de los discursos en la UASLP
El día de ayer concluyó el rectorado de Fermín Villar con la presentación de su último informe, e inició la gestión de Alejandro Zermeño con su toma de protesta. Quien siguió ambas sesiones del Consejo Directivo Universitario, presenció lo obvio cuando hay transferencia de poder: el fin de un discurso y el inicio de otro. El primero, muy conocido, repetitivo y esperado, que poco importa analizar; el segundo, generaba expectativa debido a la manera en que se había desarrollado el proceso de elección. Para nadie es un secreto que no triunfó la delfín de Villar, y que la mayoría de los consejeros universitarios no aceptaron la tradición del dedazo.
El discurso inaugural deja una clara señal: la UASLP se enfrentará a una curva de aprendizaje por parte del nuevo rector. Médico de profesión, académico que mostró su seriedad y compromiso en conducir la Facultad de Medicina, no tiene una amplia formación en cuestiones sociales y políticas. Digámoslo con unas palabras de moda: Zermeño no es López-Gatell.
El discurso inaugural de Zermeño no tuvo la fuerza que se requería. Tampoco estuvo mal, pero se necesitaba un esfuerzo por salir de frases comunes, y equilibrar mejor entre lo urgente, lo proyectivo y la declaración de principios.
Para analizar el discurso inaugural del rector se debe tener en cuenta lo que dejaron en claro algunos de sus nombramientos: lo acompañan personas que provienen del equipo de protocolo de Mario García y de Xavier Nava, además del apoyo de gente vinculada a ciertos periódicos electrónicos. Estos asesores fueron, sin duda, responsables de promover una imagen del rectorado anterior (basta dar un seguimiento a las notas de esos medios): deficiente atención al tema del acoso y hostigamiento, y poca transparencia en la rendición de cuentas.
Seguramente estos asesores interpretaron que el triunfo se debió a que, en campaña, Zermeño se empeñó en hacer hincapié en la atención al acoso y hostigamiento, y a ofrecer que la UASLP sería una caja de cristal. Por lo que en el discurso inaugural tenía que volver a repetir estas consignas, sumando la preocupación del momento: ¿cómo se terminará el semestre ante la contingencia sanitaria? Problema que, por cierto, la administración de Villar tampoco supo enfrentar.
El discurso inaugural fue un ¡Ha muerto el rey, larga vida al rey! Aunque al inicio halagó la buena gestión de Villar, las palabras de Zermeño se construyeron pensando en los errores del antecesor. Esta pareció ser la preocupación principal del discurso: diferenciarse del antecesor a partir de sus errores (aunque al final llamara a ver al futuro y olvidarse del pasado). Y, por eso mismo, fue insuficiente.
En cuanto acciones anunciadas habló de crear equipos de trabajo: uno para atender, erradicar y sancionar el acoso y hostigamiento, y otro para reformar el estatuto orgánico. Sobre el segundo punto, sólo mencionó que el grupo sería plural e interdisciplinario, y usó tres calificativos: certeza, transparencia y democracia a los procesos sustanciales universitarios, y salvaguardar la autonomía. Pero no dijo nada en concreto, ¿asumimos que cambiarán las reglas de elección de rector y directores? ¿Se mejorarán las reglas de evaluación de los estudiantes? ¿Se pondrán estándares de calidad más altos y pertinentes para el ingreso del profesorado? ¿Se exigirá con mayor claridad resultados a los profesores investigadores? ¿Se promocionarán más los perfiles académicos, tanto en la representación estudiantil como docente, para superar la politiquería que domina en la UASLP? ¿Se rediseñará la inflada estructura central universitaria? Es decir, debió explicar, más allá de usar adjetivos calificativos, por qué es necesaria la reforma al estatuto; cuál es el diagnóstico en que se basa esta propuesta.
Dedicó un buen tiempo a la autonomía, centrando su preocupación en que ésta no justifica la corrupción en el uso de recursos. En pocas palabras, la autonomía da autogobierno, pero no exenta de la transparencia en la rendición de cuentas. Pero esta dicotomía es insuficiente; la autonomía en ningún momento justifica la falta de rendición de cuentas. Se podrá tener autogobierno, pero eso implica rendir cuentas en los resultados que se obtienen y las decisiones que se toman, aunque no involucre dinero o facturas.
La transparencia no sólo debe quedar en el ámbito financiero, sino en todas las acciones de la UASLP. Por ejemplo, una buena acción de transparencia sería que el rector, al anunciar el nombramiento de su equipo, explique a la sociedad las razones, bien sustentadas y argumentadas, de su decisión. Al respecto, ya en la comunidad universitaria surgen dudas de si los primeros nombramientos son, en su mayoría, más políticos que académicos. Algunos consideran esto una mala señal; otros piensan que la mayoría de los cargos anunciados cumplen con el perfil operativo-político, y que lo importante vendrá más adelante, cuando se den a conocer los cargos donde, sí o sí, el rector mostrará su compromiso universitario, buscando perfiles auténticamente académicos y no cargos para solventar compromisos políticos.
Cuando habló de las dos actividades sustantivas de la universidad –investigación y educación–, cayó en lugares comunes –¡que la investigación muestre la grandeza de la universidad!, por ejemplo–, y en una retórica aburrida que no dice, de fondo, qué proyecto propone al respecto. No hizo referencia a institutos de investigación, programas de posgrado, proyectos de investigación, relaciones con otras instituciones nacionales e internacionales, criterios de calidad, relación con autoridades federales y estatales, etc.
Tuvo la delicadeza y el tino de hablar de los diversos sectores que forma la universidad, recordando la frase de un antiguo rector: “Que los estudiantes, estudien; que los maestros, enseñen; y que los funcionarios, funcionemos”. Dio una visión romantizada de la juventud universitaria, sin ser crítico de los problemas sociales y económicos que enfrentan, ni las violencias estructurales que tienen que superar, ni el contexto social concreto en que viven; parecía más que hablaba de estudiantes de una universidad privada o extranjera que de los estudiantes de carne y hueso de la universidad pública de San Luis Potosí.
Sobre los docentes, se centró, tal vez por la situación actual, en la educación a distancia y semipresencial. Si bien es correcto hacer hincapié en esto –que de hecho fue repetitivo porque lo había señalado al inicio de su discurso–, el proyecto de fortalecimiento a la docencia debe ir más allá que esto, y los problemas docentes no se reducen al uso de tecnología. Por ejemplo, ni una palabra sobre mejorar el salario de los profesores hora clase, o de equilibrar las funciones de los investigadores.
En cuanto al personal administrativo, además de volver a hacer alusiones romantizadas, señaló el problema del fondo de pensiones y jubilaciones. Lo que es un problema real, pero al presentarse en un discurso inaugural, perecería más una amenaza que una cuestión alentadora. ¿No hay otros problemas en docencia, investigación o gestión administrativa que tenga la UASLP y que pudieron incluirse en este discurso?
Aunque se intuyen los principios y valores que asumirá el rector en su gestión, no hubiera estado de más hacerlos más explícitos y de manera sistemática. Fuera de la autonomía y la transparencia financiera, no hubo mayor profundización. Enunció algunos valores, pero sin desarrollarlos ni aterrizarlos a la realidad universitaria.
Luego del primer discurso del nuevo rector, queda un sabor de esperanza justificada en una renovación en los modos de actuación y en los procesos de la Universidad. Pero, al mismo tiempo, quedan dudas sobre un proyecto integral de universidad y de su interacción con la realidad regional, nacional e internacional. El tiempo, y sobre todo las acciones, complementarán el discurso.