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Arquitectura emocional I: El eco

Jorge Ramírez Pardo

Sólo si emociona, la Arquitectura puede considerarse un arte
Mathías Goeritz

Mathías Goeritz, pintor y escultor, nacido en Alemania, desarrolló en México gran parte de sus teorías y prácticas como artista universal. Es reconocido por haber recuperado para México e impulsado la escultura monumental.

Cuando Goeritz contemplo las esculturas monumentales mexicas prehíspánicas –Calendario azteca, Coatlicue, todavía no se exhibía Tláloc; los gigantes de Tula; las cabezas olmecas-; cuando también vio la escultura que se elaboraba en México en ese momento, afirmó que en los escultores mexicanos contemporáneos (los de hace 70 años) había un trauma por lo monumental, sabían que el legado pre colonial de escultura anónima de gran formato era insuperable.

Él ayudó a desanudar ese conflicto apostándole a la escultura urbana monumental, empezando en 1957 por las emblemáticas Torres de Satélite en la ciudad de México. Luego vendrían otros conjuntos monumentales (La osa Mayor, al exterior del Palacio de los deportes CDMX, Torres de Automex en Toluca, Pirámide de Mixcoac) y propuestas colectivas de esculturas monumentales como la Ruta de la amistad para la Olimpiada de México 1968, y el Espacio escultórico de la UNAM.

Pero, antes del desarrollo escultórico monumental, experimento un ejercicio escultórico arquitectónico –menos conocido acaso, pero- detonante de lo que él mismo denominó Arquitectura emocional y cuyo máximo representante de esta corriente, es el arquitecto tapatío Luis Barragán.

Cabe señalar que Mathías Goertiz, no estudió formalmente arquitectura y, sin embargo, sus logros en esa disciplina son tan significativos como los conseguidos en la escultura y en la pintura.

La Arquitectura-escultura emocional

La arquitectura emocional es una propuesta acuñada en México por Goeritz como contrapunto al estilo funcionalista internacional, generador de gran cambio en la arquitectura; dejó de ser acorde a la calidad de vida en aras del lucro.

El funcionalismo en la arquitectura, a decir y pensar de Mathías, había generado en el país, pérdida de identidad y tradición de la arquitectura mexicana. Con el justificante de la modernización tecnológica y afinidad con el abstraccionismo artístico del momento, tendía cada vez más a alejarse de temas fundamentales para la arquitectura mexicana, como la adecuación al clima de cada región y la congruencia en el uso de materiales regionales.

La arquitectura emocional, por su parte, desarrollaría una nueva comprensión de la arquitectura mexicana: Revaloración de la arquitectura vernácula mediante la adopción del carácter de los espacios influidos directamente por los ambientes de la arquitectura de las haciendas y conventos del Siglo XVI, conjuntándola con aspectos de la arquitectura islámica (como el manejo del agua, los jardines y el sentido de privacidad), y la integración de la arquitectura funcionalista internacional (Le Corbusier en Francia, Escuela de la Bauhaus en Alemania).

La Arquitectura emocional debe satisfacer el espíritu, y es a través de un vocabulario arquitectónico conformado por elementos como agua, muros, vegetación, patios, luz y color, que crea espacios en los que uno puede sentir distintas sensaciones, para lo cual aísla el interior del exterior (convirtiendo el interior en un refugio contra el bullicio del exterior), utiliza grandes muros que reviste de una valoración plástica individual y, logra un magnifico manejo de la luz y del color, donde la luz ambienta y anima el espacio, y en ocasiones hace que una ventana opuesta a un muro pintado con un color intenso, lo bañe de luz y refleje el color tiñendo toda la habitación de este color.

Si bien Goeriz inició el ejercicio, el máximo arquitecto creador de arquitectura emocional fue el jaliciense Luis Barragán, de quien se hará crónica específica en otra ocasión.

Mathias Goeritz aplicaría la emocionalidad de manera más recurrente a la escultura monumental, siempre acompañada de un entorno de amplios espacios urbanos o plazas.

El espacio Eco para representaciones pictóricas, escultóricas, dancísticas literarias, fue la práctica experimental inicial de arquitectura emocional realizada por Mathías Goeriz entre 1951 y 1952, un año antes de la publicación de su Manifiesto de la arquitectura emocional.

El eco

El arte en general, y naturalmente también la arquitectura, es un reflejo del estado espiritual del hombre en su tiempo. Pero existe la impresión de que el arquitecto moderno, individualizado e intelectual, está exagerando a veces —quizá por haber perdido el contacto estrecho con la comunidad—, al querer destacar demasiado la parte racional de la arquitectura. El resultado es que el hombre del siglo XX se siente aplastado por tanto “funcionalismo”, por tanta lógica y utilidad dentro de la arquitectura moderna.

Fragmento del “Manifiesto de la arquitectura emocional” publicado en 1953 ante la apertura del Museo Experimental El ECO.

Mathias Goeritz llega en 1949 a la ciudad de México. Desde su arribo plantea que la arquitectura deber ser una obra de arte total. Con el empleo de colores, formas y texturas para provocar emociones en quienes habitaban o transiten por ese espacio.

Para la puesta en práctica de su teoría, Mathías diseñó un edificio singular; por algunos denominado Museo experimental El Eco.

El sitio empezó sus actividades o ‘sus experimentos’, con la obra arquitectónica de su propio edificio –se elaboró sin planos y sobre la edificación se tomaban decisiones respecto a su hechura misma-. Se le considera como ejemplo de una arquitectura cuya principal función es la ‘emoción’ y cuyos muros anchos de diferentes grosores revestidos de enjarre de cemento grueso, colores llamativos en este caso el amarillo y un juego diferentes alturas en sus cielos, rompían con el molde ortogonal y cuadrado de esos tiempos.

Goertiz planteó que este edificio fuera un espacio libre para la experimentación y conjugación de todas las artes conviviendo en un mismo lugar.

En el recito principal había una escultura de gran formato, identificada como La serpiente de El eco. Durante algunos años, el lugar tuvo otros usos y la escultura fue colocada en la puerta principal de Museo de Arte Moderno, en el bosque de Chapultepec. Actualmente, está de regreso a su lugar original.

La propuesta marcó un hito en la historia de la arquitectura en el mundo y dio paso a un espacio público y colectivo, siempre relacionado con la colaboración multidisciplinaria, a favor de un servicio cultural para más personas, generando puntos de encuentro y de reflexión para la sociedad en general.

El Museo experimental El eco se encuentra en Sulivan 43, muy cerca de Avenida de los Insurgentes y de Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México.

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