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Respuesta al maestro Pedro Olvera: no nos equivocamos, usted(es), sí



Diego Gutiérrez O.

El pasado 16 de septiembre, el maestro Pedro Olvera publicó una columna en un portal de noticias donde hace su análisis de la situación, conocida por muchos, de los dichos de la profesora Elvia Castañón respecto a las condiciones en que un estudiante tomaba las clases. Su escrito consiste en un llamado a cada parte de la comunidad universitaria a “no equivocarse”. Así empieza su arenga, iniciando contra las autoridades universitarias: “No se equivoquen”. Y, a partir de ahí, con una falsa actitud neutral y un tono de superioridad moral, comienza su discurso legalista y moralista, llegando a llamar la atención a los estudiantes.

Aunque pretende predicar desde la neutralidad, por supuesto que no lo logra. Se ubica claramente en el sector de ese profesorado sobre el que los estudiantes estamos hartos. Ese grupo de profesores que, nomás por algún influyentismo aparecen en la nómina de la Universidad, nos tenemos que creer el cuento de que son “catedráticos” universitarios. Profesores que no tiene preparación docente, que no les interesa nuestro aprendizaje, que su actitud en el salón de clases es como si fuera una guerra constante contra el estudiante, que no tienen mayores estudios que la licenciatura, o si los tienen, su vanidad no les permite transmitirlos adecuadamente. Acusa a los estudiantes de una interpretación “unilateral”, porque por supuesto, no es la interpretación que él considera correcta. ¿Será tan difícil que comprenda que esto no solo consiste en una interpretación de palabra por palabra, sino que también tiene que ver con la actitud con que las expresan?

Y luego, viene su discurso legalista que, con el uso del “Derecho”, intenta descalificar las exigencias legítimas del estudiantado. Porque sabe bien, y experiencia ha de tener, que alargando las respuestas de las instituciones, bajo el pretexto del “debido proceso”, todo queda en impunidad. Y aunque la ofensa era clara, hay que usar la ley para enturbiarla y así, al final de cuentas, no pasaría nada. Con el resultado más que obvio: los estudiantes tendríamos que seguir soportando que el influyentismo sea la razón por la que se contratan profesores en la UASLP y no la calidad docente y académica.

Pero también nos tuvo que recetar su moralismo. Nos señala que somos una comunidad, pero eso sí, una comunidad constituida por personas que no son capaces de reconocer errores y de pedir perdón. Así dice Olvera: “cuando a la profesora se le humilló obligándola a esa disculpa sobre un hecho en que resulta cuestionable que se haya querido ofender al alumno”. ¿Pedir disculpas es humillación?¿Es tanta la vanidad de estos profesores que no son capaces de reconocer un error y de pedir disculpas? ¿Cómo serán en sus casas? ¿Nunca le pedirán perdón a algún miembro de su familia cuando la riegan? ¿Son tan perfectos? Que no se equivoquen estos profesores: ustedes muchas veces piensan que no ofenden, pero lo hacen. No tienen la intención, pero lo hacen. Se han normalizado tanto las actitudes discriminatorias, que probablemente no se dan cuenta. Entre nosotros los estudiantes, también pasa lo mismo. Es cosa de ir aprendiendo, y entender que pedir perdón nos hace más humanos, más sensibles, y no es algo humillante.

No sé si hay otros procedimientos contra la profesora, pero si la UASLP actuó solicitándole una disculpa ante hechos que eran conocidos y evidentes, me parece que, en los términos del artículo 1° constitucional, que también cita Olvera, es una conducta que promueve, protege, cumple y garantiza los derechos humanos, con razonabilidad, progresividad y proporcionalidad. En una comunidad debe promoverse el reconocimiento de errores, y aprender de ellos.

No se trata de una actitud de intolerancia, ni de que seamos una generación de cristal. Al contrario, somos una generación consciente de lo difícil que será para nosotros el campo laboral, y que, si la universidad no se preocupa por tener profesores de calidad, poco nos ayudará. Reconocemos al profesorado dedicado, que no está ahí por influyentismo y para saciar sus egos, y que realmente se preocupa por nuestra formación. Egresados que he conocido en las prácticas profesionales, me platican de profesores ya jubilados, que eran hasta cierto punto toscos al hablar, pero que nunca alguien se sintió ofendido; que eran exigentes, que hasta en periodos vacacionales seguían su curso porque no habían acabado el contenido. No es una cuestión de intolerancia, o de “que todo nos ofende”; lo que nos ofende es que simulen ser catedráticos.

Por último, yo le diría al maestro Olvera que no se equivoque. Que no se vale distorsionar una justa demanda del estudiantado, y una respuesta hasta cierto punto rápida de la UASLP (¡cosa rara, la verdad!), para jugar a la política interna de los grupos de poder. No se equivoque, licenciado, no le haga el juego al abogado general para golpear al secretario general y al rector, usando las legítimas protestas del estudiantado.

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