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Opinión

Ver para Pensar: Aventuras de Ambrose

Federico Anaya Gallardo

La Revolución es un fuego que se expande animado por la esperanza de liberación. Aparte de la Mutual Film Corporation, la División del Norte recibió a varios otros gringos. Dos periodistas, uno viejo y otro joven, se enamoraron de los revoltosos villistas. Ambrose Bierce (1842-1914) cruzó la frontera cargando sus 71 años y la fama de ser amargo. (Le pido a la lectora recordar este apodo, que en ruso se dice gorki.) Bitter Bierce era famoso por su cinismo, bien representado por su Diccionario del diablo, una colección de definiciones satíricas publicada durante cuatro décadas hasta su edición final de 1911. La voz “revolución” tiene dos entradas. La primera es más bien larga, pero termina señalando que “la Revolución francesa tiene un valor incalculable para el socialista de hoy en día: cuando tira de los hilos que mueven los huesos de los cadáveres que causó, los gestos de los esqueletos producen un terror pavoroso en los sanguinarios tiranos que son sospechosos de fomentar la ley y el orden”. (Galaxia Gutemberg, 2017, p.311) El verdadero cínico es vocal porque espera que su sarcasmo concientice. El temor que causaba entre los opresores el recuerdo de la Revolución de 1793 (renovado en 1848 y luego en la Comuna de 1871) efectivamente servía de contención y abría espacios para reformas parlamentadas. Pero al terminar la primera década del siglo XX el efecto se había disipado y Occidente llegó valseando al desastre de la guerra mundial.

La segunda definición de Bierce para “revolución” es: “sustantivo, explosión de las calderas que suele producirse cuando la válvula de seguridad del debate público está cerrada”. La soberbia del Porfiriato y el estallido social de 1910-1911 probaban ciertas ambas entradas del diccionario infernal de Bitter Bierce. El periodista sabía de lo que hablaba: había combatido en la Guerra Civil –que en realidad fue una revolución social– y era testigo de cómo la oligarquía de EUA estaba olvidando las lecciones ganadas con tanta sangre. ¿No había sugerido él mismo, en su primera entrada para “revolución”, que las élites nunca derraman su sangre en las revoluciones? Por eso no extraña que el México levantado en armas le atrajese y menos aún, que su viaje al sur del Río Grande empezara con el pretexto de visitar los viejos campos de batalla de la Guerra Civil. Al salir de Washington DC, Bierce habría escrito a una sobrina: “Adiós –si oyes que fui puesto contra un muro de piedra en México y fusilado, debes saber que yo pienso que esa es una buena manera de dejar esta vida. Le gana a la vejez, a la enfermedad y a la caída por las escaleras del sótano. Ser un gringo en México –ah, ¡eso es eutanasia!”.

Old Gringo (1989) - IMDb

Nadie está seguro de cuál fue el destino de Bierce, pero en 1985 Carlos Fuentes escribió su Gringo Viejo sobre él y en 1989 Luis Puenzo la llevó a la pantalla para Columbia Pictures como Old Gringo –con Gregory Peck en el papel de Bierce. Recordando la novela en 2015, Ricardo Cayuela señalaba a Huemancin Rodríguez de Canal 22: “Pone en cuestionamiento los prejuicios mutuos. Tanto del gringo que ve en México un sueño que no se va a realizar, como el mexicano que no entiende la complejidad y el mundo del extranjero.” La película refrenda ese desencuentro. Bierce estaría contento. (Liga 1.)

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Imágenes, tomadas de www (Wikipedia):

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