Federico Anaya Gallardo
Expliquemos primero una obviedad: los cómics simplifican. Son caricaturas. Al parecer la palabra nos llegó al castellano desde Italia, del verbo caricare (cebar, cargar). En una península decían io ho caricato (yo he cargado, yo he cebado) y los dibujantes en otra península terminaron diciendo “yo he caricaturizado”, “yo me he cebado en”, “yo he recargado, subrayado” tal o cual característica. Por eso las definiciones de caricatura en castellano hablan de “retratos que exageran la apariencia”.
Exagerar un rasgo es olvidarse de los otros. La simplificación en los cómics es similar a la falacia de la biografía que enfrentó Norbert Elias en su libro La sociedad cortesana (1933-1969): “los soberanos o incluso los miembros de pequeñas élites de poder son presentados … como símbolos de la libertad del individuo y la historia aparece como un conjunto de acciones de tales individuos” (FCE, 1982, p.191).
Centrarse en los grandes individuos (sí, lectora, no solemos centrarnos en las grandes mujeres) es otra caricaturización. Elías demostró que las grandes figuras individuales no se explican sin su entorno colectivo. Regresemos ahora a los cómics convertidos en filme.
Si para Elías lo central es describir la configuración social dentro de la cual actúan las personas humanas y que lo esencial reside en las complejas relaciones entre ellas… The Dark Knight de Nolan (2008) contiene una joya de representación teatral que el viejo profesor alemán acaso habría disfrutado.
Luego de dos horas de narración (¡wow!) el Guasón plantea a Batman una nueva trampa, en la cual captura a dos grupos de personas, cada uno en un trasbordador (ferry) en el río. Un barco lleva personas “decentes”: mujeres, menores y hombres “respetuosos de la ley”.
Otro barco lleva convictos de diversos crímenes violentos. Uno se llama Liberty, el otro Spirit… no se nos dice cuál es cuál. El Guasón ha colocado en ambas embarcaciones bombas que matarán a todos.
Y ha dejado en cada transbordador un detonador manual –que hará estallar el otro barco. La tentación es obvia: “tu interés personal es matar antes que el otro te mate: ¡destrúyelos!” El Guasón se asegura de que la decisión sea colectiva: él explica las reglas de su juego a todas y todos a través de los altavoces.
No hay modo que la autoridad legalmente constituida en cada barco tome la decisión en solitario. (En el ferry “civil”, el capitán y en el “penal”, el director de custodios.) Aparte, deben decidir: si a medianoche no ha estallado alguno de los barcos, el Guasón destruirá ambos.
Así las cosas, se forman dos asambleas, la de los “buenos” y la de los “malos” que deben decidir la suerte y muerte de sus semejantes.
Como el Guasón –y nosotras, la audiencia– asumimos lo peor de los seres humanos, la tensión se construye respecto de quiénes decidirán primero ser egoístas. Sin embargo, obligadas a responsabilizarse de la decisión en público (ante quienes participan en ellas pero también ante la ciudad que es testigo del drama), ambas asambleas deciden por el “bien”.
En el ferry de los malos, el más duro de los criminales toma el detonador y lo avienta por la ventana, sin usarlo… señalándole al jefe de custodios que eso es lo que él debió hacer desde el principio.
En el ferry de los buenos, luego de una votación en la que ganó la opción de “destruir al otro” (340 contra 196), nadie se atreve a ejecutar la decisión hasta que un ciudadano de pelo cortísimo y facciones secas se levanta.
Este señor es un cameo del personaje de Michael Douglas en Falling Down/Un día de Furia (Schumacher, 1993). El guión lo llama “Hombre de negocios” (Businessman). Se levanta regañón diciendo “—Nadie quiere mancharse las manos.
De acuerdo. Yo lo haré. Los del otro bote escogieron su vida: matar y robar. No tiene sentido que nosotros muramos también.” Pero llegado el momento… él tampoco se atreve a usar el detonador. Llega la medianoche. Las dos asambleas, cada una en su barco, están vivas.
La mutua destrucción se ha evitado… malos y buenos se han reconocido humanos iguales. La exclamación del Guasón es impresionante: “—¡Ya no se puede confiar en nadie!” Batman le responde: “—¿Qué querías probar? ¿Que, en el fondo, todos somos tan malos como tú?” Y no. En general, las mujeres y los hombres tendemos a ser mejores en colectivo.
Ah, por supuesto, Batman evita que el Guasón destruya él mismo los barcos. “Pow! Sok! Sap! Wham! Kapow!” Los buenos siempre ganan en los cómics. Otra simplificación.
El recluso:
El hombre de negocios:
https://comicsalliance.com/comicsalliance-reviews-the-dark-knight-2008-part-5/