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Cultura

Ver para Pensar: Peter Pan madura

Federico Anaya Gallardo

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Lectora, hace semanas, luego de analizar el problema adolescente de la cultura angloamericana en las sucesivas encarnaciones de Peter Parker (Liga 1) te mencioné que Peter Pan, Papá Darling y Garfio podrían ser el mismo personaje. Esta idea es planteada por tres filmes: Garfio (Hook) de 1991, dirigida por Steven Spielberg; Peter Pan de 2003, dirigida por P.J. Hogan; y Descubriendo el País de Nunca Jamás (Finding Neverland) de 2004, dirigida por Marc Foster. Hoy analizaré la primera.

Se trata de un producto diseñado para satisfacer al consumo de masas estadounidense (el sello de Spielberg) pero se construye con mucha seriedad (again, the Spielberg trademark)a partir de la última parte de la novela de J.M. Barrie (1911). En esta versión del cuento, jugando con la inmortalidad de Pan, Barrie dice que Peter quedó con Wendy de regresar cada primavera a por ella –de modo que Wendy pudiese hacer el spring cleaning de la guarida de Pan en la isla de Nuncajamás. Aquí Barrie juega con símbolos. En la literatura celta, la tierra es representada por dos mujeres: una vieja (el otoño) arrugada, vestida en ocre o rojo; y otra joven (la primavera) lozana, vestida en verde. La última renueva el mundo: es la imagen de Eire, la siempre verde madre-Irlanda. Wendy no sólo es la madre-ideal, sino la virgen nutricia que reorganiza periódicamente la existencia. Pero en la novela, Peter no cumple su palabra. De hecho, Barrie señala una y otra vez que Pan vive perpetuamente distraído, sin hacerse responsable de nada… esa es la característica del ser-niño, ese es el dolor de cabeza con los adolescentes. Wendy espera y espera. Peter no aparece sino hasta años más tarde –cuando Wendy es ya adulta. El spring cleaning prometido no lo realizará ella, sino su hija. La madre permitirá que Pan se lleve a su hija y luego a su nieta –cada que el muchacho eterno vuelva a aparecer una noche por la ventana.

En 1991 Spielberg retoma la historia en este punto. Una noche, Peter decide no sólo no llevarse a la nieta de Wendy (Moira, Destino), sino quedarse a su lado. Wendy lo adopta y educa. Y él crece hasta convertirse en un exitoso abogado. Ya mayor, desposará a Moira. Atención: Pan cumple así su destino, cerrando el ciclo que inició y frustró Barrie en la famosa escena del dedal-beso –artefacto que suple el anillo de compromiso con que los novios “se esposan”. Desposados (y completos) Pan y Moira cruzarán el Atlántico y establecerán su familia en Nueva York. (El Pan británico maduro deviene en capitalista estadounidense.) Mientras, la anciana Wendy permanece en Londres.

Años más tarde, Peter y su familia regresan por unos días a Londres, pues la anciana recibirá un homenaje en el hospital para niños que ha patrocinado toda su vida. (Spielberg mezcla el cuento y la realidad: Barrie heredó en perpetuidad el copyright de Peter Pan al Great Ormond Street Hospital –adonde cada año, ritualmente, se representa la obra de teatro.) El hijo de Peter, orgullosísimo, le cuenta a la anciana Wendy en qué trabaja su padre: compra empresas en la bolsa, despide a los empleados y luego revende el remanente (Reaganomics, se decía en esos días). Wendy exclama: “—¡Peter, te has vuelto un pirata!” Esta salida existía potencialmente en la novela de Barrie ochenta años antes de la película de Spielberg: cuando Pan vence a Garfio se pone su casaca y se calza su sombrero, sustituyéndolo como capitán del barco, y empieza a hablar –para horror de todos los niños perdidos– como el viejo vencido.

Como sea, la noche del homenaje a Wendy en el hospital, Garfio (Dustin Hoffman) rapta a los hijos de Peter. La película narra la saga de un Peter Pan maduro (Robin Williams) que trata de recuperar sus poderes para enfrentar de nuevo a su némesis. Pero el Pan adulto sólo podría volar si tiene pensamientos felices (wonderful thoughts)… ilusiones, imaginación. Justo lo que perdió para madurar. Y aquí aparece la paradoja. Los pensamientos maravillosos son dos recuerdos: cuando besó materialmente a Moira (el adolescente madura sexualmente) y cuando nació su hijo (el padre se responsabiliza de su producto). Justo lo que lo sacó de Nuncajamás. Justo las ilusiones que le robaron la inmortalidad. Justo lo que hizo humano.

Regresemos de nuevo al original de Barrie. Cuando Peter Pan va volando de regreso a Nuncajamás, voltea a ver cómo sus amigos han retornado al mundo real y suspira: “—¡Ah, vivir: ésa sí que sería una gran aventura!”

Liga usada en este texto:

Liga 1:

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