Alguien que ha sido capaz de elevar las cotas del “arte” a la nada, o como él mismo comenta, a lo “inmaterial”, y llevarse por el camino la friolera de 15.000 euros, solo podemos catalogarlo como genio de nuestro tiempo. Su nombre: Salvatore Garau.
Porque lo más complicado de este artista no es la obra, la cuál suponemos que no le ha llevado ni un segundo de su vida al no existir, lo más complicado es lograr vender la escultura “inmaterial” a una persona, y por miles de euros. Según explicó Garau al medio Italy 2News:
El resultado exitoso de la subasta atestigua un hecho irrefutable: el vacío no es más que un espacio lleno de energía, e incluso si lo vaciamos y no queda nada, según el principio de incertidumbre de Heisenberg de que la nada tiene un peso. Tiene, por tanto, una energía que se condensa y se transforma en partículas, en fin, ¡en nosotros! Cuando decido “exhibir” una escultura inmaterial en un espacio dado, ese espacio concentrará una cierta cantidad y densidad de pensamientos en un punto preciso, creando una escultura que desde mi título solo tomará las formas más variadas. Después de todo, ¿no le damos forma a un Dios que nunca hemos visto?
Si no has entendido nada de lo que dice el escultor es porque, al igual que su arte, es probable que siga jugando con la nada, y el mensaje también esté vacío. Sea como fuere, Salvatore logró que un coleccionista privado se hiciera con la escultura durante una subasta en Art-Rite, una casa de subastas italiana que lleva exposiciones dedicadas al arte contemporáneo, y aunque dicha persona no va a recibir nada tangible que exponer en su casa, sí recibirá un certificado de autenticidad que demuestra que “Yo soy” (título de la nada escultórica) es propiedad del comprador.
Así, Salvatore será recordado por siempre como un genio: el primer hombre capaz de vender un espacio de una casa que no es suya (la del comprador) para exponer el vacío en las paredes.
Con información de Gizmodo