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Ver para Pensar: Harold & Maude (sexo y pompas de jabón)

Federico Anaya Gallardo

Decíamos la semana pasada que la necesidad social de héroes y heroínas sigue vigente. Hoy quiero reseñar para ti, lectora, la historia de un extraño par. El muchacho Harold y la viejecita Maude. Son los personajes de una película de 1971 dirigida por el estadounidense Hal Ashby (1929-1988) con un guión del australiano Colin Higgins (1941-1988). La música es una magnífica colección de canciones del inglés Cat Stevens (n. 1948). El filme recibió el sonso título castellano de Enséñame a vivir y tengo la fuerte sospecha de que –en algún momento de la primera mitad de los setentas– fue transmitida en TV abierta por Canal Once. (Al verla en Amazon Prime hace pocos meses, redescubrí varias escenas entre mis recuerdos infantiles… ¡mis padres no debían haber dejado a su hijo –sólo y a media noche– con las transmisiones del canal del IPN!).

La historia que nos cuentan Harold (19 años) y Maude (79 años) es extraña. El chico está obsesionado con su madre y con la muerte. Varias veces representa él su suicidio siguiendo diversas técnicas una más sangrienta (gore) que la anterior. La anciana está obsesionada con la vida y su soledad. Gusta de robar automóviles y de pasear en ellos por la ciudad y las montañas circundantes. Él es un rico heredero a quien de cumpleaños le regalan un Jaguar. Ella una marginal que alguna vez estuvo al borde del exterminio en los campos. Ambos se encuentran en funerales ajenos.

Es muy obvio que Harold asiste a velorios y entierros siguiendo su obsesión. Hay que decir que su obcecación está muy bien regimentada. El muchacho asiste periódicamente a citas con el psicólogo, el cura y el coronel. Detalle… los tres consejeros del chico están, a su vez, regimentados. Detrás de cada uno de ellos, cuando aconsejan a Harold desde sus escritorios, un retrato les vigila: Freud, Paulo VI y Nixon. Pensándolo bien, ¿quién no desearía morir si su vida está así de ordenada? El guionista Higgins no da muchas pistas de por qué Maude va a funerales ajenos. Probablemente sólo porque en ellos es más fácil robarse un carro. Quien está obsesionado con la vida no necesita muchas excusas para embriagarse en ella.

El click sucede cuando la ancianita se roba la carroza fúnebre que el chico usa como auto particular. Y allí empieza una inesperada e iconocastla historia de amor. Una vez que una y otro se explican mutuamente sus obsesiones, ambos concluyen que su destino es estar juntos. Y esto ocurre mientras la insoportable matrona-madre de Harold trata de conseguirle una novia normal y los policías persiguen a Maude. Ninguna de estas autoridades (domésticas y públicas) parece darse cuenta de la gran aventura que ambos están viviendo. (Una advertencia a los poderes de este mundo, que creen posible regimentar la imaginación.)

Entre Wikipedia y IMDB me vengo a enterar que el director concibió incluir una escena explícita adonde Harold y Maude consumaran sexualmente su amor. El estudio (Paramount), a través del productor Robert Evans, lo impidió. Pese a ello, la trama no deja dudas acerca de lo que hizo la pareja. Luego de violar el tabú del incesto (la gerontofilia es, a fín de cuentas, eso), Harold no fuma sino que sopla pompas de jabón sobre la cama.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

https://www.rogerebert.com/reviews/harold-and-maude-1972

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