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Cultura

Ver para Pensar: Eroica

Federico Anaya Gallardo

Hace unas semanas, lectora, te comenté que en 2003 Simon Cellan Jones había dirigido para la BBC una película-concierto acerca del el estreno de la tercera sinfonía de Beethoven en el palacio del príncipe Franz Lobkowitz en 1804. (Liga 1.) La obra es una maravilla y un justo homenaje a la modernidad que aún hoy nos entusiasma y agobia. El director organizó la película para mostrarnos cómo se reúne la orquesta, cómo ensayan y afinan (con música de Mozart), cómo se van reuniendo los invitados del príncipe, como llegan los copistas con las partituras para cada instrumento y cómo los músicos interpretan por vez primera la pieza.

Nada se desperdicia. Los buenos directores transmiten mensajes complejos en cada detalle. Cuando Beethoven (Ian Hart) se prepara en el departamentito que rentaba en Viena, llega a recogerle su pupilo Reis (Leo Bill) quien descubre que en la portada de la partitura principal el maestro ha puesto como título de la sinfonía “Buonaparte”. El joven se preocupa. Después de todo, los Habsburgos austriacos acababan de ser derrotados por la República en Marengo y aceptado el Tratado de Luneville ante el primer cónsul. Camino al palacio Lobkowitz, Beethoven-Hart aclara a Reis-Bill que “Bonaparte fue enviado a liberarnos, no a conquistarnos. A librarnos de la tiranía”.

Al llegar el compositor al palacio, les alcanza en la puerta el tercer trombón (Otto Fisher, interpretado por Trevor Cooper). Beethoven-Hart le saluda: “—¡Ciudadano Fisher, llega Usted tarde a la Revolución!” Fisher-Cooper le responde acongojado: “…llego tarde a todo”. Cuando el compositor está por subir por la escalera principal, el tercer trombón le aclara que mejor él dará la vuelta para subir por las escaleras de la servidumbre. Beethoven-Hart le pregunta si es un artista. Otto dice que sí y el maestro lo jala diciéndole que “los artistas subimos juntos por el frente”.

Uno de los criados más jóvenes del príncipe pregunta al mayordomo si les está permitido oír la música. Éste le explica que es una orden del príncipe hacerlo, pues Lobkowitz piensa que los derechos del hombre y “todas esas cosas son buenas para nosotros”. Mientras otro criado le presta una librea (chaqueta-uniforme) de concierto al ciudadano Otto, éste comenta: “—Algún día todo esto será recuperado por el Pueblo”. El criado le responde: “Poco quedará para entonces, pues el príncipe ha gastado la fortuna familiar en conciertos y música”. Otto mira al vacío. Los olvidados de la tierra suelen, efectivamente, llegar tarde a todo.

El primer movimiento (allegro con brio) deja espantados a los nobles que la oyen. Un primo del príncipe, el conde Dietrichstein (Tim Pigott-Smith), señala que esa música es innecesariamente violenta. La mujer del príncipe, María (Fenella Woolgar) dice que ha imaginado ejércitos atravesando las montañas. Lobkowitz (Jack Davenport) comenta que si se trata de soldados, no entiende por qué no hay acordes marciales… Los aristócratas iluminados no terminan de entender que son los Pueblos quienes están cruzando las montañas. El conde, militar reaccionario, sí ha entendido.

El segundo movimiento (adagio assai) es una marcha fúnebre que lleva a Beethoven-Hart a un segundo altercado con Dietrichstein-Pigott-Smith. Porque la guerra revolucionaria trae tanto el brillo de los héroes como el dolor de la muerte. El conde increpa al compositor diciéndole que esa no es una sin-fonía, sonidos bien organizados. Le dice que se trata de una “acumulación de ideas colosales –muy enternecedora, en momentos con elementos de lo sublime– pero también llena de discordia”. Los músicos comen aprovechando la mitad del concierto, Beethoven-Hart departe con ellos, hablando de política, Pueblo, guerra, revolución. En el bando de los oprimidos, hay esperanza.

El compositor regresará al tercer movimiento (allegro) luego de ser rechazado por Josephine von Deym (Claire Skinner), una aristócrata que le ama pero que no puede perder su estatus noble casándose con un ciudadano común. Así las cosas, este tercer movimiento o scherzo (escarceo o broma) que debiese haber sido el interludio ligero del concierto se llena de pesar. El músico revolucionario no puede completar el amor de su vida porque el Derecho Civil francés aún no iguala a toda la ciudadanía… para lograr eso habría de pasar un siglo (en Europa, y aún allí los fascistas echaron atrás la idea en 1933).

Antes del cuarto movimiento (allegro molto-poco andante-presto) llega a la sala de conciertos Joseph Haydn (Frank Finlay) el compositor venerado por todos en Viena. Gracias a un chisme entre criados que han ido a por la champaña que el príncipe ofrece al venerable anciano, nos enteramos que Haydn era hijo de un carretonero. El criado más joven comenta que entonces, aún él tiene esperanza. Sólo ante Haydn es que Beethoven-Hart se cuadra y muestra respeto. Antes de iniciar el movimiento final, Haydn-Finlay pregunta a su antiguo pupilo “—¿Tenemos un tema?” “—Heroísmo”, responde el compositor. “—Excelente”, cierra el viejo maestro.

El último movimiento cierra la película. Cellan Jones intercala varias escenas posteriores mientras aún escuchamos la gloriosa música. Cuando los nobles preguntan a Herr Haydn su opinión, este les señala que Beethoven ha hecho algo nuevo: poner su alma, el corazón del artista, al centro de la obra. “—Desde hoy, todo es nuevo.” Todos los que escuchan los acordes finales están felices (criados, músicos, niños, ilustrados) o espantados… Dietrichstein correctamente imagina que en el mundo nuevo de los ciudadanos han de arder orden jerárquico y tradición.

Pero el mundo avanza en contradicciones. Beethoven-Hart y Reis-Bill cenarán esa noche en una taberna vienesa. Allí se enteran que Bonaparte se ha coronado emperador. El compositor casi llora y tacha el nombre de su héroe hasta rasgar el papel. “—Es igual a todos”, se lamenta. Nos hemos tardado más de dos siglos en entender que la Revolución no puede confiarse a una sola persona. La Liberación la hacemos todas y todos o no sucederá. Revolución y Liberación son conciertos, sinfonías terriblemente difíciles de instrumentar.

Liga usada en este texto:

Liga 1:

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