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Opinión

Ver para Pensar: Joyas en YouTube (Ekaterina II)

Federico Anaya Gallardo

Hace semanas te contaba, lectora, que YouTube puede darnos interesantes sorpresas. Si entonces te recomendé El Pobre de Nippur, el primer filme en Acadio-Babilonio como scherzo o broma culta de la Universidad de Cambridge; ahora quiero llamar tu atención acerca de una serie patrocinada por el Ministerio de Cultura de la Federación Rusa. Se trata de Екатерина II (Ekaterina II, Catalina II). Se estrenó en 2014 en la cadena de TV РОССИЯ-1 (Rosiya-1, Rusia-1) y se volvió pronto una de las favoritas de las audiencias post-soviéticas. Se extendió por tres temporadas (2014, 2017 y 2019) y dio pie a una precuela (sobre la Emperatriz Elizabeta Petrovna) y una secuela acerca de los pretendientes al trono (zares impostores ó самозванцы, samoshvantsi).

En YouTube puedes encontrar un muy buen resumen de 116 clips ordenados cronológicamente en la cuenta de “Lili1 127” (Liga 1). También puedes buscarla en MagellanTV. El problema es que en ambos casos la encontrarás en Ruso con subtítulos en Inglés. Al parecer puedes encontrarla doblada al Castellano en FreeTV USA.

Igual que El Pobre de Nippur, Екатерина II cuenta una narración ética atemporal. En la narración acadia, el agravio del pobre merece simpatía y el opresor debe ser humillado. Pero hay también un mensaje de orden y justicia centralizados. Sin el Rey que le prestó al pobre el carro de guerra el cuento no habría tenido un final feliz. En el mundo hispánico solemos evocar una vez tras otra que Fuenteovejuna somos todos a una –pero se nos olvida que la frase la dijeron los aldeanos insurrectos frente al juez enviado por Su Majestad Católica a juzgarles. En la saga de la zarina-emperatriz aparece una y otra vez la preocupación del trono por hacer justicia al Pueblo –aunque sin mucha participación del mismo Pueblo.

Un momento central de la primera temporada es cuando Ekaterina (quien aún se llama Sofía Augusta Federica, una princesa alemana de Anhalt-Zerbst) está conociendo el palacio imperial ruso y tropieza con un retrato de Pedro El Grande, frente al cual se ha colocado un sable, forjado por él mismo. La princesa toma el arma y la examina. Detrás de ella aparece la emperatriz Elizabeta Petrovna (hija de Pedro El Grande) y le explica: “Eran tiempos rudos y él era duro. Mi padre tenía un hombre sencillo y la gente sabía que era sólo un ser humano. Por eso es que se le rebelaron y se negaron a trabajar. El los colgó y decapitó. Yo no soy sencilla. No forjo sables ni hago zapatos con mis propias manos; pero tampoco decapito a mis súbditos.”

Esta será la dinámica de toda la primera temporada de la serie. En ella, Elizabeta Petrovna, hija de Pedro el Grande y de una muchacha campesina cautiva (este es el chisme oficial, contado ni más ni menos que por Voltaire en su Historia del Imperio Ruso bajo Pedro El Grande de 1759) nos mostrará lo difícil que es gobernar Rusia –siempre en el filo delicado de una navaja entre el “autoritarismo necesario” y el “salvajismo del pueblo ruso”.

Sobre ésto último, una advertencia. La cinematografía rusa moderna es heredera de la calidad y complejidad del cine soviético y comparte con éste una fuerte intención política. Según Martín Baña, los dirigentes rusos de la Era Putin creen que “Rusia debe tener un Estado fuerte, ya que [esto] resulta fundamental no solo para el desarrollo y el bienestar del país sino también para su reposicionamiento a escala global”. (Ve su artículo “¿Quién extraña el comunismo? Rusia a 30 años de la disolución de la Unión Soviética”, en Nueva Sociedad, № 296, Noviembre-Diciembre 2021, Liga 2.)

Esa es la preocupación central de Ekaterina II: mostrarle a las audiencias lo esencial de la “unidad nacional” y de que la persona al frente del gobierno sea “nacionalista” y “leal” al Estado central. Lo interesante es que en un país formado por tantos países (147 millones de habitantes, 85 entidades federadas ó autónomas, 160 grupos étnicos, 11 husos horarios) es difícil determinar cuál es el cemento de la unidad. En los días de la federación soviética, ese cemento era la liberación de los oprimidos –en una narración victoriosa de la lucha de clases en la cual cualquier ser humano podía identificarse con el campesino u obrero explotado. (No, no es rollo: con esta idea no sólo triunfó la Revolución Bolchevique, sino que se venció al nazismo y se perduró medio siglo como potencia de primer orden.)

Algo de lo anterior –aunque marginalmente– sobrevive enmedio de los sets palaciegos, las cortinas de brocado, las joyas y las sedas de la serie Ekaterina II: cuando la emperatriz insiste en avanzar al sur contra los Otomanos su objeto es abrir la frontera agrícola y liberar a los siervos para que éstos cultiven las nuevas tierras; pero sus ministros se le oponen, pues quieren acaparar las nuevas tierras para ellos y mantener la servidumbre. Catalina II habrá sido tan Grande (Beliki, Великий) como Pedro, pero en este punto esencial (la servidumbre campesina) ambos perdieron la batalla política. Por supuesto, la serie patrocinada por el Ministerio de Cultura Ruso no se detiene mucho en ello; sino que nos divierte con el escándalo que significó la importación de la papa americana a Rusia. Pero no nos enojemos con esta serie, que siempre hay algo peor… The Great (EUA-Inglaterra, Hulu, 2020).

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Liga 2: https://nuso.org/articulo/quien-extrana-el-comunismo/

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