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Cultura

Ver para Pensar: The Wall & Mr Potter

Federico Anaya Gallardo

En los 1980s, cuando me tocó ser adolescente, Paulo Freire había ya convencido a Tirios y Troyanos que la educación debía dejar de ser “bancaria”. Se refería a que la función de la persona-maestra no podía ser simplemente la de “depositar” conocimiento en las cabezas de las personas-estudiantes. Estas últimas debían construir el conocimiento a partir de su realidad, de las experiencias colectivas y –también– de la experiencia que tuviese la persona-maestra. Por eso es que la película Pink Floyd-The Wall (Alan Parker, 1982) tuvo tanto éxito en mi generación.

 

El clip que reúne las escenas de la película con las canciones The Happiest Days Of Our Lives y Another Brick In The Wall es un resumen perfecto de lo que digo. (Liga 1.) El profesor atrapa a Pink escribiendo alguna cosa distinta que la asignatura. Le quita el cuadernillo y lo exhibe ante sus compañeras y compañeros: “What have we here, laddie? Mysterious scribblings? A secret code? Noooo… poems, no less! Poems, everybody! The lad here reckons himself a poet…” (—¿Qué tenemos aquí, chico? ¿Garabatos misteriosos? ¿Códigos secretos? Nooo. Poemas. ¡Ni más ni menos! Miren todos: ¡poemas! Este muchacho se cree poeta.)

 

El profesor le azota las manos con la vara y obliga a todos a repetir una fórmula absurda… Los Pink Floyd empiezan sus dos rolas. La primera canta la tragedia del profesor que es a su vez reprimido por su insufrible mujer en casa (para eso fue entrenado con inmumerables azotaínas en la escuela) y luego… “We don’t need no education. We don’t need no thought control. …” (No necesitamos educación. No necesitamos control mental.) Las canciones están ambientadas con una procesión infernal, adonde las chicas y los chicos son llevadas, como ganado, a una gran máquina procesadora de carne.

 

La procesión va de lo uniforme a lo informe. Chicas y chicos llevan las chaquetas formales clásicas de las escuelas inglesas. (Algún día, lectora, te diré algo acerca de esta fascinación con los uniformes escolares.) En el camino perderán su rostro particular y al final, antes de entrar a la trituradora, todas mostrarán una máscara informe. Los Pink Floyd reclaman a los maestros que dejen a los chicos en paz y les recuerdan que “All in all, you’re just another brick in the wall” (Al final, tú eres sólo otro ladrillo en la pared.) El chico-protagonista, Pink, ha perdido a su padre en combate (la segunda guerra mundial). Como en Tolkien y Lewis, el telón de fondo del director Alan Parker y del guionista-músico Roger Waters es la carnicería de la guerra interimperialista.

 

Saltemos quince años. En 1997 se publica la primera novela de Joanne K. Rowling sobre el niño-mago Harry Potter. Asumo que no tengo que reseñar la historia para tí, lectora. La serie de siete libros se convirtió en una saga cinemática de ocho películas. En 2011 vimos la última de ellas: Harry Potter y las Reliquias de la Muerte 2.

 

Primero hay que decir que el título en inglés es un poco más complejo, pues en el original las “Reliquias de la Muerte” son las “Deathly Hallows” … y hallow es una palabra enredada en Inglés. Cuando los angloparlantes rezan el Padrenuestro, no dicen “santificado sea tu nombre”, sino “Hallowed be thy name”. En inglés antiguo (anglosajón) “Hal” como sustantivo significa “fuerte” y como adjetivo “sano”, pero hay otro significado como sustantivo: “lugar secreto, esquina, rincón”. De ese anglosajón vienen las palabras inglesas modernas “whole” (completo) y “holy” (sagrado). En uno de los muchos sitios de discusión-interminable acerca de los significados de la obra de Rowling podrás encontrar una interpretación esotérico-cristiana no sólo del último libro de la serie, sino de toda la saga (Liga 2).

 

No es de extrañar. Hoy en día, C.S. Lewis es admirado como teólogo y ejemplo de cristiano evangélico (su hijo adoptivo Douglas Gresham es ministro en una congregación que, entre otras cosas, redime exabortistas). Hay una causa católica para santificar a Tolkien. Es bien conocida la fascinación de Robert Graves con la Diosa Blanca… Podrás notar, lectora, el tremendo impacto de la guerra interimperialista y la potencia del escapismo religioso. Es la herencia del siglo XX en todas las sagas que te he venido reseñando.

 

Cuando Mr. Potter destruye los horocruxes de Voldemort, debe destruirse a sí mismo –porque él mismo es un horocrux. Imagen extraña de Cristo, quien debe morir (deshacerse de lo humano, malo, en él) para asegurar a sus amigos la vida eterna (espiritual). Las “reliquias” son instrumentos mágicos que le permiten a Potter sortear ese “morir y bajar a los infiernos” representado en la entrevista de Harry con Dumbledore en una estación de tren adonde los restos de Voldemort están arrinconados bajo un asiento del andén… (hal, esquina, rincón). La muerte de Mr. Potter le ha permitido purificarse (hal, recobrar su salud, fortificarse). Y ya separado de la maldad (humana), puede regresar al mundo de los mortales para vencer a su enemigo (Christus Triumphans!)

 

Lindo, ¿verdad? Pero tiene un lado oscuro. Si empecé esta reseña con The Wall es porque en aquéllos días el grito de batalla era la liberación de los jóvenes y acabar con el “control del pensamiento” a que se nos sometía. El mismo Alan Parker que en Melody (1971) sólo había sugerido una pequeña rebelión infantil (ve mi reseña en la Liga 3) en The Wall (1982) cierra la escena que te conté con el incendio de la escuela y el sacrificio violento de los malos maestros. En aquéllos días aún se podía soñar con un mundo distinto. Acabábamos de triunfar en Nicaragua (1979) y se preparaba la Batalla de Cuito Cuanavale adonde angoleños y cubanos vencieron a la Sudáfrica racista (1987).

 

En cambio, entre 1997 y 2007, cuando Rowling escribe su saga, el péndulo de la Historia está en el otro extremo. Al final de la batalla entre Harry y Voldemort, vemos a Mr. Potter –feliz y normalmente casado con Ginny Weasley– llevar a sus hijos a Hogwarts. Los que aparentaban ser rebeldes resultan ser normalizados y normalizadores, herederos de la tradición. Hemos pasado del “We don’t need no education” al “We need education” y de una vez al: “We will take your education”…

 

Y lo peor de todo es que todas y todos creemos que hemos ganado, pues Potter triumphans

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

 

Liga 2:

 

Liga 3:

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