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Olvidos y recuerdos (1): Cuito Cuanavale sí existió

Federico Anaya Gallardo

La semana pasada que conté, lectora, cómo la lucha contra el Apartheid se dio tanto en la pantalla cinematográfica como en los campos de batalla. Si alguna de esas contribuciones hubiese faltado, es posible que el régimen racista sobreviviese. Mandela habría muerto en prisión. Creo que ya te comenté que los politólogos expertos de EUA consideraban una democracia a la República de África del Sur (fundada en 1961)… pese a que su constitución claramente establecía, por ejemplo, que para ser miembro del Senado y de la Asamblea legislativa se requería ser blanco (artículos 34.d y 46.d). La población negra (70% en aquél tiempo) estaba representada por un senador blanco designado por el presidente de cada una de las cuatro provincias que formaban la república, aunque se establecía que ese senador blanco debía estar “completamente informado, por razón de la experiencia oficial o equivalente, de los intereses de la población de color en la provincia para la cual es nominado”. No había derechos electorales para las y los sudafricanos negros: la función de sus senadores blancos era “entre otras cosas, …servir como el canal a través del cual se promueven los intereses de la población de color en la provincia.” El régimen Apartheid no inició en 1961. Diez años antes, en 1951, cuando la Unión Sudafricana aún era parte del Imperio/Mancomunidad Británicos, una Ley para la “Representación Separada” en la Provincia del Cabo ya establecía esa regla infausta de que los negros fuesen representados por blancos. Aparte, aclaraba que los intereses de la población “no-Europea” debían ser “razonables” (artículo 7). Si no lo eran –y lo razonable era lo que el Apartheid dijese–, no se podía hablar en el parlamento.

Lectora: te aburro con los datos para que entendamos mejor las tres recomendaciones cinemáticas que te haré esta semana y la siguiente.

La primera es un videíto inglés producido por Encyclopedia Britannica Films de 1956, en el que se explica qué es Sudáfrica. (Lo encontrarás incluido en la página inglesa de Wikipedia, Liga 1.) Sus 16 minutos, en Inglés sin subtítulos, son muy ilustrativos. El centro de la narración es la exploración europea, desde la fundación de Ciudad del Cabo por el portugués Vasco de Gama hasta la industria extractiva y el comercio internacional. El narrador salta rapidito de la fundación portuguesa a la aparición de los holandeses y luego a la llegada de los ingleses quienes “se quedaron asociados con los holandeses”. (Nada nos cuenta de las dos sangrientas guerras entre ambas naciones alrededor de 1900. De hecho, ni siquiera menciona el nombre local de los holandeses: Boers. Recordemos: es un documental británico.)

Si este tipo de discurso oculta, en medio de mieles comerciales, la enemistad entre europeos, la cosa es peor cuando el documental nos presenta a los pueblos originarios. Primero –mientras la pantalla nos muestra dos parejas blancas que pasean por la acera de una moderna ciudad– el narrador nos dice que la población era entonces de 12 millones de personas “de las cuales unos 3 son blancos”. (De hecho, los blancos nunca pasaron de 1/5 de la población total. Hoy rondan apenas el 10%.) El narrador reconoce que “la historia de Sudáfrica es básicamente [la] historia” de esos dark skinned peoples (sic que no se atreve a decir negros). Inmediatamente, pasamos a las Reservaciones (sic que admira a los estadounidenses genocidas de pieles rojas)… La cámara nos muestra una aldea formada por chozas tradicionales, habitada por negros que visten larguísimas túnicas, pastorean vacas por la sabana y danzan en círculos. El narrador nos cuenta que “por mucho, la mayor parte de la población sudafricana son negros del grupo bantú”.

Pregunta a tus amigos etnólogos, lectora, acerca de la antropología imperial británica y pásales la liga de este documental. No te espoileo más. Mi punto es que en ninguna parte del documental se menciona la segregación, el sistema de Apartheid ni la explotación de la población negra. De ésta última sólo se menciona que en Johanesburgo se han construido grandes poblados para los negros adonde éstos empiezan a acostumbrarse al estilo de vida europeo (Soweto, por ejemplo). Mensaje: el progreso capitalista sacará a los negros de la primitividad de su vida tribal en las reservaciones; y los llevará a las ciudades adonde empezarán a comportarse como blancos mientras ellos trabajan en las fábricas y ellas limpian las casas de los blancos…

Mi otra recomendación de hoy nos lleva de regreso a la guerra por la liberación de los pueblos negros de Sudáfrica. Es otro documental, titulado Cuba, Sudáfrica: después de la batalla. Fue dirigido por Estela Bravo y producido en La Habana por Granma/Nexos y Canal 4 Televisión UK en 1990. (Liga 2.)

Sus 56 minutos empiezan con un desfile militar de las SADF (South Africa Defense Forces) que avanzan al ritmo de una marcha estadounidense. (¿Trampa ideológica cubana ó cinismo de las proxy wars de los EUA? A sabéer.) Luego oímos un discurso del Presidente de Sudáfrica, P.W. Botha, quien declara: “no somos una nación de débiles, enfrentamos la adversidad desde posiciones de fuerza. Los países comunistas han proveído finanzas, comercio y equipo militar a la SWAPO [South West Africa People’s Organization, en Namibia] y al ANC [African National Congress, en Sudáfrica] y también tienen planes para nuestro país. No nos hagamos ilusiones: si los comunistas ganan esta batalla en África del Sur, la civilización occidental misma estará en peligro.” Bravo salta entonces de trinchera, nos muestra ondeando la badera rojinegra angolana y un desfile de africanos negros cantando en lengua originaria. (Un poco al estilo de The Power of One… pero lejos del buenondismo pacifista.)


La documentalista cubana nos mostrará opiniones alternadas de ambas partes, incluyendo excombatientes sudafricanos blancos –algunos de los cuales seguían pensando que la guerra que su gobierno les hizo pelear en Namibia y Angola era justa. A Bravo le interesa mostrarnos el rostro de las familias de los caídos de ambos lados de la trinchera y nos muestra entrevistas en los hogares de deudos sudafricanos y cubanos. En ambas partes encuentra patriotismo y dolor.

El documental cierra con un intercambio de prisioneros. El cabo sudafricano Johan Papenfus fue canjeado por tres cubanos y doce angolanos en 1989. La directora entrevistó a Papenfus en Habana. El prisionero reconoció que “el enemigo cubano” era mejor de como le habían contado, pero aclaró que volvería a luchar contra Cuba en defensa de su país. Bravo le preguntó qué pensaba de la gente negra en Sudáfrica. Papenfus respondió que “—Ellos no piensan como los blancos.” La directora le preguntó cómo veía a los negros en Cuba. Papenfus rió sarcástico: “—Aquí son amigos.” Allí Bravo le cuestionó si no podría ser igual en Sudáfrica. Papenfus dudó, pero al fín dijo que “—Sí, tal vez, algún día.” Ese día aún no llegaba cuando el documental se terminó (1990), pero el filme está lleno de esperanza –la esperanza que nace luego de una difícil victoria militar. En la década que siguió a este filme, Angola se estabilizó, Namibia logró liberarse del yugo sudafricano y en la República de África del Sur se abolió el Apartheid y fue electo el primer presidente negro, Nelson Mandela.

Confieso que, en un asunto en que existe tanto odio de clase y de raza, me sorprendió que junto al militante internacionalismo proletario de la directora Bravo, ella haya tenido una generosa apertura para mostrarnos como humano al enemigo de clase, geopolítico y militar. La semana que viene te reseñaré un documental realizado desde el otro lado de aquélla trinchera.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:
https://en.wikipedia.org/wiki/Union_of_South_Africa#Union_of_South_Africa_and_Southern_Rhodesia

Liga 2:
https://www.youtube.com/watch?v=9fWGDQehzgA&ab_channel=FidelCastroRuz%2CSoldadodelasIdeas

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