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Descubrieron las joyas perdidas del galeón español “Nuestra Señora de las Maravillas”

Tan pródigo en tormentas era el canal de las Bahamas que la incertidumbre subía siempre a bordo de las naves españolas que se disponían a cruzar el Atlántico cargadas de riquezas. Pero aquella medianoche del 4 de enero de 1656 no había olas enormes que amenazasen con engullir galeones y pataches, solo oscuridad, un silencioso e inesperado enemigo para la Flota de Indias. A unos 70 kilómetros al norte del archipiélago, en una zona de aguas poco profundas, la capitana Nuestra Señora de la Concepción trató de esquivar un banco de arena; al girar, embistió a la almiranta Nuestra Señora de las Maravillas, un galeón que transportaba varias toneladas de metales preciosos.

En poco menos de media hora, el barco que recibió el impacto, al mando del almirante extremeño Matías de Orellana, chocó contra un arrecife y se fue a pique. Solo sobrevivieron 45 de las 650 personas que se habían subido en La Habana. El resto murió ahogado o devorado por los tiburones. Más allá de las pérdidas humanas, el naufragio fue un revés para las arcas de la Monarquía Hispánica. En las dos décadas siguientes, se organizaron varias expediciones para tratar de recuperar la carga. Se pudieron rescatar 36 cañones de bronce y alrededor de 2,9 millones de pesos, monedas de plata con valor de ocho reales.

Desde su hundimiento, el Maravillas —nombrado así por la escultura de una Virgen milagrosa de un monasterio carmelita de Madrid— ha sido uno de los pecios más expoliados de la historia. Pero a pesar de ese aciago honor, su cargamento y sus joyas todavía siguen saliendo a la luz. Un proyecto de la empresa Allen Exploration, que ha formado un equipo de arqueólogos subacuáticos, buceadores locales y otros expertos, ha localizado monedas de oro y plata, fragmentos de porcelana china, pendientes, un lingote de plata y otros objetos de gran valor, como la empuñadura del mismo metal de una espada que perteneció a un soldado llamado Martín de Aranda y Guzmán.

En un área de búsqueda de 12×8 kilómetros —se estima que las piezas restantes del Maravillas han sido desperdigadas por la acción de los huracanes—, los investigadores han identificado más de 8.800 posibles objetivos. “Al mapear cada tipo de descubrimiento, estamos reconstruyendo el misterio de cómo el barco naufragó y se hundió”, explica James Sinclair, arqueólogo marítimo del proyecto, también enfocado en realizar análisis del fondo y su evolución. “Esto no es solo arqueología subacuática forense. También estamos profundizando en excavaciones previas, averiguando qué hicieron, dónde y por qué”.

Los objetos del barco español, de 891 toneladas, van a constituir el principal atractivo del Museo Marítimo de Bahamas, que abrirá sus puertas el próximo 8 de agosto. Entre los más destacados se encuentra una impresionante cadena de oro de 176 centímetros, seguramente elaborada en Filipinas, decorada con motivos de rosetas de cuatro lóbulos y cuyo posible destinatario fuese algún miembro de la aristocracia o incluso la realeza española.

Sobresalen también dos pendientes de oro relacionados con la Orden de Santiago, que seguramente perteneciesen a alguno de los caballeros embarcados del cuerpo militar. El primero, con forma de concha de vieira, fue reforzado en su parte trasera por una piedra bezoar india, famosa en Europa en el siglo XVII por sus poderosas propiedades curativas. La segunda joya presenta una esmeralda verde procedente del actual territorio colombiano. Ambas piezas cuentan en su centro con una cruz de Santiago. Otros objetos religiosos recuperados son un pequeño medallón y una cruz dorada exquisitamente elaborados.

Las prospecciones de teledetección con magnetómetros de alta resolución, sonar de barrido lateral y análisis de batimetría han localizado más monedas acuñadas en México. La ubicación es importante porque oficialmente el Maravillas no transportaba piezas de plata procedentes de Nueva España. “El galeón estaba lleno de contrabando que engrosaba ilegalmente los bolsillos de los comerciantes y funcionarios españoles”, precisa Carl Allen. Por ello es imposible calcular la verdadera dimensión del cargamento del galeón en el momento de su naufragio.

Desde Allen Exploration aseguran que este proyecto, que ha permitido localizar otros 18 pecios, no persigue ningún fin de lucro. “Nada se va a subastar. Todo lo contrario. Carl Allen está comprando material de otros naufragios para devolverlo a las Bahamas”, dicen, mencionando un astrolabio de bronce perteneciente a otro navío español y que fue sacado ilegalmente del país.

El trayecto del galeón

El Nuestra Señora de las Maravillas fue construido en 1647 en el astillero de Basanoaga por Martín de Urnieta y llevaba un imponente león de oro en la proa. El 10 de julio de 1654 zarpó como nave almiranta de la Flota de Tierra Firme liderada por el capitán general Francisco Núñez de Guzmán, marqués de Montealegre. El convoy llegó a Cartagena de Indias el 22 de agosto y debía unirse a la Armada del Sur en Portobelo, Panamá. Pero ante el inicio de la temporada de huracanes, la flota, que había perdido una nave al chocar contra un arrecife, debió retrasar su regreso a España.

El 1 de julio, el marqués de Montealegre recibió órdenes de volver, travesía que se demoró unos meses más ante la presencia de buques ingleses en la zona. El Maravillas había recogido en Lima un importante cargamento de plata y transportaba los tesoros salvados del Jesús María de la Limpia Concepción. Tras salir de la Habana, bordear la costa norte de Cuba y llegar al canal de las Bahamas, el galeón encontró un final inesperado.

Con información de: El Español

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