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Opinión

Ver para pensar: Adolescentes espaciales

Federico Anaya Gallardo

Hace unas semanas, en las redes sociales circuló la noticia de que había llegado la fecha de nacimiento del señor Super Sónico (George Jetson) personaje central en la caricatura Los Supersónicos (The Jetsons). Para las lectoras más jóvenes, explico que esta era una serie de dibujos animados producida entre 1962 y 1963 por la compañía Hanna-Barbera para la cadena de televisión ABC en los EUA. Mal andamos, porque asegún los Supersónicos, dentro de 40 años deberíamos tener autos voladores, ciudades flotantes y Robotinas como servidumbre. Más bien avanzamos a la extinción masiva vía cambio climático y capitalismo neoliberal.

Ahora bien, imaginar el futuro no es una costumbre All-American sino universal. Por eso te inserto, lectora, ejemplos de la visión que los soviéticos tenían de sus ciudades futuras. La primera data de 1939 y muestra un Moscú de anchas avenidas para autos y un sistema de trenes magnéticos que atraviesa la ciudad en las alturas. La segunda imagen, con autos voladores y rascacielos-colmena perfectamente organizados junto a jardines colgantes, data de 1967 –cuatro años después de los Supersónicos capitalistas– y fue publicada por la revista Техника Молодежи (Tekhnika Molodezhi, Tecnología para Jóvenes) que era el “órgano” (орган, organ) del Comité Central del Komsomol (la organización juvenil comunista de la URSS).

Al parecer, esto de lo que estoy hablando tiene que ver con el “retro-futurismo”, en el sentido de que me interesa saber cómo se imaginaba el futuro en una época pasada. Ya dije que tanto los EUA como la URSS veían más ó menos las mismas cosas tecnológicas en el futuro –un futuro que ya nos ha alcanzado a todos. ¡Recuerda lectora que de acuerdo a esa  fantasía retro-futurista, por allí debe andar el recién nacido Super Sónico!

Mi recomendación de esta semana no es que vayas a ver las caricaturas de Hanna-Barbera (que son interesantes en sí mismas) sino que te dejes caer a ver algún episodio de una saga de ciencia-ficción iniciada en esos ya lejanos años sesenta: Star Trek ó Viaje a las Estrellas.

La serie se transmitió por TV abierta entre 1966 y 1968 por la cadena NBC. Buenas versiones están disponibles en plataformas como Netflix. Hay una increíble cantidad de vídeos en YouTube sobre el tema. Esta abundancia se debe en parte a que Star Trek se volvió una franquicia comercial muy redituable; pero también a que la serie original engendró –más bien espontáneamente– un fandom. ¿Qué es esto? La palabreja viene de la contracción de Fan-Kingdom ó reino de los fanáticos.

Los habitantes de este fandom específico son llamados trekkies y, si les acusas de ingenuos ó nerds, te arriesgas a que empiecen a exponerte una larga lista de razones por las que la serie es relevante. Y no les faltará razón. Cuando estaba estudiando en la capital imperial, en el verano de 1992, visité una exposición montada por el Instituto Smithsoniano en su Museo Nacional del Aire y el Espacio. Se conmemoraban los 25 años del debut de la serie y se proponía reflexionar acerca de los temas sociales, políticos y culturales que había tratado. Piensa, lectora, que las teleaudiencias de mediados de los 1960s vivían en una sociedad amargamente dividida. Muchas personas seguían considerando que los EUA eran el mejor y más acabado ejemplo de una sociedad democrática; pero el movimiento por los derechos civiles había demostrado las terribles injusticias que aún existían en la Arcadia liberal. Al mismo tiempo, la intervención norteamericana en Vietnam aparecía cada día más irracional y más injusta. La conjunción era obvia: ¿cómo justificamos la lucha contra los comunistas en el exterior si al interior somos tan injustos como los comunistas denuncian?

Los trekkies modernos nos aseguran que Star Trek fue pionera en mezclar personas de diversos orígenes en pantalla: afroamericanos, japoneses, latinos. Si uno de los roles principales era para un mestizo de humana y vulcano (el Señor Spock), ¿por qué no incluir a todas las naciones del planeta Tierra? El piloto Chejov era ruso –que en 1966 era decir “soviético”. La guerra de Vietnam se coló al menos dos veces en los guiones –obligando a las audiencias a pensar un poco acerca de su realidad mientras soñaban en las estrellas. ¡Atención! No les gustó. El rating de Star Trek nunca fue bueno y NBC terminó cancelando la serie en 1969. Pero cuando en la década siguiente la serie se transmitió vía repeticiones (reruns) en cadenas regionales de EUA y en otros países, esos mensajes fueron no sólo mejor recibidos, sino que conscientizaron a un segmento culto de la teleaudiencia.

Cuando visité la exposición que te cuento, no sabía que uno de los curadores era el historiador H. Bruce Franklin (n.1934) quien originalmente se había interesado en la ciencia ficción (Future Perfect: American Science Fiction of the 19th Century, Oxford, 1966) y que luego trabajó las relaciones entre ideología y tecnología (War Stars: The Superweapon in the American Imagination, Oxford, 1988). De hecho, el profesor Franklin era un activista del movimiento anti-guerra a principios de los 1970s. La Universidad de Stanford lo despidió por su participación en las protestas en 1972. Así que, cuando entré en el museo una tórrida mañana de verano en el Potomac, estaba yo en muy buenas manos. Ya te contaré de algunas cosas que aprendí allí en futuras kino-reseñas.

Hoy me concreto a una recomendación. Star Trek (serie original), temporada 1, episodio 2 (“Charlie X”). Fue transmitido por vez primera el 15 de Septiembre de 1966. Dura 50 minutos y cuenta cómo la nave exploradora (Enterprise) se cruza con una nave de carga Antares. El capitán de esta última desea entregar a un muchacho de 17 años, llamado Charlie Evans (interpretado por Robert Walker Jr). La Antares lo rescató en un planeta deshabitado, llamado Thasus –origen de una antigua civilización ahora desaparecida. El chico había naufragado allí con su familia trece años antes. Fue el único sobreviviente. Así que el episodio empieza con un misterio: ¿cómo hizo un infante para mantenerse solo en un planeta abandonado?

El guión de “Charlie X” fue concebido por el creador de Star Trek (Gene Roddenberry, 1921-1991) y escrito por Dorothy C. Fontana (1939-2009). A mí me parece que la historia del niño feral es de Roddenberry, inspirada en clásicos como Mowgli en El libro de las tierras vírgenes de Rudyard Kipling (1894) y Tarzán de los Monos de Edgar Rice Burroughs (1912). En el espacio, ¿quiénes son los lobos ó los monos que rescatan al cachorro humano? Se trata de los antiguos Thasianos, cuya especie evolucionó para convertirse en seres incorpóreos capaces de controlar la materia y el tiempo. (Recuerda, lectora, que en la ciencia ficción debes hacer muchas concesiones de verosimilitud.) Estos seres otorgaron a Charlie poderes síquicos y control sobre la materia que lo hicieron una especie de dios… un dios adolescente.

Allí esta anclada la segunda historia del episodio, que yo atribuyo a Fontana. En su planeta-isla desierta, Charlie no había tenido familia ni conocido mujeres. Al llegar al Enterprise se topa primero con el capitán James T. Kirk (William Shatner) –a quien de inmediato adopta como figura paterna. Luego se tropieza, textualmente, con la asistente Janice Rand (Grace Lee Whitney) con quien experimenta su primera excitación erótica. Inicialmente, esta segunda trama se teje amablemente con la primera. El chico hace aparecer un pomito del perfume favorito de Rand ó una rosa, y ofrece estos regalos a su “amada”. Tierno. Aunque Rand entiende lo que ocurre, no corresponde y trata de socializar al muchacho con mujeres más cercanas a su edad. Este se siente ofendido y agrede a Rand.

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Lo que vemos entonces ya no es tierno. Son escenas abiertas de acoso sexual. Ante los avances cada vez más violentos de Charlie, Rand responde con un firme y claro “NO”. Recuerda, lectora, que este guión se escribió en 1966 cuando el machismo naturalizado seguía siendo parte de la cultura común. (De hecho, el Capitán Kirk es retratado muchas veces como un macho alfa mujeriego e irresponsable, pero siempre exitoso.) En este sentido, el episodio es muy valioso.

Janice L. Newman, de Galactic Journey (55 years ago: Science Facts and Fiction) escribió hace un año una reseña del episodio. (Liga 1.) Newman nos dice que “lo que hace inusual esta narración es que las acciones de Charlie nunca se presentan como románticas, ni siquiera como aceptables. Rand es apoyada por su Capitán y nunca se le dice que está exagerando ó que se comporta de modo histérico.” Cuando escribió su comentario, Newman desconocía el género de Fontana –pero sospechaba que era mujer. Una mujer preocupada por registrar que todo acercamiento sexual debe ser siempre consentido, que NO significa NO, que las mujeres deben ser respetadas y que el deber de la sociedad es creerles cuando son agredidas por varones que no han superado su adolescencia.

Si ves el episodio con estos filtros, encontrarás también muchos otros elementos interesantes. Por ejemplo, la relación Kirk-Charlie es una mala caricatura de la incapacidad de los padres de acercarse a la sexualidad de sus hijos de un modo constructivo. Es probable que esta caricaturización haya sido otra estocada de la guionista Fontana, pues revela la superficialidad irresponsable de la cultura machista. ¡Qué bueno que Roddenberry haya dejado a la guionista Fontana presentarnos a su personaje principal como un varón profundamente inmaduro! En el episodio siguiente, la serie exploraría otra vez la cuestión de la violencia varonil y machista, de un modo menos progresista. Pero eso lo dejo para otra kino-reseña, querida lectora.

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