Las fiestas decembrinas suelen ser épocas de amor y paz, pero en la capital potosina más bien son días muy movidos, en especial en las oficinas y pasillos en los que despacha el alcalde Enrique Galindo y es que trata de desenredar una madeja que se empezó a enredar desde sus primeros días en la presidencia municipal.
Por ahora parece que los golpes bajos, patadas y pellizcos por debajo y por encima de la mesa están a la orden del día. Apenas nos estábamos reponiendo del “despido” que “disimuladamente” ordenó el gobernador Gallardo del titular de Interapas, Enrique Torres, cuando le renuncia su brazo derecho, Fernando Chávez, secretario general del Ayuntamiento.
La llegada de Jorge Daniel Hernández Delgadillo podría darle un respiro al alcalde. La experiencia política del relevo podría apaciguar las aguas, ojalá también le ponga en orden a los colaboradores cercanos que pareciera están más empeñados en llevar agua a su molino (grupitos y disputas intestinas) que ocupados en trabajar a favor de la ciudadanía.
Habrá que esperar las señales que revelen que tan consensuado estuvo el nombramiento de Hernández Delgadillo con el mandatario estatal, aunque a estas alturas, la relación entre el alcalde capitalino y el gobernador del estado ya parece un noviazgo tóxico en el que se pelean y reconcilian una y otra vez, aunque la sonrisa sólo sea para la foto.
Lo único que debería importar a estas alturas, es que las decisiones políticas se tomen en función del verdadero bienestar de la ciudadanía, que no paralicen obras, que realmente se atiendan las carencias sociales y en general, que se busque el bienestar de los habitantes de San Luis Potosí, más allá de las disputadas partidistas, el juego sucio por ambiciones personales o las aspiraciones transexenales.
Por Lidia Juache