La decisión de la empresa automotriz BMW de instalar en San Luis Potosí la planta que producirá automóviles eléctricos con una inversión de 800 millones de euros, seguramente puso muy de buenas al gobierno estatal.
Luego de varias malas noticias que por razones de inseguridad se estaban multiplicando en diversos municipios del estado, el anuncio de la mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, de que por fin se habría definido el lugar para instalar la nueva planta de la automotriz alemana, fue una muy buena noticia.
Y es que no es poca cosa el tamaño de la inversión y los empleos que habrá de generar. Como se recordará, la planta que funciona desde 2019 en Villa de Reyes, tuvo una inversión de un millón de dólares, genera tres mil empleos y cuenta con una capacidad de producir al año 250 mil vehículos.
La nueva planta que vendrán a anunciar el presidente y su canciller, Marcelo Ebrad en febrero, suma a la entidad potosina a una dinámica global de vehículos de energías renovables.
Mientras en México estamos pendientes de una nueva refinería que algún día refine petróleo, en el primer mundo ya están fabricando autos eléctricos sensibles, que detecten y se adapten al estado de ánimo de los conductores.
Sin embargo, no se debe perder de vista el gran pendiente que le corresponde al gobierno estatal garantizar: cuidar los recursos de las mayorías como el agua y que no se someta al interés económico. El riesgo es grande, pero suponemos que el compromiso con el medio ambiente de las autoridades estatales, también lo es.
De acuerdo a datos del corporativo ECOLAB, la fabricación de un automóvil puede ocupar aproximadamente cuatro mil litros de agua. Se calcula que el sector automotriz en México consume aproximadamente 10 mil millones de litros de agua anuales solamente en las armadoras de un estado, de acuerdo a datos de 2019.
El tema ecológico no es un asunto menor. San Luis Potosí vivió en los años 90s varias malas experiencias encabezadas por empresas extranjeras, por lo que más vale que los ciudadanos y autoridades, permanezcan atentos para que no salga más caro el caldo que las albóndigas.
Por: Lidia Juache