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Opinión

Ver para pensar: Hijo de la India

Federico Anaya Gallardo

1962. Mehboob Khan estrenó ese año Hijo de la India (सन ऑफ इंडिया, San of Indiya) estelarizada por su hijo adoptivo Sajid como un chico de diez años llamado Gopal. El carácter recuerda al Birju que el mismo actor-niño había interpretado en 1957 en Madre India (मदर इण्डिया, Madar Indiya): un muchacho rebelde que no se queda callado y dice su verdad aunque los adultos se molesten. En el inicio de la película, después del permiso de distribución, aparecen las palabras Mehboob Productions Private Ldt. en un monumento al estilo de la Twenty Century Fox en el que la hoz y martillo han sustituido el “20th” de la compañía estadounidense. Se oye una voz profunda que proclama en Hindi: “—No importa si la gente trata de hacerte daño, lo que pasa es porque Dios así lo desea”. Un aviso del mensaje más complejo que se ofrecerá al público en las siguientes dos horas y media. Puedes ver una buena versión en Hindi con subtítulos en Inglés en YouTube gracias a “SeplFilmiDhamaka” en la Liga 1.

De nueva cuenta, la música estuvo a cargo de Naushad Alí y éste siguió usando una orquesta occidental para sus composiciones. El director interrumpe periódicamente su narración para ofrecernos una canción ó un baile. (Un anuncio del estilo que hoy se relaciona automáticamente con Bollywood.)Mehboob se hace cargo de las críticas que Naushad había recibido en Madre India por su uso de instrumentos occidentales. En su guion ciertos personajes intercalan expresiones en Inglés para demostrar su “modernidad”. (Ya veremos que no es el único director de cine que registra esta característica de las nuevas élites en la República India.)

Contrario a los escenarios siempre rurales y campesinos de Madre India, la trama de Hijo de la India inicia y termina con escenas urbanitas y muchas veces burguesas. Una joven india (Kamla) vestida a la occidental baila con el mayordomo de su mansión (quien se llama Souza y ejemplifica la larga relación indo-portuguesa). Kamla le pide a su padre que su inminente fiesta de cumpleaños se lleve a cabo en el club, con bailes occidentales. El padre le vuelve la espalda, sombrío. La chica le pregunta qué le pasa, señalándole que los bailes modernos son un “buen ejercicio”. Él le responde a la muchacha: “—Sí, eso es bueno. Pero no me gusta. … Hija, yo puedo vestir ropas occidentales, pero mi corazón es Indio” (indostaní, según entiendo al oír el diálogo en Hindi). La chica hace un berrinche. El padre cede (siempre ha cedido). En la fiesta, Kamla conocerá a quien ella cree es “el amor de su vida”, un hombre llamado Kinshore.

Kamla desafía a su padre y se casa con Kinshore, quien viste occidental y quien sabe bailar música tropical latinoamericana tocada por músicos con sombreros que aparentan ser de charro. ¡Extraño reflejo de Nuestra América en las antípodas! Pero el novio está endeudado con el dueño del club, un gánster llamado Jung Bahadur, a quien todos llaman J.B. (pronunciado “Yei-Bí”). Este es otro extraño reflejo, pero de la cultura anglo-americana: al final de la narración este magnate del bajo mundo será buscará ser electo –engañando a los venerables líderes del Partido del Congreso de la India. (Una crítica feroz a los defectos de la democracia burguesa por parte de Mehboob.) Desde el inicio de estas aventuras, J.B. ha planeado el matrimonio de Kinshore para sacarle dinero al padre de Kamla. Como el suegro nacionalista/tradicionalista no acepta, J.B. no cobra nada. Este es el gatillo que dispara las tragedias.

El matrimonio fracasa cuando Gopal –el hijito de Kamla y Kinshore– apenas tiene dos años. Él reconoce que no se casó por amor, sino para cumplir los planes de J.B. Ella alcanza a rescatar al infante de las garras el gánster y se compromete a conseguir el dinero, pero como el estricto abuelo sólo quiere apropiarse de Gopal (para consentirlo y echarlo a perder como hizo antes con Kamla, por cierto) ella debe huir de la ciudad occidental hacia el campo. Es en este momento en que los espectadores empezamos a entender que ninguno de los personajes adultos en el filme es serio: todos están alucinados por algún tipo de contradicción ó falsa consciencia.

Cuando la madre abandonada y el infante huérfano abordan el tren no lo hacen para llegar a una comunidad rural como aquélla adonde Radha y su desgraciado marido Shamu resistieron tercamente la explotación en Madre India, sino a dos establecimientos de beneficencia –una especie de extensión del universo urbano que empezaba a regimentar a toda la República de la India en aquéllas décadas. Una de esas casas es católica. La dirigen monjas que discriminan a Kamla y a su pequeño por no convertirse al cristianismo. Gopal termina internado en otra escuela, dirigida por un schoolmaster Hindi. Pero como su madre no puede pagar las colegiaturas, el resto de los alumnos lo discriminan.

Pasan los años. A los diez, Gopal ha tratado de escapar una y otra vez del internado. Pero en cada ocasión es atrapado, regañado y puesto a escribir cien veces que “La disciplina es buena para mí”. ¡Atención! sus maestros dicen discipline en Inglés y no en Hindi. Otro director indio, Satyen Bose (सत्येन बोस, 1916-1993), tratará en 1949 y 1954 el tema de la educación de niños y adolescentes en dos películas, una en Bengalí y otra en Hindi. La última se llama Jagriti (जागृति, Awakening ó Despertar) y te contaré de ella la semana que viene.

Un día, en medio de uno de estos castigos, Gopal empieza a escribir una carta a su Dios y cae dormido sobre el escritorio. El alma del niño viaja a otra dimensión. Allí se entrevista con el Señor Shiva. Es un lugar similar a la plaza de la comunidad campesina en Madre India de 1957, con la gran estatua del Dios frente a la estatua de su toro sagrado, Nandi. Gopal reclama al Dios su triste condición, pues todos le desprecian por seguir creyendo en la vieja religión: “—¡Tú deberías pagar mi colegiatura! ¡Así nadie se burlaría de mí!” Shiva responde que no puede hacer eso porque Él tiene que gobernar el mundo entero… una respuesta ridícula que enfurece al chico. Gopal le grita que ya no seguirá creyendo en Él. Shiva trata de detenerlo, pero el muchacho huye. Al despertar, el director le pregunta con quién hablaba en sueños y a quién dirigía su carta. El niño le explica que hablaba con Shiva y el profesor le dice: “—¡Pues te ha respondido!” Acababa de llegar un telegrama de su madre, pidiéndole a Gopal que se reuniese con ella. Aquí inicia la Odisea del muchacho.

Mehboob nos regala entonces el primero de tres magníficos interludios musicales a cargo de su hijo adoptivo. Vemos a Gopal recorrer toda la India camino de la casa de su madre. Desde las montañas nevadas de los Himalayas hasta los grandes ríos y llanuras del subcontinente. Canta y baila mientras avanza. Monta en elefante, dromedario y camión. La letra de su canción repite “Soy un niño pequeño. Soy un soldado de este país. Viva la India. Viva la India.” El director inserta escenas de adolescentes uniformados marchando en campos deportivos.

Las aventuras de Gopal saltan, de la búsqueda de la madre a la del padre. Terminará en el moderno Bombay, explotado por un miserable que lo pone a bailar en la calle. En este punto, las audiencias mexicanas que provenimos de los 1960s y 1970s veremos un reflejo de Remi, el hijo de nadie (aquélla caricatura japonesa que dulcifica una historia brutal de la literatura francesa). La explotación que sufre Gopal es más cercana a la sombría versión original de Remi. Aquí, en el segundo interludio musical, Gopal canta que “Todos los humanos fueron monos (बंदर, bandar) en un principio” mientras mueve una cola postiza en medio de una muchedumbre. “Hasta que empezaron a trabajar, se les cayó la cola y crearon a los dioses”. Lo canta el niño explotado en situación de calle.

La tercera de las canciones de Gopal nos lo retrata como voceador… vendiendo periódicos. Salta de plaza en plaza, atraviesa calles, se mete entre la muchedumbre mientras canta: “¡Noticias, Noticias frescas!” (ताजा खबर, taaja khabar). Y explica: “—Ven tío, y oye las noticias del mundo … Traigo felicidad y también tristeza … Mira la condición de los humanos hoy día … Conoce lo que vale la humanidad hoy … La gente vive engañándose unos a otros … Noticias frescas, Noticias frescas, Noticias frescas … Hoy un devoto robó en el templo … Un deshonestó robó en una mezquita … La policía descubrió un engaño … Un viejo se casó con una niña … Un niño robó la bolsa de una señora … … Noticias frescas, Noticias frescas, Noticias frescas … Un rico abandonó su orgullo … Un pobre murió de hambre en la banqueta … Hoy los salarios subieron y mañana los precios de la comida subirán más … Un caballero irá a su oficina luego de comer unas frituras … … Noticias frescas, Noticias frescas, Noticias frescas … Hay un Dios en todas partes … Muéstrame un humano entre toda esta gente … Poca gente llama cosa buena a la comida y algunos llaman Dios al dinero … Todo mundo hace trampa … El miedo a la policía es mayor que el temor de Dios … Noticias frescas, Noticias frescas, Noticias frescas …… Hoy América probó la bomba atómica … Rusia mandó un cohete a la luna … La gente hace grandes progresos pero nadie entiende la verdad … ¿Quién sabe adónde va la gente? … … Noticias frescas, Noticias frescas, Noticias frescas…”

No te spoileo cómo Gopal vencerá a J.B. y logrará la Justicia. Lo cierto es que Mehboob tejió un enredo de varios argumentos que a ratos parecía imposible de arreglar… pero lo logra. E incluso le permite al Señor Shiva arreglar el desastre que había permitido.

Extraña película. Sus constantes episodios musicales son sin duda entertainment pero, como muestran las tres canciones de Gopal, también son oportunidad de propaganda, reflexión y denuncia. Los personajes adultos pueden parecernos caricaturas, pero sirven de marco para que la rebeldía del muchacho le recuerde a madres y padres de la India de los 1960s que, si dejaban joder a la niñes, la joven República se hundiría. Y, de nuevo, como en Madre India, las mujeres son el único soporte serio del héroe. Todas ellas: la madre, la prostituta, la heredera, la hermana trabajadora.

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