Los tiempos políticos, la capacidad de gestión y la cruda realidad no siempre cuadran y por ende, no siempre se entregan los resultados esperados o prometidos.
Ya en el sexto mes de año, parece que a los gobernantes se les comienza a hacer bolas el engrudo y las principales obras que prometían ser emblemáticas, simplemente no cuajan.
A cuatro meses de cumplir ya dos años en el poder, para el gobierno de la capital parece que el tiempo se está convirtiendo en su peor enemigo. Son varias las obras y acciones que se prometieron y que hasta la fecha, no asoman su realización. A pesar de que en la ceremonia de toma de posesión se describiera a la ciudad como “territorialmente destrozada, socialmente abandonada y brutalmente insegura”.
Los pendientes acumulados van desde el reordenamiento de las ciclovías, la tan anunciada semaforización hasta el inevitable y escabroso tema del abasto de agua y tristemente se acercan los tiempos en donde el factor político, pondrá más presión en los hombros de los tomadores de decisiones.
Por su parte, a nivel estatal, también se han retrasado algunos proyectos que prometían impactar en la vida de muchos, por ejemplo, se dijo que para marzo estaría funcionando el metrobus, obra indispensable para intentar mejorar la movilidad.
Lo cierto es que muy seguido se siguen repitiendo los casos y situaciones que hacen evidente el insuficiente esfuerzo de las autoridades, la escasez de presupuesto y hasta la poca eficacia en la gestión.
Lo más preocupante es que en un país como el nuestro, las ya cercanas campañas políticas se encargan de ocultar y desplazar por algunos meses las urgencias y prioridades de la agenda social, esa que si preocupa y quita el sueño a los ciudadanos: salud, educación, empleo, mejor calidad de vida, etc, etc…
Por Lidia Juache