Federico Anaya Gallardo
Paso ahora, lectora, a platicarte acerca de la más reciente de todas nuestras kino-Cleopatras –la creada por Tina Gharavi para la serie Reinas Africanas de Netflix en este año de 2023. Esta Cleopatra es interpretada por Adele James –una actriz británica “birracial”. (La expresión birracial la usa CNN en un reportaje sobre este aspecto de la serie.) James se queja de la crítica en estos términos: “El ‘blackwashing’ no existe, ¿verdad?”. La actriz británica, hija de una mujer blanca y de un varón negro, añadió: “Me parece triste que la gente tenga tanto desprecio por sí misma o se sienta tan amenazada por la negritud que tiene la necesidad de hacer eso, de separar Egipto del resto del continente”. (Liga 1.)
La semana pasada te explicaba cómo los persas aqueménidas habían creado la idea de un Estado pluri-nacional gobernado por un Rey de Reyes que se legitimaba ante cada una de sus Naciones en los términos culturales de cada región. Tolomeo, el general de Alejandro Magno que se quedó con Egipto en 323 aC, construyó su reino de ese modo. Pero no fue el primero en aplicar la estrategia. Dos siglos antes, en 525 aC, el segundo Rey de Reyes aqueménida, Cambises II, conquistó Egipto con la ayuda de un almirante-médico-sacerdote egipcio llamado Udjahor-resnet.
Conocemos los detalles porque ese político nativo mandó esculpir una estatua suya en la que se inscribieron sus buenas obras. La estatua se preservó –aunque decapitada– porque el emperador romano Adriano (76-138 dC) se la llevó a Roma. Hoy está en el Museo Gregoriano Profano. (Nota, lectora, la antigua fascinación romana con los detalles de la política egipcia.)
Udjahor-resnet convenció a Cambises II para que la tropa persa que ocupaba el templo de la diosa-madre Neit en Sais se trasladase a otro lugar, permitiendo que el santuario fuera purificado. En ese tiempo, Neit era adorada como madre de todos los dioses, incluido el sol Ra. Udjahor-resnet elaboró el nombre egipcio de Cambises: “Mesuti-Ra” –el hijo de Ra. (Es decir, Cambises II limpió el templo de su “abuela divina”.)
La semana pasada te compartí los relatos judío y babilonio de la liberación realizada por el Rey de Reyes persa. Hoy te dejo, lectora, con las palabras del político egipcio: “Me aseguré de que Su Majestad supiese de la grandeza de Sais, casa de la gran Neit, madre que parió a Ra –la que parió cuando nadie antes había parido. Me aseguré de que Su Majestad supiese lo que significa el templo de Neit, quien es el cielo en todos sus detalles, que conociera la importancia de los castillos de la corona roja y de los dioses y diosas que en ellos viven … y que reconociera … los misterios de todos los dioses”. (La traducción del Egipcio al Inglés puedes verla completa en la Liga 2.)
¿De qué color era la piel de Udjahor-resnet? No lo sabemos. Era un miembro de la élite en la dinastía XXVI (664-525 aC) que era “nativa” porque había substituido a los faraones negros originarios de Nubia (el antiguo Kush). Los faraones egipcios de Sais eran originalmente tributarios de los kushitas. Uno puede imaginar que, en los siglos de preponderancia nubia, se formalizaron muchas alianzas matrimoniales en la élite –que serían, en los términos de CNN, “birraciales”.
Regresemos a Adele James. Su Cleopatra negra es razonable histórica y étnicamente. Aunque durante los tres siglos de su régimen los Tolomeos practicaron el incesto ritual para mantener la “divinidad” de faraonas y faraones; precisamente por eso es que la dinastía se habría procurado sangre nueva a través de las grandes familias nativas… que eran “birraciales” desde hacía siglos.
Aparte, nuestra obsesiva oposición contemporánea entre negritud y blanquitud nos hace olvidar que, apenas en 1604, Shakespeare retrataba a Otelo como un militar aristócrata negro al servicio de la Serenísima República de Venecia. Se olvida también que cuatro años después, en 1608, el Papa recibió a Nsaku Ne Vunda, un noble bakongo enviado como embajador ante la Santa Sede para negociar que los obispos de aquélla nación subsahariana fuesen nombrados directamente por el Vaticano –y no por mediación de los portugueses. El reino bakongo dominaba la costa atlántica en lo que hoy son Angola y Zaire. El autor congoleño Wilfried N’Sondé ha escrito una biografía novelada del embajador bakongo a Roma (Un océano, dos mares, tres continentes, Elefanta, 2022).
Entre 1500 y 1600, los bakongo dominaban el primer trecho de la ruta del tráfico trasatlántico de esclavos. Por lo mismo, negritud aún no significaba esclavitud. Y blanquitud aún no significaba libertad-dominación. Hay que recordar que las palabras esclavo (Castellano), schiavo (Italiano), esclave (Francés), esclau (Catalán), slave (Inglés), sklave (Alemán) y slaaf (Neerlandés) provienen todas de slova (слова) que significa palabra en las lenguas eslavas (Polaco, Ruso, Ucraniano). ¿Por qué? Porque durante la edad media europea el mayor comercio de esclavos lo realizaban mongoles y turcos depredando a los pueblos eslavos que habitaban al norte de Crimea. En esos tiempos, en el Mediterráneo, cierta blanquitud podría confundirse con esclavitud.
Nos queda claro, entonces, que el debate sobre la negritud de Cleopatra está muy mal planteado. El problema es que esa es la línea de debate predominante alrededor de la serie de Netflix. Menos importancia le hemos dado a un detalle subrayado por la productora Jada Pinkett Smith (quien es la narradora de los cuatro episodios): Cleopatra fue una monarca independiente y capaz –quien no dependía del poder de sus parejas masculinas para actuar.
Nada nuevo, Plutarco describió a Cleopatra como una mujer capaz de persuadir en un coloquio y aseguró que oír su discurso era como escuchar un instrumento de varias cuerdas. Pero hoy en día, luego de la Cleopatra de Mankiewicz (1963) y de la amenaza de una Cleopatra interpretada por Gal Gadot, la idea de una faraona maquiaveliana nos parece revolucionaria. (Soy injusto con Gadot: la actriz israelí ha declarado que si le interesa interpretar a la última soberana de Egipto es porque desea “cambiar la narrativa de Cleopatra y celebrar su legado como una mujer poderosa e influyente en la historia.” Liga 3.)
Como sea, lectora, en la plataforma de Netflix podrás ver los cuatro capítulos de La Reina Cleopatra, dirigidos por Tina Gharavi. Recordemos que es un docu-drama. Acaso por ello nos puedan chocar algunos detalles en las escenificaciones. Por ejemplo, el Octaviano de Gharavi es un hombre mayor y no el muchacho que heredó las leyendas de César y Alejandro. Pero debemos recordar que el foco central es la reina del Nilo –y no el joven que la derrotó y ocultó su recuerdo. Y en este punto, la parte documental está magníficamente construida a través de entrevistas en profundidad a mujeres expertas. La más impresionante, en mi opinión, es la doctora Shelley P. Haley del Hamilton College en Nueva York. Experta en cultura e historia romanas, Haley nos confiesa que la sombra de Cleopatra le había perseguido desde hace muchos años. Sus aportes nos ayudan a entender a la última de los Tolomeos.
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