Hace 30 años dos balas mataron al excandidato presidencial Luis Donaldo Colosio, conmocionaron al país y lo dejaron marcado, al menos, por la duda: tres décadas después sigue como un caso sin resolver y ronda la intención de reabrirlo para encontrar nuevos culpables.
No hay acuerdo sobre si algo hubiera cambiado con un gobierno de Colosio, qué efecto tuvo en el país su asesinato o qué aprendió México tras esa experiencia: la sospecha es la única coincidencia en torno a ese magnicidio.
Para politólogos ese crimen fue un parteaguas que el país no ha superado, pues no hubo justicia y nadie confía ya en esa investigación.
El año del asesinato de Colosio fue la acumulación de problemas: el 1 de enero de 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas; el 23 de marzo fue asesinado Colosio, entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el 29 de septiembre fue ultimado el entonces secretario general de ese partido, José Francisco Ruiz Massieu.
“Fue el annus horribilis mexicano y marcó un antes y después”, establece el politólogo Agustín Basave Benítez, profesor emérito de la Universidad de Monterrey (UDEM).
Y las repercusiones se sitúa en el ámbito político, económico, social, y todas fueron “para mal”, agrega quien fuera colaborador y amigo de Colosio:
“Ese asesinato fue una especie de mensaje: a partir de ahora todo se vale”, valora.
Para el historiador y analista político Jacques Coste, el crimen fue el momento más dramático:
“Fue la cumbre de una época en la que se resquebrajó en el régimen postrevolucionario de partido hegemónico y donde salieron a relucir las fracturas de ese de ese partido que se caracterizaba por la disciplina de partido”, asegura.
Para historiador Lorenzo Meyer se trata de un episodio inconcluso de la historia:
“Lo único clarísimo es la imposibilidad del gobierno, del Estado mexicano, de dar una explicación convincente y que ponga ya fin a las especulaciones… no ha concluido y a lo mejor nunca concluye”, advierte.
¿Quién era Colosio?
Colosio era un economista y un político tradicional. Fue formado en el PRI, que también presidió y del que fue senador; fue cercano al entonces presidente Carlos Salinas, quien lo nombró secretario de Desarrollo Social y también su candidato a sucederlo en el cargo para las elecciones que serían el 21 de agosto de ese año.
Murió asesinado el miércoles 23 de marzo, en un mitin de campaña presidencial en Lomas Taurinas, una colonia popular de Baja California, para entonces único estado gobernado por la oposición, Acción Nacional (PAN).
El levantamiento zapatista, iniciado el 1 de enero de ese año en Chiapas, tenía al país en una dinámica de incertidumbre sobre la estabilidad social.
Y sobre la política también había dudas: por esas fechas, al menos mediáticamente seguía la percepción de un posible relevo del candidato presidencial Colosio ante el activismo de Manuel Camacho Solís, quien quiso ser postulado, no lo logró y atrajo todos los reflectores a su figura como interlocutor con el EZLN y responsable de la pacificación en Chiapas.
Casi dos semanas antes de su deceso, el 6 de marzo previo, Colosio emitió un discurso célebre, en el Monumento a la Revolución. “Reformar el poder”, demandó.
“Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”, dijo Colosio entonces, en un mensaje que algunos vieron como ruptura en el PRI.
El analista político de la consultora Integralia, Jacques Coste, asegura que si bien Colosio no pudo llegar a ser presidente y desde ahí concretar cambios en el sentido de ese discurso, su asesinato y el contexto que lo rodeó fueron clave para evidenciar que los viejos arreglos políticos ya no funcionaban.
“Salieron a relucir las fracturas de ese de ese partido hegemónico del PRI que se caracterizaba por la disciplina de partido”, agrega el también maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora.
En ese sistema, dice, para lograr grandes consensos entre la sociedad mexicana operaba un sistema corporativista:
“Era una red política incluyente mediante la incorporación en sectores del partido y mediante distintos acuerdos políticos informales con la clase trabajadora, las clases medias, las regiones, los empresarios (pero) para los años 80 y los 90 todo ese aparato se estaba quebrando”, explica.
El magnicidio “fue un síntoma de ese quiebre y fue sin duda también un momento político dramático que dio cuenta de que el sistema ya no aguantaba más, ya era insostenible” indica el historiador.
¿Fue un crimen político?
Basave Benítez, quien incluso llegó a presidir la Fundación Colosio, hoy está retirado de la política y de la academia, pero activo en la escritura.
Reconoce que a su juicio hubo un trasfondo:
“Creo que eso (el crimen) rompió las reglas no escritas de no usar la violencia como instrumento político, reglas que se habían establecido con algunas variantes desde el asesinato de Álvaro Obregón en 1928.
“Me parece que eso de alguna manera fue una especie de mensaje y decir: a partir de ahora todo se vale. Y aunque no tengo datos empíricos para afirmarlo, creo que a raíz de eso empezó la espiral de violencia en México”, afirma en entrevista.
Admite que carece de datos que lo corroboren, pero considera que, desde su visión, a raíz de los hechos violentos de 1994: el asesinato de Colosio, el de José Francisco Ruiz Massieu, el levantamiento del EZLN, inició en el país la violencia ya sin límites.
“Fue una especie de prolegómeno con variantes, entre ellos la violencia del crimen organizado, pero sobre todo la imbricación del crimen organizado en la política mexicana. En ese sentido fue un punto de inflexión, pero para mal”, destaca.
Recuerda de esas fechas que personalmente vivió hechos que no podrían verse como de inseguridad común.
“En mi caso personal, por ejemplo, recibí mensajes amenazantes, intimidatorios; viví un secuestro exprés por esas fechas. Pudo haber sido real, con el móvil de sacar dinero de la tarjeta, pero pasaron muchas cosas que difícilmente se pueden creer como casualidades.
”A raíz de este asesinato, pues como que hubo carta libre a la violencia política y contra los ciudadanos. No lo puedo demostrar pero para mí ese asesinato fue un mensaje de se vale todo. Ya no hay límites, ya no hay reglas no escritas”, remarca.
Con información de: Expansión Política