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Opinión

Ver para pensar: Su Alteza Serenísima (según Cazals)

Federico Anaya Gallardo

Querida lectora: La semana pasada, más que kino-reseña, te ofrecí una talío-reseña, pues revisamos la obra de teatro Su Alteza Serenísima de José Fuentes Mares Silló (1918-1986). Te cuento que originalmente quería abordar la película que hoy comentaré, Su Alteza Serenísima de Felipe Cazals Siena (1937-2021) pero fui engañado por el título idéntico. No estuve solo en mi engaño. Varios amigos a quienes pregunté asumían que la película de Cazals era una adaptación cinematográfica de la farsa antipatriótica en tres actos de Fuentes Mares, publicada y estrenada en 1969 en Chihuahua. Incluso ChatGpt las confundió cuando pregunté. (De hecho, me ha dado dos respuestas opuestas… hasta ahora: la IA va aprendiendo, pero por mientras resbala.)

La cuestión la resolví viendo ambas obras y comparándolas. ¡Y todo estaba a mano en la www! La semana pasada ya te comenté cómo descargar el PDF para leer la obra de Fuentes Mares y en qué dirección de YouTube puedes ver una representación de 1993. De la película de Cazals, distribuida en el año 2000, puedes ver una buena versión, en YouTube gracias a “Abrâxas” (@a.b.r.a.x.a.s) en la Liga 1. La subió el año pasado. Cazals hace una narración completamente distinta a la de Fuentes Mares, cuenta otra historia y tiene otra intención política en las antípodas del chihuahuense.

En la búsqueda electrónica que te cuento, lectora, tropecé con varias reseñas de Su Alteza Serenísima de Cazals. En Julio de 2001, en el número 31 de LetrasLibres, Gustavo García Gutiérrez (1954-2013) la hizo pedazos: “A Felipe Cazals lo distingue aprender de sus errores, lo que no quiere decir que cada vez filme mejor, sino que, a estas alturas, ha aprendido mucho.” García Gutiérrez nos recuerda que Cazals regresaba al cine luego de un estentóreo fracaso con Kino (1993) y sugería –socarrón, como su amigo, el marqués Sheridan– que retratar a Santa Anna soñando con regresar por sus fueros en una época que ya lo había olvidado era muy propio de Cazals “y otros cineastas de la guardia echeverrista [en] las nuevas condiciones del cine mexicano”. (Liga 2.) A García Gutiérrez le molestaba que el cine histórico de Cazals enterraba la “personalidad del cineasta tras una impersonalidad institucionalmente impuesta”. Esto parece verdad para Aquellos años (1973) adonde Cazals retrató la saga juarista –y que recibió el Premio Especial del Jurado en el VIII Festival Cinematográfico Internacional de Moscú. (Esta película apenas la estoy viendo, así que te la reservo para otra kino-reseña, querida lectora.)

En cambio, Leonardo García Tsao, su admirador, nos dice en la misma LetrasLibres –aunque veinte años después– que en su cine histórico, “Cazals encontró la forma de hacernos visceralmente partícipes de [un] mundo que destila autenticidad” no importando si la escena proviene de “el pueblo de San Miguel Canoa, la cárcel de Lecumberri, el burdel de unas lenonas homicidas, un claustro represivo de monjas, un cinturón de miseria donde puede ocurrir un filicidio, la última morada del general Santa Anna o diferentes instancias de la revolución mexicana”. (Liga 3.)

Te pido, lectora, leer con atención estas dos reseñas de Cazals. García Tsao nos dice del cine de Cazals en Canoa (1976): “Aun cuando el espectador sabe lo que va a suceder, la secuencia climática sigue siendo estremecedora”. García Gutiérrez critica el cine de Cazals en Su Alteza Serenísima (2000) diciendo: “Cazals hace dos movimientos fatales: anuncia desde el principio que estamos en ‘el antepenúltimo día’, para que el espectador sepa de inmediato en qué va a terminar aquello, sobre todo cuando, una hora después, aparezca el fatídico ‘el último día’. Cancelada cualquier tensión convencional (¿en qué irá a acabar la película?), se debe sostener en el juego interno de cada escena”… lo que no gusta a García Gutiérrez.

Confrontando a los dos Garcías, y viendo con atención Su Alteza Serenísima, me parece que García Gutiérrez se equivoca y García Tsao acierta –porque su juicio sobre Canoa aplica igual a Su Alteza Serenísima.

Me explico. Para bien ó para mal, la inmensa mayoría de las audiencias mexicanas saben el destino de Santa Anna. Quince uñas es el némesis oscuro y derrotado de nuestro luminoso Benito Juárez. Saber la historia de este es conocer el destino de aquél. En los libros de primaria (todos: los oficiales, los ultramontanos y los rojos) ambos personajes avanzan juntos en contrapunto pedagógico. Recuerdo bien a un amigo de la secundaria marista quién leyó con fascinación fervorosa El Dictador Resplandeciente de Rafael F. Muñoz allá por 1978 –cuando el librito estaba cumpliendo cuarenta años de publicado. Me lo recomendó muchísimo. Tanto, que hoy sigo sin leerlo completo, pues mi amigo siempre ha tenido cierta tendencia conservadora (por más que lo niegue). Recuerdo que empecé a caer en cuenta de eso cuando me obligó a leer el parágrafo 16 del capítulo final (“La últimas jornadas”) de Muñoz: “Juárez fallece el 18 de junio de 1872, poco antes de las campanadas de medianoche. Santa Anna, paciente y longevo, ha visto pasar frente a su tienda…” el cadáver de su enemigo. ¡Como si Quince Uñas fuera el héroe de la gran aventura nacional mexicana!

¿Y adónde estaba “la tienda” del guerrero que admiraba mi amigo? Años después de su recomendación literaria, vine a conocer el lugar adonde residía Santa Anna la noche en que murió. Es una casa vieja ubicada en Bolívar № 14 en el casco antiguo de la ciudad española. Se veía muy abandonada en los 1980s. Alrededor de 1995 empezó a alojar diversos comercios. El que más recuerdo (y el que más duró allí) era la Perfumería Fina Edelweiss –el único lugar adonde se vendía la loción Vetiver de Carven que gustaba a mi abuelo y a mi padre. (Fuera de allí sólo en las calles de Nueva York, con comerciantes iraníes.) Regresemos a Santa Anna, Su Alteza Serenísima murió allí cuatro años después que Juárez, en 1876 –justo el año de la rebelión de los tuxtepecos, cuando Porfirio Díaz era un liberal radical.

En tiempos del general veracruzano, la calle Bolívar se llamaba “de Vergara” y la propiedad adonde vino a morirse el Dictador Resplandeciente lleva el número 6. Estaba a poca distancia del gran teatro edificado por Lorenzo de la Hidalga y que, cuando se inauguró en 1844 llevaba el nombre de Teatro Santa Anna. Tres años más tarde, en 1847, el irresponsable liderazgo del general volvería a demostrar que no merecía los honores públicos. El teatro fue derruido en 1901 para ampliar la Avenida del Cinco de Mayo (la verdadera gran victoria militar mexicana). La República Restaurada borraba los malos recuerdos, pero alrededor de 1934 la inspección de monumentos puso una placa recordando la muerte de Santa Anna en Bolívar 14. Luego, en tiempos del traidor Mancera (2012-2018) la “cdmx” puso otra que dice que Santa Anna era amado y repudiado. Hoy en día, la casa aloja una elegante sucursal del los restoranes El Bajío y ha sido reconstruida con cuidado bajo supervisión del INAH. Un vídeo promocional demuestra lo conocida que es la biografía de Quince Uñas (Liga 4).

Ahora volvamos a Su Alteza Serenísima de Cazals. Por supuesto que todas y todos sabemos cómo acabará la historia. En esto, la crítica de García Gutiérrez es sonsa. La cuestión relevante es ver cómo los actores representan el drama que todas y todos conocemos. Sabemos que Santa Anna era egomaníaco é irresponsable. Adivinamos que contaba con suficientes recursos como para vivir en el casco viejo de la capital. Entendemos que pese al triunfo liberal tenía amigos y conexiones (los liberales no masacraron a la “vieja nobleza criolla”).

Cazals sigue a Muñoz: Santa Anna era “megalómano, fatuo, audaz para mentir, ingrato con quienes le sirvieron, sediento de gloria…” y así murió. García Tsao está en lo correcto: pese a que los espectadores sepamos lo que va a suceder la secuencia climática resulta estremecedora. Muñoz afirma que Dolores Tosta, la segunda mujer de Quince Uñas, montaba la pantomima de gente del pueblo que iba a visitar al general octogenario. Es sabido que conservadores y monárquicos siguieron buscando, sin éxito, alternativas a la hegemonía liberal.

El guión de Cazals empieza por el final. El cadáver de Quince Uñas es lavado y vestido por tres mujeres de la servidumbre en la casa de Vergara número 6. Al final, le colocan una de sus patas de palo. Como las Moiras de antiguo, le despiden… la última de ellas, la más viejita y la más humilde le dice, llena de ira, “—¡Bandido!” Esta es la clave de toda la película.

Cazals agrega allí un título en letras blancas sobre un negro oscuro: “Complacencias y Cotejos (tres días antes)”… La película recorrerá las visitas recibidas en Vergara 6 durante aquéllas últimas tres jornadas. Cazals explicó a Javier González Rubio Iribarren de La Jornada que el filme era un “juego de fantasmagoría”. (Liga 5.) Alrededor del moribundo danzan los representantes de las clases opulentas que lo apoyaron. Ejército corrupto, clero hipócrita, la siempre vanal criollada de México. Hay quien le reclama, hay quien se ríe con él al recordar fechorías, hay quien trata de sacarle algún provecho, é incluso hay quien le hace alguna aportación. En este punto Cazals es explícito. El horror necrófilo no es un Quince Uñas que ya apesta –una interpretación genial de Alejandro Parodi (1929-2011)– sino las clases opulentas que le hicieron la corte: “Una de las oscuras virtudes de los privilegiados en México es nunca tomar el poder, pero sugerirle a quien lo ejerce por qué rumbo tomarlo”, como le dijo Cazals a González Rubio. (Liga 6.)

El otro papel esencial es Dolores Tosta (intrepretada por Ana Bertha Espín), quien sobrevivió al exdictador diez años y mandó inscribir su nombre con el título de Serenísma Señora en la lápida de su tumba común en el Panteón del Tepeyac. Tosta/Espín recluta mendigos y los vigila en la sala de la casa. Pero, aunque estos aceptan las condiciones que les impone la dura matrona, se guardan su propia opinión. Entre ellos, el más joven se rebela y confronta burlón al miserable dictador. (Desconozco el nombre del actor, magnífico.) La noche de la muerte, ese muchacho y los demás pobres saquearán la casa… é irrumpiendo en la alcoba mientras Quince Uñas agoniza, le gritarán: “—¡Chaquetero! ¡Renegado! ¡Infelíz! ¡Pocos huevos! ¡Masón! ¡Rajado! ¡Cabrón siete uñas! ¡Ratero! ¡Traidor! ¡Gallo rajado! ¡Maldito seas! ¡Fuera!…” Tosta/Espín los mira con un desprecio altivo y desesperado. Un desprecio que nosotros acabamos de ver en el rostro de Denise Dresser al quejarse de los resultados de las elecciones del 2 de Junio de 2024.

Una película magnífica y un clásico oportuno.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:
https://www.youtube.com/watch?v=OzvfUVhJQD4

Liga 2:
https://letraslibres.com/revista-mexico/su-alteza-serenisima/

Liga 3:
https://letraslibres.com/revista/garcia-tsao-felipez-cazals-peliculas-historicas/

Liga 4:
https://www.youtube.com/watch?v=f4kyYEEJht8

Liga 5:
https://www.jornada.com.mx/2000/11/23/04an1clt.html

Liga 6:
https://www.jornada.com.mx/2000/11/22/02an1cul.html

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