Federico Anaya Gallardo
En la leyenda heroica de FDR el político fifí se vuelve campeón del Pueblo pobre cuando la fatalidad le golpea y lo deja paralítico. Sin embargo, una de las virtudes de Warm Springs (Sargent, 2005) es que nos presenta con toda claridad el privilegio desde el cual el segundo Roosevelt vivió su discapacidad. En el momento de su más profunda depresión, vivía en un yate en la costa de Florida, atendido por dos rudos marineros que se aseguraban de subirlo y bajarlo del muelle para que nadase en una bella laguna. Siempre que debía trasladarse, lo hacía en automóvil y, en los peores momentos siempre hubo quien lo asistiese en su silla de ruedas. La película de Sargent nos deja ver cómo otras personas con discapacidad, igualmente afectados por la polio, no tenían las mismas posibilidades. Un chico (Fred Botts) debió viajar en el vagón de carga de un tren durante dos días, sin comer, porque los empleados de los ferrocarriles creían que era contagioso.
Ahora voy a decir una cosa difícil. La poliomielitis era, en la sociedad estadounidense de los 1930s, una causa de discapacidad socialmente más soportable que otras. De eso trata la película One third of a Nation, dirigida en 1938 por Dudley Murphy para Excelsior Movies Corporation y Paramount. La película denuncia las terribles condiciones de los barrios más pobres de Nueva York en medio del New Deal de FDR. Puedes verla en OK-Odnoklassnikam (ОК-Одноклассникам) en la Liga 1.
La película se basa en una obra de teatro escrita por Arthur Arent (1904-1972), adaptada para el cinematógrafo por Dudley Murphy (1897-1968) y Oliver H.P. Garrett (1894-1952). La obra de Arent era un Living Newspaper patrocinado por el Federal Theatre Project (FTP) parte de la agencia Works Progress Administration (WPA) creada en 1935 por el New Deal rooseveltiano. En sí mismo, el WPA-FTP no era una actividad cultural sino una medida económica de apoyo para dar empleo a artistas, escritores, directores, y trabajadores de teatro. Pese a ello, el programa impulsó el activismo social de los trabajadores culturales. La idea de un “periódico vivo” que presenta a las audiencias hechos importantes y llama al espectador a la acción había nacido durante la Revolución bolchevique en 1917. Arent escribió varias de estas piezas de agit-prop (agitación y propaganda). Agrego a esta kino-reseña el cartel de Power (Poder, estrenada en Nueva York en 1937). La connotación proletaria es evidente. Los EUA de los años 1930s era una sociedad madura para la Revolución –y precisamente por eso es que el proyecto moderado de Roosevelt, con sus medidas piece-meal tuvo tanto éxito.
Para terminar de ubicar One third of a Nation –que yo traduciría como Uno de cada tres–, te cuento que Dudley Murphy era amigo de Siqueiros y que en su casa de California sobrevivió hasta nuestros días uno de pocos murales de ese pintor en EUA. Por su parte, Oliver H.P. Garrett originalmente era un soldado americano (1917) que se convirtió en reportero. En 1923 entrevistó a Hitler luego del golpe fallido en Munich y advirtió a sus lectores americanos que el tipo volvería y sería peligroso. De regreso en EUA, Garrett entrevistó a Al Capone y gracias a su experiencia reporteril tuvo éxito en Hollywood escribiendo guiones para filmes noir y tramas policiacas. Ahora que te explique de qué trata One Third of a Nation verás que el aporte de Garrett fue importante, lectora.
Aquí sólo adelanto que, a partir de lo que sabemos de Garrett gracias a un sobrino poeta (George Garrett, 1929-2008, Liga 2), podemos imaginar que el trío de autores del guion (Arent-Murphy-Garrett) asumieron su tarea como camaradas en una buena batalla por la justicia social.
El carácter central es un niño, llamado Joey Rogers. Es el hermano menor de una familia que vive en un vetusto edificio de departamentos en Nueva York. El padre está desempleado, la madre lava ajeno, la hermana es secretaria con empleos siempre precarios. La hermana tiene un novio que es activista proletario pero vive en la misma precariedad. No hay modo que puedan salir de la pocilga en que viven.
Al principio del filme vemos a Joey jugando en la calle junto con dos docenas de niños y muchachos de la zona. Estamos en medio de la canícula. Los chavos abren el hidrante para jugar en el chorro del agua y un policía (el modelo original del “oficial Matute” de Don Gato y su Pandilla) llega y regaña a todos –llevándose a un muchacho a la comisaría –mientras le dice, muy serio: “—¡Ya es tiempo que aprendas a respetar la propiedad privada!” (Detalle: el servicio de aguas era probablemente privado.)
Ese edificio es uno más entre cientos de edificaciones viejas. Los propietarios recogen las rentas a través de despachos de cobranza y nada saben (ni desean saber) de las condiciones en que viven sus inquilinos. No se hacen reparaciones. No se exigen mejores servicios municipales. Los guionistas convertirán al edificio en que vive Joey en un personaje más: una especie de monstruo oscuro que literalmente engulle, mastica y asesina a los seres humanos que habitan en sus departamentos.
Joey es protagonizado por Sidney Lumet (1924-2011), quien entonces tenía 14 años y que más tarde ganaría fama como director en Hollywood (Serpico, 1973; Tarde de Perros, 1976). Su hermana, Mary Rogers, es interpretada por Sylvia Sidney (1910-1999) quien ganaría un Globo de Oro en 1986 por una película pionera sobre el VIH llamada An Early Frost (que en Latinoamérica tuvo el pésimo título de Diagnóstico fatal: SIDA) y a quien todos recordamos como la abuelita salvadora en ¡Marcianos al ataque! de Tim Burton en 1996.
Por supuesto, también hay “muchachos chidos” en la “película gacha”. Uno es el novio proletario de Mary, Sam Moon, estelarizado por Myron McCormick (1908-1962). Otro es Peter Cortlant, protagonizado por Leif Erikson (1911-1986, el Big John Cannon de El Gran Chaparral). Cortlant es un rico heredero y dueño de muchos de los edificios de departamentos ruinosos –incluido aquél en que viven los Rogers. La competencia entre Moon/McCormick y Cortlant/Erikson por el amor de Mary/Sidney introduce un elemento de melodrama que suaviza el terrible tema central de la película.
Inmediatamente después de las idílicas escenas de muchachos jugando en la calle (una especie de Tom Sawyers y Huckleberry Finnes urbanos), una bachicha de puro enciende la basura que se ha ido acumulando en el sótano del edificio. En el incendio mueren al menos cuatro personas, incluido un bebé. Joey Rogers trata de escapar desde el tercer piso por la escalera de emergencia. Esta se rompe y el chavo cae al pavimento. Lo recogen su hermana y unos policías. Quedará paralizado, obligado a andar con muletas y aparatos ortopédicos el resto de su vida.
Dije que la polio era una tragedia socialmente más soportable que otras. De ella nadie era responsable. Su flagelo era universal y golpeaba a todas las clases sociales. En cambio, de la discapacidad de Joey Rogers son culpables los propietarios de los edificios en ruinas. Sospecho que en la sociedad estadounidense de los 1930s la causas de discapacidad adquirida atribuibles a la injusticia social –como la retratada en esta película– eran mucho más numerosas que la polio. La película nos muestra con dureza el rechazo de los amigos de Joey ante la discapacidad adquirida –así como la depresión y el rencor personal que ésta le causa. Es Joey quien habla con el edificio-monstruo que se burla del chico en muletas diciéndole: “—A tí te fue bien. Sólo quedaste inválido. Otros como tú han muerto en mis departamentos”. Y la película nos muestra las muertes de niños y ancianos en una epidemia de cólera en los 1890s.
One Third of a Nation es un filme agit-prop en la mejor tradición soviética. Las muertes de los vecinos y la discapacidad de Joey fueron causadas por la negligencia criminal de los ricos arrendadores. Incluye una audiencia ante las autoridades en la cual el propietario bueno (Cortlant/Erikson) se entera del horror que aqueja a cientos de familias. Y ese “rico bueno” decide invertir en nueva vivienda de interés social, para que nunca ocurra otra vez un accidente como el que dejó paralítico a Joey. Por supuesto, las cosas no serán tan sencillas y directas. Para que el “rico bueno” se decida a actuar, Joey deberá quemar lo que queda del edificio, ofreciendo su suicidio ante su comunidad como ejemplo de la injusticia.
¿Podemos acusar de melodramática a esta cinta? No. Joey hace sentido de su vida y discapacidad destruyendo definitivamente el instrumento material de la injusticia. Y muere al hacerlo, como héroe trágico. Suena meloso que el propietario bueno recapacite é invierta. Pero las nuevas unidades habitacionales que nacen del escombro y la ceniza no son un acto de caridad del rico, sino un triunfo de los pobres, conquistado con muchas vidas.
Por supuesto, el séptimo arte siempre es entretenimiento. El romance entre Cortlant/Erikson y Mary/Sidney es una oportunidad para escenas románticas y un interludio musical con las harmónicas y las voces de los muchachos de la calle de Joey. Pero el objetivo de la agit-prop nunca se pierde. Cuando el “rico bueno” lleva a la “muchacha pobre” a una cena en su yate viendo la majestad de Manhattan en el atardecer, Mary exclama: “—¡Así que esto es lo que hace el dinero! Nos hace ver las cosas desde otro lado y lo feo se vuelve pintoresco.” Cortlant, superficial, responde: “—¡Señorita! Es un pensamiento demasiado profundo teniendo el estómago vacío!”
Incluso al divertirnos debemos conscientizarnos.
El 13 de Septiembre de 2020, @cinemaclassicsrevisited4758 subió en su canal de YouTube una versión de esta película, agregándole música original de Bird Creek y Asher Fulero y una escena final con un discurso de FDR que dice: “La verdadera libertad individual no puede existir sin seguridad é independencia económica”. El presidente –sentado detrás de un escritorio que esconde su discapacidad (pese a que Todomundo sabía que era paralítico) señala que EUA necesita un nuevo Bill of Rights que incluya el derecho a la vivienda digna, a la atención médica gratuita y a la seguridad social –misma que debía proteger a todos en la vejez, en la enfermedad, ante los accidentes y ante el desempleo. “Todo esto implica seguridad [social]. Luego de ganar esta guerra, debemos avanzar en todos esos derechos si es que deseamos que la paz permanezca”.
El editor de @cinemaclassicsrevisited4758 atinó en su cierre alternativo. Joey Rogers, el chico paralítico, debió suicidarse para llamar a la acción. Un presidente paralítico estableció el nuevo estándar de un Estado de Bienestar para todos.
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
https://ok.ru/video/2486062877350
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https://www.jstor.org/stable/26436746
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