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Se conmemoran 56 años de Tlatelolco

“Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”, aseveró el presidente Gustavo Díaz Ordaz durante su cuarto informe de gobierno, ofrecido el 1 de septiembre de 1968 en la Cámara de Diputados. Dichas palabras eran en alusión al movimiento estudiantil que tomaba fuerza en la capital del país, el cual incomodaba al gobierno más de lo habitual ante el próximo inicio de los Juegos Olímpicos que nuestro país organizaría.

Las movilizaciones en las calles de la ciudad se sucedían una tras otra y lo hacían con mayor eco. Los jóvenes universitarios, además de difundir su petición de erradicar el autoritarismo y la represión policial, sumaban adeptos con otros movimientos, como el del Partido Comunista Mexicano.

La punta del iceberg de este descontento social fue el 22 de julio de 1968, día en que una pelea entre estudiantes cerca de La Ciudadela fue reprimida violentamente por uniformados. Este hecho fue el que detonó el camino rumbo al 2 de octubre.

Justo dos meses antes de la trágica fecha (2 de agosto) estudiantes de la UNAM, el IPN y otras universidades crearon el Consejo Nacional de Huelga (CNH), en donde se puso forma a la resistencia que se inició con la suspensión de actividades en dos de las instituciones de educación superior más importantes del país.

“Quiero expresar que la institución, a través de sus autoridades, maestros y estudiantes, manifestamos profunda pena por lo acontecido. La autonomía no es una idea abstracta, es un ejercicio responsable que debe ser responsable y respetado por todos”, externó Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, el 30 de julio para condenar la violenta represión contra los estudiantes. Este discurso lo dirigió horas antes de encabezar una multitudinaria marcha (se habla de más de 100 mil personas) en la explanada de la Torre de Rectoría.

La resistencia continuó, pero también la represión. Para el 18 de septiembre militares y tanques se adentraron en Ciudad Universitaria, lo que significó una violación más de la autonomía de la UNAM.

“No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos”, había advertido el presidente Díaz Ordaz dos semanas antes en su cuarto informe, dejando de manifiesto que un nivel más alto de represión y violencia eran una posibilidad latente.

El día más trágico

Para el 2 de octubre los líderes del movimiento estudiantil tenían planeada una movilización que partiría de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Centenares de jóvenes se dieron cita en dicho lugar, sin embargo, la presencia de los elementos de seguridad hicieron que se cancelara la marcha para evitar una reacción violenta en su contra. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada.

Sin que se tenga aun certeza de cómo inició todo ni de dónde empezaron los primeros disparos, los uniformados accionaron sus armas contra los jóvenes que clamaban respeto a sus derechos y libertad de manifestarse. Muertos, desaparecidos y detenciones ilegales y arbitrarias fueron la constante durante las próximas horas.

La secrecía con la que las autoridades manejaron lo ocurrido impidió que se tuviera (y siga sin tenerse) una cifra de muertos y desaparecidos.

Juegos Olímpicos sí o sí

Solo dos semanas después de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, se realizó la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos que se planeaban desde cinco años atrás, cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) dio a conocer que nuestro país sería la sede de la edición XVI de la justa deportiva.

El gobierno de México hizo una fuerte inversión para cumplir con todos los requisitos solicitados por las autoridades olímpicas y que se llevaran a cabo, sin ningún contratiempo, las que fueron llamadas “las Olimpiadas de la Paz”.

Enriqueta Basilio prendió el pebetero del Estadio Olímpico Universitario el 12 de octubre de 1968. Los Juegos Olímpicos estaban oficialmente inaugurados, en medio de las miradas de la prensa deportiva internacional.

Así, a solo 10 días del multihomicidio en Tlatelolco, a poco más de 19 kilómetros de distancia, la llama olímpica ondeaba en lo alto de Ciudad Universitaria, la cual mostraba esa cara pero por dentro, como dijo el rector Barros Sierra, estaba “de luto”.

No se olvida

“2 de octubre no se olvida”, fue un lema que comenzó a ser parte de la lucha por el no olvido y memoria de aquellos jóvenes que padecieron la represión del Estado en nuestro país. Como parte de esta nueva lucha, cada año se realiza una marcha en la Ciudad de México.

De esta forma, a raíz de la tragedia, se catapultó en México la defensa de los derechos humanos. Las resistencias juveniles en Estados Unidos y Francia, que habían inspirado la resistencia universitaria de 1968, siguieron siendo referentes para no ceder en la rebeldía y reclamo en pro de la justicia social.

Con información de: Eje Central

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