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OpiniónPORTADA

Ver para Pensar: La Sombra del Caudillo 

(la realidad supera cualquier ficción).

Federico Anaya Gallardo

Perdonarás, querida lectora, que haga una tercera entrega sobre La Sombra del Caudillo de Julio Bracho, el famosamente censurado filme de 1960. Te sugerí en la anterior kino-reseña que leyeras la opinión de Jesús Silva Herzog (el primero) sobre los rebeldes Delahuertistas en Una vida en la vida de México (Siglo XXI, 1972). Para don Jesús, no había duda, Obregón y Calles eran –en las circunstancias de 1924– la Izquierda. Los Delahuertistas, la Derecha. (Yo agregaría que también eran La Reacción, como explicaré más abajo hoy). Silva Herzog hablaba desde la legitimidad del militante que había arriesgado su vida: él había acompañado a Aurelio Manrique en su campaña electoral de 1923 contra Jorge Prieto Laurens (líder nacional del Partido Nacional Cooperativista) en los comicios potosinos para gobernador de 1923 –y que fueron una de las antesalas de la Rebelión Delahuertista.

Nos cuenta don Jesús que al final de la jornada electoral, Manrique le pidió que le acompañase. Se dirigieron a los barrios populares de la capital potosina, adonde el candidato agrarista-obrerista recorrió las calles gritando “¡Hemos Triunfado!” Reunieron dos mil personas. En la famosa Caja de Agua –adonde termina una calzada que se llama al mismo tiempo “Guadalupe” y “Benito Juárez” (las y los potosinos aún no se deciden entre liberalismo y clericalismo)– la manifestación improvisada se detuvo para escuchar discursos. Luego avanzaron hacia el centro de la ciudad. Llegaron a la Plaza Fundadores, adonde los cooperativistas tenían su cuartel de campaña en los altos del Edificio Ipiña. (Ya entonces había gente “totalmente palacio.)Relata Silva Herzog que, al entrar los agraristas-obreristas a la plaza, “nos hicieron una descarga nuestros adversarios. Un obrero electricista que iba a mi lado cayó muerto. La multitud comenzó a correr dispersándose y yo también comencé a correr.” Pero no huyó Manrique. Siguió avanzando con su larga barba negra de profeta del Antiguo Testamento y “con valor temerario, a pecho descubierto, se dirigía al edificio … gritándoles [a los adversarios]: ‘Cobardes, canallas, asesinos’.” Nos dice don Jesús que “al ver lo que hacía sentí vergüenza de mi primer impulso y corrí a ponerme al lado de él.” (Una vida…, pp. 78-79, Liga 1.)

En la novela de Guzmán (1929) y en la película de Bracho (1960), los cooperativistas son los radical-progresistas y Jorge Prieto Laurens es Emilio Olivier Fernández. Bracho escogió a Carlos López-Moctezuma Pineda (1909-1980) para interpretar a Prieto/Olivier. La imagen en pantalla del potosino López Moctezuma fue siempre oscura y siniestra. De esto dan testimonio otros papeles, como el rico don Miguel Navarro que apoya al imperio de Maximiliano en Furia Roja (Steve Sekely, 1951); ó como el represor Rodríguez en Viva María! (Malle, 1965). Incluso en papeles no-históricos, como el del viejito infiel don Mario Ramírez Cuevas de Felicidad (Corona Blake, 1957), López Moctezuma rezuma mala leche.

Prieto/Olivier necesitaban un intérprete así para salir del registro hemerográfico y literario y quedar fijos en nuestra imaginación. Míra, lectora, la imagen del diputado Olivier que agrego a esta kino-reseña. Detrás de él, la majestuosa águila nacional de la vieja Cámara de Diputados federal (hoy Congreso de la Ciudad de México). El actor Carlos López Moctezuma, convertido en el líder de los radical-progresistas, mira fijamente a sus compañeros legisladores, asegurándoles alguna cosa que más tarde –en los salones privados de un burdel– negará para volver a negociar. 

Carlos López Moctezuma interpretó perfectamente al político de élite que salta de un precandidato a otro con tal de asegurarle a su partido más posiciones en el Parlamento ó puestos en la Administración –y todo eso se tasa en pesos fuertes, por supuesto. Prieto/Olivier/López intriga y está dispuesto a cambiar de bando cuando así le convenga. Sólo le importa ganar el poder y, sin alguna causa que realmente que le importe, lo que busca es “no ser madrugado” y “madrugar a sus adversarios”. Porque es este personaje el que pronuncia aquélla famosa frase de que En la política mexicana sólo se conjuga un verbo: madrugar… y su corolario práctico: Al que no madruga, se lo madrugan.

En esto, Guzmán y su novela son sinceros: los Delahuertistas fueron tan pragmáticos como sus adversarios callistas. Y fueron tan crueles y violentos como ellos. Recuerda, lectora, que este año de 2024 conmemoramos la ejecución de Felipe Carrillo Puerto a manos de ellos.

Prieto/Olivier/López es el retrato perfecto de los logreros que se subieron en el carro de la Revolución Mexicana para ver qué ganaban para sus bolsillos. Cuando el gobernador Ibáñez (interpretado por José Elías Moreno) lo persiguió pistola en mano luego del pleito del guacamole, el campesino convertido en general y luego en gobernador correctamente califica a Prieto/Olivier/López de catrín.

Si todo lo que te cuento, lectora, es correcto, ¿cómo es posible que los héroes de la novela de Guzmán y de la película de Bracho sean Prieto/Olivier/López y sus partidarios?

El novelista nos ha engañado. Su truco es doble. Por una parte está la romantización del candidato radical-progresista (el general Aguirre que en realidad es Francisco Serrano). Por la otra, a lectores y audiencia nos deja impactados el horror de la masacre de la carretera (la de Toluca en la ficción y la de Cuernavaca en la realidad).

Romantización de los protagonistas. Recordemos cómo inicia la novela de Guzmán: “El Cadillac del general Ignacio Aguirre cruzó los rieles de la calzada de Chapultepec y vino a parar, haciendo rápido esguince, a corta distancia del apeadero de ‘Insurgentes’.” (Se trata del cruce de las avenidas Chapultepec é Insurgentes, adonde está ahora la Glorieta del Metro Insurgentes.) Aguirre fue interpretado en la película de Bracho por Tito Junco (1915-1983) –quien ganó el premio a la mejor actuación masculina en el festival de cine de Karlovy-Vary en Checoslovaquia. Aguirre recoge en el apeadero Insurgentes a Rosario, una mujer decente a quien el general-secretario de la Guerra quiere enamorar. El chofer los lleva por Insurgentes hasta cruzar el puente sobre el Río de la Piedad y se estaciona en unos prados de lo que era el Rancho de Nápoles –que estaba por urbanizarse en esos tiempos. Desde allí, la pareja discute sobre la belleza y las montañas. Rosario le enseña al general que es muy obvio que a los hombres les gusten los volcanes nevados, porque sus figuras blancas son “femeninas”. En cambio, ella –y todas las mujeres de Anáhuac– prefieren el Cerro del Ajusco, cuya mole oscura recuerda la rudeza masculina.

Para endulzar aún más la figura de Aguirre, Guzmán le crea un side-kick, el diputado radical-progresista Axkaná González –quien funciona como una especie de “Pepe Grillo” de Aguirre ó “Guardián del Honor” de Rosario, pidiéndole a su amigo que no convierta a la chica en una más de sus amantes. Aparte, Axkaná es un diputado honesto, que realmente ha entrado a la política para defender los ideales de la Revolución Mexicana. Bracho nos lo presenta encarnado por Tomás Perrín (1914-1971) y aprovecha varios momentos del rodaje para contrastar su figura sincera con la oscuridad de Prieto/Oliver/López. (Te agrego una foto de ambos, en el Bosque de Chapultepec debatiendo política.)

El horror histórico. La masacre de la carretera fue real y el dolor de la sociedad mexicana fue verdadero. Ocurrió el 3 de Octubre de 1927 en Huitzilac. Jesús Silva Herzog la relata en Una vida en la vida de México de 1972. Más interesante aún, don Jesús incluyó no sólo su propio recuerdo, sino el testimonio que Marte R. Gómez (1896-1973) le hizo llegar luego de leer la edición privada de Una vida… Don Marte estaba en el Castillo de Chapultepec el día de la masacre y se percató que fue el caudillo Obregón y no el presidente Calles quien tomó la última y fatal decisión. El presidente sólo había ordenado arrestar a Serrano en Cuernavaca y trasladarlo a la capital federal pues había organziado un Golpe de EStado. Obregón, frente a Gómez y otros pocos testigos, le dijo: “—No, Plutarco, con tu permiso, las cosas no se hacen así. Hay que hacer un escarmiento doloroso, derramando sangre que ahorre vidas. Serrano y sus acompañantes deben ser fusilados inmediatamente entre Cuernavaca y México” (p.105). Hasta allí Marte R. Gómez. El primer Silva Herzog es duro con el Manco de Celaya: “En el ánimo de Álvaro Obregón, a lo largo de su carrera de soldado siempre victorioso, no conocemos un solo acto en que hubiera perdonado algún agravio; fue siempre rencoroso, vengativo e inhumano” (p.103).

La masacre de Huitzilac causó repudio automático en México y en el extranjero, a donde estaba exilado Guzmán. Ante la desaprobación general, el novelista anti-callista sólo necesitaba dulcificar el personaje de Aguirre/Serrano para que las y los lectores se enamorasen de los rebeldes que se levantaron contra el caudillo. Y lo mismo ocurre con la audiencia de la película de 1960. Nos enamoramos del rebelde derrotado. Pero lo cierto es que en 1927 Francisco Serrano había planeado dar un golpe de Estado, arrestando a Obregón y a Calles así como al general-secretario de la Guerra, Joaquín Amaro. Y probablemente los habría fusilado de la misma forma que El Caudillo hizo con él.

Cuidémonos lectora, de cierto prejuicio de clase en esto que te cuento. Tanto Guzmán como Bracho –y el propio Silva Herzog– se espantan ante la violencia pura y dura de la Revolución. En nuestros días aún queda algo de ese sentimiento. Andrés Manuel López Obrador dice, en su libro ¡Gracias! (2024) que las clases medias son “asustadizas” y que incluso el recuerdo de la violencia cruda de las revoluciones de ayer les causa pavor.

La Sombra del Caudillo es una novela para clases medias asustadizas. Retrata la Otredad india y campesina como hosca y hierática. En su texto, Guzmán se permite comparar a los campesinos con perros. Bracho no llega a tanto, pero recordemos que él estaba filmando a fines de los años 1950s –cuando el campesinado ya había sido elevado a los altares hipócritas del régimen priísta.

Yo leí la novela como parte del currículum de Literatura Mexicana en la prepa marista en la Ciudad de México (Centro Universitario México, el CUM) en 1982-83 en la clase de mi inolvidable maestra Irma Terán. Memoricé la bella frase inicial del Cadillac y recuerdo que, en el debate sobre el texto nos concentramos en el pragmatismo y el cinismo de los políticos post-revolucionarios. En nuestros jóvenes corazones burgueses nos sentíamos bendecidos por “no ser como esos salvajes”.

Por cierto que una de las concesiones de la película de Bracho en 1960 a la decencia clasemediera y criolla del lopezmateísmo fue no filmar la última escena de la novela de 1929: Uno de los militares sicarios compra un par de aretes de brillantes de 20mil pesos en la joyería La Esmeralda –en la esquina de Madero é Isabel La Católica adonde ahora está el Museo del Estanquillo con las colecciones de Carlos Monsiváis. El sicario pagó con un fajo de “40 billetes de a 500 pesos: los cuarenta con una misma rotura –era casi una perforación–, los cuarenta con una misma mancha negruzca que se extendía casi un centímetro desde la rotura hacia el centro” (p.333 de la novela, Liga 2). La rotura era una de las balas que mató al general Aguirre y la sangre era la derramada en Huitzilac.

Volvamos a Guzmán. Ya dije que una de las trampas para que sus lectores nos enamoremos de Aguirre/Serrano es la presencia de Axkaná González. ¿A quién representa este personaje? El diputado bueno sobrevive tanto en la novela de 1927 como en la película de 1960. En la clase de Irma Terán en el CUM subrayábamos lo ficticio de esto. El novelista deseaba dejarnos una esperanza, pero la realidad brutal de la política se imponía –¿no estaban allí, frente a nosotros, las masacres contra panistas y sinarquistas en León (1946), contra Henriquistas (1952), contra estudiantes (1968 y 1971)? Para los jóvenes lectores de un colegio católico, la brutalidad revolucionaria no podría haber perdonado esa vida… Lo que yo no sabía en 1983 es que esa lectura nos inculcaba enojo contra el callismo ateo, miedo contra del totalitarismo bolchevique y terror a la dictadura comunista que siempre estaba a la vuelta de la esquina.

Pero resulta que sí hubo un sobreviviente de la masacre. Aunque Axkaná era un invento de Guzmán en la realidad sí había existido. Pero de esto te contaré, lectora, la semana que viene. (Recuerda, la película de Bracho puedes verla en la Liga 3.)

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

https://books.google.com.mx/books?id=ZmejkbbmKGMC&printsec=copyright#v=onepage&q&f=false

Liga 2:

https://tlriidcchazcapotzalco.files.wordpress.com/2014/01/martc3adn-luis-guzmc3a1n-la-sombra-del-caudillo.pdf

Liga 3:

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