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Opinión

Ver para Pensar: Un hombre para todas las estaciones

Federico Anaya Gallardo

Desconfía, querida lectora, de quienes citan con voz impostada las grandes obras de la literatura. Yo confieso que nunca pasé de los primeros párrafos del Purgatorio en la edición Sepan cuantos de Porrúa de la Divina Comedia de Dante –y eso que tenía la perspectiva de ganar unos puntos extras en una clase de tercero de secundaria –allá a finales de los 1970s. Me fue tan pesado el Infierno que por más que mi ciudadana madre me recomendó el retrato de Beatriz en el Cielo no pude seguir adelante. Así que nunca conocí a la Beatriz que Hilda Gallardo Flores imaginaba. Luego me he enterado que detrás de varios de los retratos de los condenados de Alighieri hay biografías políticas interesantes… pero la mala experiencia de aquél tan mal acercamiento adolescente a la obra me ha impedido volver seriamente a ese libro.

De las grandes obras y de los grandes autores se habla mucho más de lo que se lee. Por ejemplo, los católicos de hoy presumen de las propuestas progresistas del libro Utopía escrito por el inglés Thomas More (Tomás Moro, 1478-1535). En 1918 los bolcheviques inscribieron el nombre de ese autor en cirílico (Мор, Mor) en el Obelisco de los Pensadores Revolucionarios, justo abajo del aquél leveller inglés del siglo XVII, Gerrard Winstanley (Уинстлей) que llamaba a repartir tierras. Que católicos y bolcheviques estén de acuerdo en algo debería alertarnos, querida lectora: nadie puede servir a dos amos ni a causas opuestas. Y aquí tienes una primera conexión al título de la película que hoy quiero recomendarte: A Man for All Seasons (Hombre para cualquier estación), dirigida por el polaco Fred Zinnemann (1907-1997) allá por 1966.

La película nos presenta a Paul Scofield como Tomás Moro, a Orson Welles como el Cardenal Wolsey, a Leo McKern como Tomás Cromwell, a John Hurt como Richard Rich y a Robert Shaw como Enrique VIII. Dejo al personaje del rey hasta el final porque aparece relativamente poco, aunque la monarquía absoluta está todo el tiempo al centro del argumento. Esta película la puedes ver en la red Одноклассники (Odnoklassniki) en la Liga 1 –sin subtítulos en Castellano. En YouTube hay varios clips con escenas icónicas con subtítulos en nuestra lengua. Uno de ellos (Liga 2) nos muestra a Moro explicándole a su familia que él, como juez, le daría al mismo diablo el beneficio de la Ley, por  su propia conveniencia. Este tema habría que tratarlo con mayor detalle en un espacio más político y jurídico que una kino-reseña. Aquí tan sólo anoto que la película nos presenta un drama íntimo. El intelectual contra el Estado.

En España la película de 1966 se distribuyó como Un hombre para la eternidad y en Nuestra América como Un hombre de los dos reinos. A mí me gusta más el título en Inglés y algo de eso trataré más adelante. ¿Era Moro un hombre para todas las estaciones? ¿Qué significa eso?

La película de 1966 está basada en la obra de teatro de 1960 del mismo título –estrenada con gran éxito en Londres y Nueva York. Pero la obra teatral era ella misma una adaptación de un guion de radio, preparado en 1954 para la BBC. Todas estas versiones se las debemos al mismo autor, el inglés Robert O. Bolt (1924-1995). Bolt adaptó su obra para radio al teatro y luego al cine. La película de Zinnemann recuperó al actor principal de la producción teatral londinense, Paul Scofield.

Hay una versión más moderna, de 1988, hecha para la TV estadounidense, dirigida por Charlton Heston (1923-2008) quien aparte interpreta a Moro. En esta versión, John Gielgud (1904-2000) es el cardenal Wolsey. Más de dos décadas después de la primera versión cinematográfica, Bolt volvió a escribir el guion de esta versión. La puedes ver en YouTube la Liga 3 –gracias a @melisavoulquin en el canal “Jesús en vos confío”. (Los bolcheviques ya no presumen a Moro, pero los católicos insisten en que es un santo y nos ponen sus películas. Veámoslas con ojo crítico.)

Vale la pena comparar ambas películas; pero es aún más interesante confrontar ambas con el texto de Bolt de 1960, que puedes descargar en PDF a través de Academia.edu en la Liga 4. Una cosa me sorprende en esta última fuente: el carácter del Common Man (el Hombre Común, que es el mayordomo en la casa de Moro). Es el primero en aparecer, en medio de un escenario oscuro, con una luz sobre él. Y sus primeras palabras son: “¡Esto es perverso! Empezar una obra sobre Reyes y Cardenales, vestuarios lujosos é intelectuales de palabra alambicada… ¡conmigo! Si la presentación se la hubiesen encargado al rey ó al cardenal hubiesen tenido mejores materiales. Y un intelectual podría haber presentado majestuosos significados, proposiciones coloridas, y un armazón barroco de liturgias digno de la Casa de los Lores. ¡Pero yo! … ¡¿Yo qué puedo hacer?!” Luego, el Hombre Común se queja de su muy común vestuario y señala que habría sido mejor presentarse vestido de Adán… “Podría haberles mostrado algo de mí mismo … algo que he olvidado”. Finalmente se presenta y nos dice que se llama Matthew (Mateo), el mayordomo de Moro. Adelante te cuento por qué Moro habría regañado a Bolt por este personaje.

En la película de Zinnemann (1960) ese personaje se eliminó, aunque la voz del Hombre Común aparece en otros personajes populares –como el Boatman (botero, ó trajinero, para los chilangos) que presta servicio de “taxi” a lo largo del Río Támesis y quien se queja con el elegante Moro de que la tarifa autorizada es igual no importando si reman corriente arriba ó corriente abajo: “—¡Quien escribe los reglamentos no rema!” En la versión de 1988 (la de Heston) el “malo” que hace los reglamentos (y los impone autoritario) es el archi-enemigo de Moro, Tomás Cromwell, de quien te conté la semana pasada. Cosa rara, el Cromwell histórico sí se preocupaba por los pobres y trabajadores.

Heston recupera en su versión de 1988 al mayordomo Mateo y cuida mucho otras apariciones del Hombre Común. Una versión teatral de 2016, que mantiene ese personaje esencial, la puedes ver en la Liga 5. Fue puesta en escena por The City Theatre de Austin, Texas, y dirigida por Jeff Hinkle, con Roy Mullin como Moro. La subió a YouTube @DarrenScharf.

Moro es –sin duda– uno de los personajes más interesantes de la primera mitad del siglo XVI europeo. Pruebas fáciles de esto: Moro escribió comentarios a La Ciudad de Dios de Agustín de Hipona; Moro dio a conocer en su país al filósofo italiano Pico della Mirandola; Moro era buen amigo (y colaborador) de Erasmo de Rotterdam. Obras como la de Bolt lo volvieron central en los debates políticos contemporáneos. El Moro de A Man for All Seasons es un héroe de la libertad de pensamiento frente a la tiranía totalitaria. Pero Bolt también mitifica. Eso pasa cuando subes a los altares a una persona.

La Wikipedia castellana afirma: “Ha sido considerado como precursor del socialismo utópico, siendo él la primera persona en acuñar el término ‘socialismo’.” La Wikipedia inglesa no afirma lo anterior, sólo informa que los socialistas de la naciente URSS lo consideraban un pensador valioso. La Wikipedia castellana informa que la obra de Moro “más famosa es Utopía, donde busca relatar la organización de una sociedad ideal, asentada en una nación en forma de isla del mismo nombre.” La Wikipedia inglesa describe la obra y nos aclara que en ese libro, Moro “contrasta la conflictiva vida social de los Estados europeos con el perfectamente ordenado y razonable arreglo social de Utopía y sus alrededores”. Pero también nos recuerda cómo se llamaban los alrededores de Utopía: Tallstoria (del Inglés Tall-Story ó cuento chino), Nolandia (“Tierra del No”) y Aircastle (“Castillo en el Aire”). Olvidé decirte que Moro fue siempre famoso por su humor socarrón…

Confiemos más en la Wikipedia inglesa, lectora. Allí correctamente se explica que Utopía es una“frame-narrative” ó “narrativa en un marco”, es decir, un relato que contiene otro relato. En el relato-marco, Moro nos cuenta que él estuvo de visita en la ciudad de Amberes, Países Bajos, adonde se encontró con un hombre que venía de regreso del Nuevo Mundo. Lo primero es verdad histórica, Enrique VIII Tudor había enviado a Moro y al clérigo Cuthbert Tunstal (1474-1559) a negociar un tratado comercial con Carlos Habsburgo, duque de Borgoña y príncipe heredero de Castilla. El encuentro con el viajero es fantasía –aunque Moro nos dice que era parte de uno de los viajes de Américo Vespucio.

El viajero se llama Raphael Hythloday ó Rafael Hitlodeo. Y desde allí empiezan los mensajes cifrados de Moro narrador al lector. El personaje se llama Rafael por los arcángeles mensajeros de Dios. El neologismo Hythloday viene del latín hythlos (“sin sentido”) y daio (“distribuir”) y significaría “El que distribuye sinsentidos”, ó “El experto en idioteces”, ó “El embaucador”. Pero, atención: la expresión también podría implicar que se trata de “El visionario”. ¿El viajero que visitó Utopía es un personaje negativo? No necesariamente. Tan sólo es problemático y… admirable. (En la primera parte del libro de Moro se hace, de pasada, la aclaración de que los bufones son capaces de decir cosas verdaderas que nadie más se atrevería a decir. Y esa aclaración la pone Moro en boca de Hitlodeo.)

Puedes leer el libro –cosa que los panistas que veneran al “santo” Tomás Moro en San Ángel, Ciudad de México, seguro no han hecho– en la Liga 6. El marco mayor del libro es la conversación entre Hitlodeo y Moro en un jardín de una elegante mansión de Amberes. La narración nos dice que el viajero Hitlodeo no sólo ha visitado Utopía, sino que antes de eso conoció en Inglaterra al cardenal arzobispo John Morton –el primer patrón y protector de Moro. Bajo pretexto de referirles una vieja conversación con Morton, Hitlodeo explica cómo en Inglaterra “el incremento de parcelas dedicadas a pastura … hace que [las] ovejas –animales de natural tierno y fáciles de controlar– hoy devoren seres humanos y despueblen no sólo villas sino ciudades enteras”. Se trata de una de las primeras descripciones del enclosure, la política de expulsar arrendatarios campesinos que sembraban trigo para dedicar la tierra a criar ovejas. Marx incluyó ese fenómeno en su descripción de la acumulación originaria del sistema capitalista. La expresión de Moro es perfecta: las ovejas devoran seres humanos. (Por esto es que los bolcheviques incluyeron a Moro en su obelisco de precursores.)

Hecha esa terrible descripción de Inglaterra, Hitlodeo describirá a Moro cómo se organizaba la sociedad en Utopía. Su exposición demuestra que la Humanidad viviría mejor sin propiedad privada, pero Moro le responde al viajero que “con ello se destruye la raíz de la nobleza, la magnificencia y el lujo, y de la grandeza, cosas que en el común sentir constituyen el decoro y el esplendor de un Estado”. Entonces, ¿de qué lado está Moro? Él sabe del dolor humano que causa el enclosure en las zonas rurales de su país. Su maestro Morton analizó el problema en su corte arzobispal. Lo que se dijo allí (en la realidad) lo pone Moro en la boca de Hitlodeo (en la ficción). Pero cuando Moro habla directamente en Utopía vemos al abogado y diplomático encargado de asegurar el mejor precio a la lana y paños ingleses en los Países Bajos… es decir, la voz del Moro real es la del burócrata al servicio de las clases que se benefician del enclosure.

Te cuento otro chisme de Moro. (Lo bello de un hombre apasionado por escribir es que podemos conocerle mejor.) Una de sus primeras obras es un relato en Latín escrito en 1513 titulado Historia del Rey Ricardo III –una de las fuentes del Ricardo III de Shakespeare. En el texto de Moro (Liga 7), leemos que, cuando Ricardo III tomó el poder, muchas personas de los gremios dudaron, pero “dijeron que esto [era] mejor dejarlo como cosas de reyes; como si fuesen obras de teatro sobre el tablado… en las que los pobres sólo miran.” Y Moro concluye, para enseñar política a quienes lo leemos: “Y sabios serán esos pobres si no se mezclan [en la Política], porque algunas veces suben al tablado y actúan sin conocer su papel, y estropean la obra y se perjudican ellos.” Para Moro, la política es cosa de las élites y no del Hombre Común.

Con eso en mente, lectora, regresemos a Utopía. Allí, Moro cierra el libro diciéndole a sus lectores que “tengo que confesar que no puedo asentir a todo cuanto me expuso este docto varón [Hitlodeo], entendido en estas materias y buen conocedor de los hombres. También diré que existen en la república de los utopianos muchas cosas que yo quisiera [yo desearía] ver impuestas en nuestras ciudades. Pero que no espero lo sean.” Moro declara su admiración por lo que propone Hitlodeo y lo considera deseable PERO no espera que ocurra en la realidad. Moro no es un utopista.

Con lo que te cuento de Moro, lectora, podrás ver que el retrato creado por Bolt en la segunda mitad del siglo pasado NO corresponde a la realidad histórica del siglo XVI. A Man for All Seasons describe a un mártir de la consciencia individual en pugna contra los dictados del Estado. Hace cinco siglos, Moro era un político reaccionario que aborrecía la idea de que el Pueblo (el Hombre Común de Bolt) participara en la política. En los 1500s, Moro era un hombre cuya fortuna é intereses estaban con los productores-exportadores de lana, y no con los campesinos desplazados por los enclosures. Un hombre que, en lo que hoy llamamos espíritu nacional, prefirió servir a un monarca extranjero (el Papa) y no a su señor natural, el rey de Inglaterra Enrique VIII Tudor.

Por cierto que en otra ocasión habría que hacer una kino-reseña acerca de los retratos de Ricardo III para ver qué tanto la visión canónica sobre ese personaje –establecida por Tomás Moro– sigue vigente entre nosotros.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

https://ok.ru/video/8628594150094

Liga 2:

Liga 3:

Liga 4:

https://www.academia.edu/5917424/A_M_an_For_A_ll_Seasons_by_Robert_Bolt

Liga 5:

Liga 6:

https://www.textos.info/tomas-moro/utopia/descargar-pdf

Liga 7:

http://www.luminarium.org/renascence-editions/r3.html

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