Federico Anaya Gallardo
Para no desperdiciar nuestro conocimiento de la serie de HBO El Imperio del Malecón empezaré esta kino-reseña con la escena entre Owen Sleater (interpretado por Charlie Cox, n.1982) y Margaret Thompson (interpretada por Kelly Macdonald, n.1976). Ocurre en la temporada 3, episodio 9 (“The Milkmaid’s Lot”). Owen es un paddy que la rola de chofer, pistolero y espía del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Llegó a Atlantic City cuando Nucky Thompson (el de la novela y serie) pactó con el liderazgo irlandés mandarles ametralladoras (de los arsenales de la Guardia Nacional neojerseyita) a cambio de buen whiskey para saciar las gargantas secas de La Prohibición. Owen Sleater se acomodó cerca de Nucky y tiene un amorío con la mujer del capo, Margaret.
Ella le dice que es raro que no le guste beber, cuando toda su vida gira alrededor del alcohol. Él responde: “—Al fín de cuentas es sólo negocio”. Ella insiste: “—¿Así son los negocios?” Owen señala con mucha seriedad: “—Pregúntele al minero enterrado en la carbonera. Ó al que murió cavando un canal. Ó a quien trabaja en un rastro. Nadie pregunta de dónde vienen las cosas que consumen. Las quieren así nomás. Y luego creen lo que más les conviene creer”.
Margaret no lo dejará escapar tan fácil, pese a que sabe que Owen lleva razón: “—¿Así es como haces tu paz con esto?” Él se defiende: “No hay nada más. No hay nada a mitad del camino. Pero no es excusa. No quiero que suene a excusa. Cuando termine, me voy.” Y luego ambos se plantean salirse del “negocio”. É irse lejos, muy lejos. Owen comenta, melancólico: “—Ya estamos a miles de kilómetros de casa [Eire], ¿qué importan unos miles más?”
Se trata de una visión desde la cima hacia la sima. Una visión del vacío. Importa quiénes observan. Los pequeños no tienen modo de escapar. Los poderosos podrían pasar unos años en prisión y regresarán a la cima social y serán admirados por la prensa el día que al fín se mueran, como Nucky Johnson, el gánster real de Atlantic City. Los guionistas de El Imperio del Malecón mataron a Owen al final de esa temporada. Margaret sobrevivió, pero se separó de Nucky Thompson y se mudó a Nueva York –adonde terminará, más ó menos acomodada, en los servicios financieros de la metrópoli del Capitalismo mundial (caput mundi, dirían los clásicos). En todo hay clases sociales. En la serie de HBO, Margaret ascendió y se acomodó: ella fue la operadora financiera (broker) que aseguró que la empresa de Joe Kennedy sobreviviera en el mercado de valores justo antes de que terminase La Prohibición.
En cambio, el destino de Owen corresponde con lo que nos explicaba el antropólogo Claudio Lomnitz en sus conferencias sobre una “teología política del crimen organizado” de 2024 en El Colegio Nacional. (Liga 1.) Los grupos del crimen organizado ofrecen una identidad atractiva a sus jóvenes soldados y grandes beneficios materiales en el corto plazo. Pero, como cada grupo debe sostenerse mediante la fuerza bruta y enfrentarse a competidores iguales en poder, es incapaz de construir una hegemonía permanente. No hay, salvo el extrañísimo caso del ya extinto Cartel de Sinaloa mexicano, una “soberanía narca” que perdure en el mediano plazo. Y ninguna lo ha hecho en el largo plazo –a menos que se unifique con el Estado. Esto fue lo que hicieron los gánsteres de La Prohibición en EUA. La historia común es la de los mil intentos de construir una “soberanía narca” que terminan con mil barrios y pueblos devastados, adonde los jóvenes han sido aniquilados.
En El Imperio del Malecón esta realidad es especialmente triste en el caso de Owen Sleater –quien abandonó un grupo armado que luchaba en los 1920s por el poder político en Irlanda –y que terminaría forjando, luego de mil contradicciones y un siglo de dolor, los dos Estados que hoy dominan aquella isla: la República de Eire y el Reino británico de Úlster. Owen cambió esa bandera Estatal (pública) por una bandera comercial (privada) al volverse “músculo” de un grupo de crimen organizado en Atlantic City. Owen no es un cobarde: la violencia en el IRA era tan terrible como en la Atlantic City de Nucky. Cambió banderas porque deseaba vivir como “privado”. (En cambio, en El Padrino de Puzo-Coppola, los Corleone soñaban con ver a uno de ellos como Senador de los EUA.)
Por eso, en el diálogo que te refiero, querida lectora, Owen compara su oficio con el de los mineros, canaleros y carniceros. Todos son trabajos sucios, pero a la sociedad no le interesa eso, sino tener combustible para su estufa, vías de comunicación y carne en la mesa. Owen es tan sólo un comerciante que provee alcohol a esa misma mesa. Y sueña conque, algún día, se librará de su oficio y vivirá una vida mejor más allá, en la distancia.
Sueños de opio. Ni los mineros, ni los canaleros, ni los carniceros, ni los gánsteres del montón verán el paraíso en esta tierra. Owen y las personas que representa intuyen que están atrapados y que no hay salida. Tal vez por eso es que la cultura narca estudiada por Lomnitz en Zacatecas está llena de imaginerías religiosas: de la Santa Muerte a San Judas Tadeo y a la Virgen de Guadalupe. Que yo le rece a una deidad que se especializa en “causas imposibles” es una confesión de que lo imposible no sucederá. Eso sí, la parafernalia es bella. Y habríamos de preservar los murales. Y buscar un Homero que cante la ira de esos nuevos Pélidas Aquileos que tanto dolor causaron entre nosotros. (Eso es lo que hizo Puzo para los gánsteres neoyorquinos.)
Hoy quiero recomendarte de una película de gánsteres que NO proviene de la realidad histórica, sino de un cómic. En 1998 DC Comics publicó la serie Road to Perdition (Camino a la Perdición) de Max Allan Collins (escritor, n.1948) y Richard Piers Rayner (dibujo, n.ca.1965). En 2002 Sam Mendes (n.1965) la llevó a la pantalla, con Tom Hanks (n.1956) en el papel protagónico: el gánster irlandés Michael Sullivan senior. Junto a él, Tyler Hoechlin (n.1987) interpreta a Michael Sullivan junior –el primogénito de una familia irlandesa de Rock Island, Illinois; allá por 1931. La puedes ver en el canal de streaming de Disney. En YouTube hay una buena versión en Inglés sin subtítulos en la Liga 2 y una doblada al Castellano en la Liga 3.
El cuento de la historieta convertida en película es sencillo. Sullivan senior es parte de una mafia local en Rock Island. Es “músculo” ó enforcer, como nos dice la Wikipedia inglesa. Detalle interesante: enforcer se traduce como “ejecutor”. Es un sicario. Pero el campo semántico de enforcer incluye law enforcement. Digo, nomás para agregar detalles a la ambigua tierra de nadie entre la “soberanía narca” y la soberanía del Estado.
Sullivan senior trabaja para John Rooney, cabeza de la mafia irlandesa del lugar. Este carácter ya es anciano, interpretado por el veterano Paul Newman (1925-2008) quien este año sería centenario. Road to Perdition fue la última película de Newman. La relación entre Sullivan senior (Hanks) y Rooney (Newman) es complicada. El sicario fue rescatado por el capo cuando era niño y fue criado como parte de la mafia. Es el mejor en su trabajo. Su lealtad al capo es inquebrantable. Pero la vejez de la cabeza de la banda empieza a complicar las cosas. Rooney (Newman) tiene un hijo biológico. Connor, interpretado por Daniel Craig (n.1968). Connor es el heredero aparente y es voraz. La audiencia pronto se da cuenta que Connor está robando al padre y transformando la máquina criminal –substituyendo a los viejos empleados por gente leal a él.
El problema es que Connor Rooney es irresponsable y no sabe controlar su violencia. Eventualmente, se enfrenta a Sullivan Senior y, en un momento de insensatez, asesina a la mujer y al hijo menor del sicario. Este es el gatillo que dispara la narración principal de Road to Perdition.
Los dos Sullivanes sobrevivientes emprenden una odisea para vengar a la madre y al benjamín. Escapan de Rock Island, una población que siempre ha sido ciudad pequeña y se dirigen a la metrópoli illinoya, a la gran Chicago, para presentar su caso ante los capos mayores que operan en laWindy City. Allí los atiende un Frank Nitti interpretado por Stanley Tucci (n.1960). Por supuesto John Rooney (Newman) ha llegado antes y el Sindicato mafioso apoya al capo local y no al sicario. Todo mundo reconoce que Connor Rooney (Craig) es el culpable de todo –y en algún momento uno de los big bosses de Chicago le advierte a Rooney junior que apenas muera su anciano padre él será ejecutado.
¿Por qué entonces no darle la razón a los Sullivan? Porque la “soberanía narca” no es realmente la soberanía del Estado. La hegemonía que construyen los grupos criminales siempre está más cerca de la fuerza bruta que del convencimiento ideológico. Por eso su sistema de lealtades es mucho más primitivo que el de un Estado. Así, los big bosses chicaguenses no pueden permitir que un simple sicario prevalezca sobre su señor feudal porque sería una indisciplina fatal para su sistema de mando-obediencia.
Aparte, la “soberanía narca” tendría que desarrollar un sistema de investigación para determinar los detalles de cada disputa entre sus miembros. En este cómic convertido en película uno de los trucos simplificadores es que todos los personajes saben quién es realmente el culpable de la tragedia (Connor Rooney). Y crear un “ministerio público” que investigue la verdad del caso concreto es algo demasiado costoso para una red dedicada al tráfico de mercancías… (Se me aparece entre los libreros el fantasma de Adam Smith y me dice: “—Por eso les decía que los empresarios no pueden ni deben dirigir el Estado”.)
Pero Sullivan senior (Hanks) no se rinde. Él desea matar a Connor Rooney (Craig). Su viejo jefe le manda dinero y la oferta de un exilio dorado, junto con su hijo. Sullivan serio rehúsa la oferta. Sólo la venganza sangrienta lo calmará. Para demostrarle a los grandes capos de Chicago que han apostado mal, Sullivan senior regresa a la inmensa área rural que rodea a Chicago y empieza a asaltar bancos. Pero sólo se lleva el dinero que los gánsteres tienen depositado allí –el dinero del lavado. (De algo sirve ser sicario mayor, ¿verdad?) Esto sólo convence a Frank Nitti (Tucci) que Sullivan senior es un perro rabioso, un mad-dog al que hay que poner a dormir pronto. Despacha a Harlen Maguire, un sicario-fotógrafo que gusta de retratar a sus víctimas. ¿Coloca las fotos en los periódicos de nota roja? (¡Doble ingreso por cada gota de sangre derramada!) Maguire es interpratado por Jude Law (n.1972).
Los viajes de los Sullivanes por el Medio Oeste yanqui hacen una odisea maravillosamente americana. Los barcos de Ulises son substituidos por obscuros y cuadrados autos de 1931. El egeo ancestral está evocado por las praderas cubiertas de trigo y maíz, planas hasta un lejanísimo horizonte. Los monstruos no los esperan en las islas, sino que los persiguen por la carretera. La soledad del viaje oprime al padre y al hijo. En esta odisea los viajeros saben que no hay Itaca a la cual regresar. Su Penélope y su Telémaco fueron asesinados antes de empezar el viaje.
Un filme magnífico. La última vez que Sullivan senior (Hanks) habla con John Rooney (Newman) será en el sótano de la parroquia católica de Rock Island. El sicario le llega a su exjefe por la espalda, a media Misa. Quiere parlamentar. Bajan al sótano. El empleado gánster exige una vez más Justicia, habla del bien y del mal. El capo gánster le responde: “—Aquí sólo hay asesinos. ¡Abre los ojos, Mike! Esta es la vida que escogimos, la vida que llevamos. Y sólo hay algo seguro: Ninguno de nosotros irá al Cielo”.
La soberanía narca no salva. Sólo el Estado puede establecer aquello que los europeos medievales llamaban La Paz del Rey.
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
https://www.youtube.com/watch?v=wXyCw_090V4
Liga 2:
https://www.youtube.com/watch?v=AbuLZM36LYQ
Liga 3:
https://www.youtube.com/watch?v=gzg2xjmFsng

