En octubre de 2025 la tensión en la relación comercial entre esas dos economías experimentó un nuevo máximo
Washington anunció su intención de imponer aranceles de 100% sobre importaciones chinas y controles de exportación sobre softwa – re “crítico” a partir del 1 de noviembre (o antes), en represalia por las medidas arancelarias y las nuevas restricciones impuestas por Pekín. China, por su parte, ha respondido que esos movimientos equivalen a un “abuso de controles de exportación” y ha anunciado una batería de represalias: investigaciones antimonopolio, tasas portuarias para buques estadunidenses y licencias exigidas para portar minerales estratégicos (tierras raras). Estas acciones no son detalles aislados, sino expresión de una transición estratégica: la guerra comercial ya no gira sólo en torno a aranceles, sino al control de insumos críticos, la definición de “seguridad nacional” y la capacidad de coaccionar cadenas globales.
China posee un “arma invisible” que es potente ante incertidumbre regulatoria prolongada. China domina cerca del 90% del procesamiento mundial de tierras raras (aunque su producción minera en bruto representa 70% del total) y ejerce un papel hegemónico en la cadena de valor agregada. Cuando China implementó en abril restricciones a la exportación de minerales pesados (como disprosio, terbio, etc.) y de imanes de tierras raras, generó un impacto inmediato en las industrias automotriz, electrónica y de defensa. En abril y mayo, las exportaciones chinas hacia Estados Unidos de tierras raras se desplomaron -37% en volumen y 58% menos para imanes, según datos de aduanas chinas. En un solo mes, la exportación de imanes cayó un 93% interanual, provocando paros temporales en líneas de producción automotriz en Estados Unidos (por ejemplo, Ford) según fuentes del sector. Sin embargo, esos efectos no fueron uniformes ni definitivos. En mayo, China reportó un rebrote de exportaciones del 23% respecto al mes anterior, con un total de 5,864.6 toneladas exportadas (aunque ese volumen sigue bajo respecto a niveles del año anterior) y un valor exportado de tierras raras de 18.7 millones de dólares, que representó una caída anual de 48.3 por ciento.
La escalada estadunidense no se limita a la tradicional arma arancelaria: sus controles sectoriales (particularmente en semiconductores) ya empleaban reglas extraterritoriales (como la “foreign direct product rule”) y restricciones sobre el software utilizado en diseño/producción avanzada. Ahora la expansión propuesta implicaría una cobertura transversal: “casi todos los productos que ellos fabrican”, según la versión oficial. Las tasas arancelarias ya eran elevadas: análisis del Peterson Institute estiman que el promedio efectivo de Estados Unidos sobre productos chinos ronda el 57-58%, mientras que China aplica aranceles promedio de cerca de 32-37% en importaciones estadunidenses. En contraste, los nuevos aranceles de 100% operan como una escalada dramática sobre un costo ya cargado.

Este enfoque encaja con una lógica de ronda normativa escalonada: Trump posterga la fecha de entrada de las medidas (1 de noviembre), como amenaza creíble para renegociar con ventaja. La nueva ola de tensiones entre Estados Unidos y China impacta directamente en sectores clave. En la industria automotriz y de electromovilidad, la escasez de imanes de tierras raras amenaza la producción de motores eléctricos y sistemas de regeneración. China concentra más del 70% del procesamiento mundial y suministra casi tres cuartas partes de las baterías de iones de litio que importa EU. En la electrónica y los semiconductores, los aranceles y los controles sobre software crítico encarecen y ralentizan el acceso a componentes esenciales para inteligencia artificial y telecomunicaciones. En el ámbito de defensa y tecnología dual, la línea entre usos civiles y militares se vuelve difusa: cualquier restricción adicional puede paralizar cadenas estratégicas.
Por último, la reconfiguración de las cadenas globales de valor enfrenta altos costos y limitaciones estructurales. El desacoplamiento total sigue siendo más un objetivo político que una posibilidad económica inmediata. Estamos ante un acto de teleguerra comercial, donde ambas superpotencias conjugan presión normativa y amenazas arancelarias, usando su posición en las cadenas estratégicas como palanca. Los datos recientes confirman que ya no se trata de gestos retóricos: las cifras comerciales, especialmente en tierras raras y productos tecnológicos sensibles, muestran tensiones activas. Quienes sobrevivan con estructura en este entorno serán aquellos que dominen la estrategia regulatoria, sepan anticipar cuellos de botella y diversifiquen emergencias de suministro.
Con Información de Dinero en imagen.

