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Gabriel Figueroa Flores, privilegiado incómodo

Jorge Ramírez Pardo

El Colegio de San Luis celebra en estos días 23 años de fundado y su acto más relevante semi abierto al público (escaso y conformado en su mayoría por académicos y empleados de la institución).

Para tal aniversario fue invitado Gabriel Figueroa Flores —hijo del legendario Gabriel Figueroa Mateos—, máximo fotógrafo del cine mexicano durante la denominada época de oro, e impartió una charla con la proyección de imágenes de sus principales portafolios o conjuntos fotográficos realizados (Retrato, Arqueología, Paisaje, Flora) y presenta en los muros del Aula magna del COLSAN la exposición “Segundos al alba, instantes para una memoria compartida.

Si sólo viéramos las imágenes fotográficas de Gabriel Figueroa Flores, podemos tener diversas lecturas frente a ellas, como:

  • Tiene un dominio de la técnica, lo mismo en fotografía análoga que digital.
  • Sus retratos de artistas y personajes del mundillo intelectual/artístico, parecen haber sido hechos por Manuel Álvarez Bravo, a quien hizo, por cierto, un retrato un día que se lo topó en Londres. La foto de Luis Buñuel con un puro en la boca, dice que con frecuencia se la “piratean” para emplearla en festivales de cine. La de María Félix con Juan Gabriel, es una instantánea espléndida, pero sólo cobra dimensión insólita si Figueroa cuenta la anécdota consistente en que lo que la Félix tapa con su mano es una enorme joya en el cuello del Divo de Juárez para que no la opaque.
  • Abarca muchos temas, estilos y geografías, pero no se ve el sello Figueroa Flores, sino la presencia de esquemas funcionales y la sombra de las estéticas visuales de Figueroa Mateos, Álvarez Bravo, Juan Rulfo y más.
  • Tiene unos dípticos, consistentes en junto a un “still” o foto de paisajes y escenarios fotografiados por su padre, poner una fotografía suya del mismo sitio, con calidad indudable… pero, en una de sus cualidades, la de buen conversador, dice, que no se venden y que le han pedido algún ejemplar, pero sólo de una imagen registrada por su padre.

Lo anterior es si vemos sólo las imágenes fotográficas registradas por Figueroa Flores, pero si habla o charla…

  • En su charla, el discurso de Figueroa Flores parece una sesión de diván porque el fantasma de su padre Gabriel Figueroa Mateos, se le aparece en todos los nichos de su existencia.
  • Tan solo vender imágenes de las películas fotografiadas por Figueroa Mateos, digitalizadas y con impresión bien resuelta, es un ejercicio rentable y fluido.
  • Además de otros privilegios de esa prestigiada marca, él mismo se refirió al de haber sido invitado a la restauración y digitalización, en Italia, de la película Los Olvidados, fotografiada por su padre.
  • Ese fantasma le abre caminos, uno de ellos, el de ser recurrente becario privilegiado, en tanto tipificado como creador emérito del ex Conaculta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes), hoy Secretaría de Cultura. Esto dice su curriculum:
  • “Ha sido tutor de jóvenes creadores en las becas que otorga el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de 1995 a 1998. Forma parte del Sistema Nacional de Creadores desde 1999 hasta la fecha”.

El reportero de Potosí Noticias, le preguntó: ¡cómo le va con la crítica? La pregunta le descompuso momentáneamente el rostro, pero pronto se repuso para volver a una alusión a sombra del padre cuya referencia siempre sale a flote.

LA MUESTRA EN EL COLSAN

Se trata de un conjunto de fotos, indiscutiblemente buenas, pero sin unidad temática. Son un todo y nada, y el todo se come al nada. Abre la exposición una cautivadora foto de un niño y, sin embargo, él mismo, dijo en su charla, que lo que menos le gusta fotografiar, es a las personas.

La exposición parece un muestrario de sus distintas carpetas o conjuntos fotográficos de temas abordados a través de años y geografías. Acaso tuviera sentido si quienes contemplen las fotos hubieran escuchado su charla, pero no es así, porque estuvo al alcance de un escaso público.

Hace la concesión de incluir imágenes del Altiplano potosino y la de unos actores locales, pero esa es una anécdota privada.

Atenúa el desaliño de la extraña curaduría, un díptico donde las imágenes dialogan con versos de Tomás Calvillo, pero el impreso es de una pobreza proverbial, en blanco y negro que por la ausencia de medios tonos en la escala de grises, muestra imágenes más negras que blancas.

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