Jorge Ramírez Pardo
El cinematógrafo está en su cumpleaños 125.
Hoy la referencia será a 4 creativos fílmicos, en igual número de países y cinematografías, que muestran en una de sus películas la factura y exhibición del cine mismo. En dos de ellas, la ensoñación provocada por el cine, trasciende las dimensiones de la pantalla y afecta la vida de dos mujeres transparentes y ajenas a la malicia.
El abordaje será, de acuerdo a su año de estreno.
El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice
Película ambientada en la década de 1940. Durante la dictadura franquista, en un pueblo de la meseta castellana llega un camión de cine ambulante y anuncia la exhibición, esa tarde, de El doctor Frankenstein. Dos niñas entre el público, Ana e Isabel, quedan fascinadas por la historia, el personaje y la muerte de una niña. Aún bajo la impresión causada por la película, visitan una caseta abandonada a la que Ana, la más pequeña, volverá en repetidas ocasiones.
Ana se hace amiga de un hombre prófugo a quien lleva comida; ella no sabe que es republicano, pero lo percibe como bondadoso. Luego se entera que fue ejecutado y, en ello está involucrado su papá que la autoridad del pueblo. El impacto, asociado a la imagen de bondad de Frankestein que captó en la película, y quien, también es acusado injustamente de la muerte de una niña, la llevan a huir de su casa y “encontrarse” con el personaje fílmico.
La ficción irrumpe en la realidad
El espíritu de la colmena, comenta Cined Es, es
una película sobre la infancia, sobre el descubrimiento del mundo (interior y
exterior), sobre los primeros pasos para hacerse mayor, sobre las
interrogaciones y las dudas, el miedo y la capacidad de maravillarse y
asombrarse. Emociones íntimas que se expresan a través de un cine que no
necesita de palabras para mostrar lo que una niña no sabe aún decir, un cine
que profundiza en sus materias y formas: la luz, el color, los encuadres, los
espacios, los sonidos y los silencios, los rostros, la duración, el tiempo.
Monte Hellman (cineasta): “Néstor Almendros me dijo que mirara El espíritu de la colmena de Víctor Erice porque sabía que yo necesitaba un director de fotografía español y porque pensaba que el trabajo de Luis Cuadrado era el mejor que jamás había visto. Sabía que Cuadrado había hecho la fotografía de la película cuando estaba ya casi ciego, recurriendo a las descripciones de un asistente e indicándole cómo tenía que situar las luces.”
La noche americana (La nuit américaine, 1973), de Francois Truffaut
Tal vez la película más cercana a lo didáctico en cuanto a mostrar muy de cerca la filmación de una película, los roles, jerarquías y retos durante el rodaje es La noche americana de Francois Truffaut
En La noche americana, el realizador francés Truffaut, protagoniza en la película al propio director de un film durante su rodaje. Se trata de un homenaje al mundo del cine, con las dificultades habituales de una filmación, pero con la proyección también del espíritu solidario que predomina durante un rodaje cinematográfico.
Hay una secuencia, particularmente significativa. Ante la excusa de la filmación de un plano secuencia (esto es una toma larga y compleja sin ningún corte) con un gran número de extras, se emplea un movimiento de grúa que permite observar todo el escenario, y trucos propios del cine. Se trata de cine en sí mismo, y muestra al personal e instrumentos que hacen posible el resultado en pantalla.
El siguiente enlace, lector, te permite ver la secuencia aludida:
En la película de obvio corte autobiográfico, el director, incluye un sueño del protagonista; en él, se ve a sí mismo robando las fotos de una cartelera en la que se estrena Ciudadano Kane.
En otra escena, una mujer, en la película actriz de reparto, comenta: “Dejaría a un hombre por una película, pero nunca a una película por un hombre”.
Otra frase de la película es: “En el cine no hay atascos ni tiempos muertos. Las películas avanzan como trenes en la noche. No puede concebirse mejor canto de amor a este oficio”.
Vidas errantes (1984) de Juan Antonio de la Riva
Entre la capital de Durango y municipios de la sierra en el mismo estado, Francisco y su joven ayudante Guillermo, recorren los poblados exhibiendo cine con el fin de ahorrar y poder construir su propia sala.
Vidas errantes resulta un viaje para la exhibición de cine trashumante a través de poblados durangueses. Con ello, el director muestra paisajes humano y serrano, al tiempo que hace un homenaje al cine clásico mexicano, particularmente al de la denominada Época de oro.
Esta película protagonizada por José Carlos Ruiz, Ignacio Guadalupe, Gabriela Olivo del Alba, se puede ver, lector, en el siguiente enlace.
El director de la Riva, nacido en Durango, con esta película y la que produjo después, Pueblo de madera (1990), nos lleva a conocer su estado natal, donde se rodaron totalmente ambos filmes, y aspectos específicos de problemática social.
Vidas errantes, 4 años antes que lo hicieran los italianos Ettore Scola (Splendor, 1988) y Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso, 1988), rinde homenaje al cine trashumante y a las salas de proyección pequeñas, en ese momento a punto de su desaparición.
Vale también decir que Juan Antonio de la Riva, es un incansable promotor para la realización y exhibición de cine mexicano. Ya ocupó el cargo de director de la Academia Mexicana de Cinematografía y es impulsor de rodajes fílmicos y festivales de cine en su natal Durango.
La rosa púrpura de El Cairo (1985), de Woody Allen Esta es la trama: Es el año de 1935, aún se percibe una sociedad afectada por la depresión económica de 1929. Mientras Cecilia trabaja como camarera en Nueva Jersey, su marido está de ocioso y no le presta atención. Sus únicos momentos felices se dan cuando acude a ver cine; lo hace con frecuencia para evadirse su frustrante condición y soñar la vida perfecta, glamourosa, ideal, romántica… exhibida por los héroes intocables de la pantalla grande.
Una noche, el protagonista de su película favorita, “La rosa púrpura de El Cairo”, arqueólogo, se fija en ella y atraviesa la pantalla para conocerla.
Woody Allen, comenta el portal Alhoa Criticon, rinde tributo al mundo soñador, fascinante y fabulador del cine y al propio cinéfilo, buscador de vivencias ajenas en donde reflejar sus anhelos o recrear su esparcimiento.
Establece una melancólica reflexión sobre la funcionalidad de evasión que posee la industria fílmica, asentando su evocación en el fuerte contraste entre la vida real y la ficción. La película es más un drama fantástico que una comedia, aunque sí que presente algunos (pocos) rasgos de humor, derivados de la aguda e imaginativa creación de situaciones emanadas del encuentro entre los personajes humanos y los de ficción.