Jorge Ramírez Pardo
En la historia de las artes plásticas en México, hay tres casos sorprendentes de creativos que primero alcanzaron gran relieve como pintores y dibujantes y, ya en plena madurez sorprendieron no sólo por su gran calidad como escultores, sino que, los tres le apostaron a la monumentalidad.
Ellos son, Juan Soriano, Leonora Carrington y José Luis Cuevas.
Este escrito se ocupará de manera prioritaria de Juan Soriano, quien hoy 18 de agosto cumple 100 años de haber nacido en Jalisco.
Antes, va una breve muestra del trabajo de los tres.
Pintores/escultores
Juan Soriano.- La primera foto que antecede este texto es de la escultura monumental La Paloma ubicada antes de la entrada al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey.
Leonora Carrington.- En la foto 2, un conjunto de esculturas con imágenes fantásticas inspiradas en las pinturas de la misma artista nacida en Inglaterra y nacionalizada mexicana. En México realizó la parte más destacada de su obra.
José Luis Cuevas.- Reconocido por sus dibujos con predominio de autorretratos cargados de angustia y desesperanza, su escultura más reconocida es La giganta, ubicada en el patio central de la casona convertida en Museo José Luis Cuevas.
Juan, niño precoz
Cuando Juan Soriano andaba por los 20 años (1940) cuando el pintor y muralista mexicano Diego Rivera era ya un artista con presencia internacional, dijo de Juan, es el pintor del futuro. Afirmación audaz porque en ese momento, como nunca, la producción pictórica mexicana estaba soportada por numerosos y versátiles creadores con las cualidades que el joven Soriano ya mostraba.
En ese momento y por muchos años, Juan no sólo estuvo muy cercano a Guadalupe Marín -mamá de las dos hijas de Diego Rivera, Lupe y Ruth-, sino que cultivo una suerte de admiración y amor platónico que lo motivó a realizar una decena de retratos de ella.
Y era amor atípico, porque en la biografía novelada que de Juan Soriano elaboró Elena Poniatowska se consigan narran detalles de, su infancia dentro del conservadurismo de su familia, su incursión en el arte y su reconocimiento, su amistad con destacadas figuras del siglo XX, y la vida junto a dos de sus parejas: Diego de Mesa y Marek Keller, en un periodo en el que la homosexualidad estaba casi proscrita. Este último representante y promotor de su obra.
El intergeneracional y los rupturistas
A mitad de los años cincuentas pasados, jóvenes pintores mexicanos, luego identificados como el grupo de la Ruptura, encabezados por Enrique Echeverría, desafían la postura del muralista David Alfaro Siqueiros quien afirmó “No hay más ruta que la nuestra” en relación al enfoque figurativo y nacionalista que habían desarrollado él y la mayoría de los pintores identificados como la Escuela Mexicana de Pintura. La réplica a esa afirmación era desmontar “La cortina del nopal”, frase atribuida a José Luis Cuevas, pero escrita por José Gómez Sicre.
Entre los artistas agrupados bajo este apelativo están:
A ese grupo pertenecían también, los zacatecanos Manuel Felguérez y los hermanos Pedro y Rafael Corone, Alberto Gironella, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce, José Luis Cuevas, Beatriz Zamora, Juan Soriano, Arnaldo Coen, Gabriel Ramírez Aznar.
A ellos se sumaron los extranjeros Mathias Goertiz, Vicente Rojo, Arnold Benkin, Roger von Gunten, Brian Nissen, Vlady y Kazuya Sakai.
También tuvieron interlocución con los llamados modernistas solitarios Carlos Mérida, Günther Gerzo, Wolfgang Paalen, Francisco Icaza Gilberto Aceves Navarro y Francisco Toledo.
En paralelo y lejos de la expresión mexicanista, también figuraron, Remedios Varo, Leonora Carrington, Helen Escobedo y Ángel Gurría.
El propósito principal de aquel conjunto de nóveles creativos, era expresarse con lenguajes modernos para el momento e influencias de las vanguardias en Europa que incluían, la no figuración, lo conceptual, la abstracción y estilización, cuyo precursor en México era Rufino Tamayo.
La primera historiadora del movimiento rupturista, Teresa del Conde, así se refirió a él: “Es justo señalar que Soriano en ese momento representaba en México a la vanguardia más avanzada, en tanto que (Enrique) Echeverría, con sus indudables valores, no lograba aún desprenderse de ciertas fórmulas que lo aproximaban entonces a Enrique Climent, con quien guardaba gran amistad.
Juan en San Luis Potosí
Cuando se inauguró el Museo escultórico potosino, frente al Jardín de San Juan de Dios, con esculturas –entonces prestadas- de Federico Silva, cobraban todos los días la entrada al recinto. Al mismo tiempo, había una exposición frente al museo y en los andadores del jardín de esculturas monumentales de Juan Soriano.
Ingresaras o no al museo, la involuntaria competencia escultórica la ganaba de soba Juan Soriano porque estas no requerían sapiencia de para identificar los motivos para la escultura geometrista de Silva, por el contario, sus representaciones zoomórficas figurativas tenían el agregado de gracia y sensualidad patentes. También se exhibía una escultura de La luna en escala menor que la monumental ubicada afuera del Auditorio Nacional en el Bosque de Chapultepec de la ciudad de México.
Era fines de 2003 y, en esos días, estuvo Juan Soriano en la capital potosina con Elena Poniatowska y ambos presentaron el libro biográfico a cerca de su obra escrito por ella. El fallecería 3 años después, en 2006.
Ahora en una La Lotería
De entre los óleos de gran formato pertenecientes al Museo de Arte Moderno de la ciudad de México, realizados por Juan Soriano, se seleccionó la imagen de El pez luminoso, para incluirla en los billetes de la Lotería Nacional del sorteo de hoy 20 de agosto. Por cierto, el tamaño del billete y la abundante información gráfica opaca de manera notable la imagen de la pintura.
Juan fue un artista versátil, además de sus óleos y esculturas de gran formato realizó dibujo para vestuario de teatro, retratos y apuntes sobre diversos temas.
Siempre figurativo, su trabajo creativo estuvo en constante evolución. Transitó en algún momento por el surrealismo y expresionismo narrativos.