Miles de personas abandonaron Ucrania desde el inicio de lainvasión rusa, y los niños con enfermedades terminales, atendidos en los hospitales de la ciudad de Kharkiv, tampoco tuvieron otra opción más que huir pese a su delicado estado de salud y las máquinas de las que depende su vida. ¿Cómo pudo ser posible?
Tras la invasión, Eugenia Szuszkiewicz, pediatra y especialista en cuidados paliativos, recibió durante varios días llamadas telefónicas de padres de familia, desesperados por sacar a sus hijos del área de Kharkiv, una de las ciudades con mejores hospitales de cuidados paliativos y ahora también la segunda más bombardeada.
De acuerdo con el medio CNN, al inicio, Szuszkiewicz trató de organizar un tren o un transporte terrestre hasta Kharkiv, pero eso resultó ser imposible, ya que la ciudad estaba prácticamente sitiada, lo que lo hacía sumamente peligroso.
Esto, obligó a las familias a buscar una forma de llegar a Lviv, antes de que la doctora pudiera conseguir transporte a un lugar seguro en Polonia.
Szuszkiewicz contactó a los directores de los hospicios locales, quienes elaboraron una lista de quiénes querían irse y quiénes podrían hacerlo por su cuenta; sin embargo, algunos tuvieron que ser descartados.
Por ejemplo, los padres de niños con ventiladores, pues sus hijos no sobrevivirían el largo viaje o estaban demasiado enfermos como para al menos intentarlo, aunque algunos decidieron arriesgarse de todos modos, con la creencia de que sería mejor morir en el camino, que bajo una bomba.
Szuszkiewicz movilizó a toda una red de profesionales médicos dentro de Ucrania, para ayudar a transportar a todos al punto de encuentro de Lviv.
Asimismo, logró que el gobierno polaco y el Hospital Clínico Central de Varsovia convirtieran varios vagones de tren en una sala médica improvisada, incluida una sala de operaciones.
“Tan pronto como llegué y me acerqué a ese autobús y dije, ‘estamos aquí, pronto te salvaremos, te sacaremos de este país en guerra… Puedes relajarte ahora'”, dijo Szuszkiewicz.
La doctora no es ajena a la gratitud: ha escuchado a los padres agradecerle por salvar a sus hijos. Pero esta vez, dice, es diferente, las palabras tienen una profundidad diferente.
“Hay muchas palabras de gratitud, hay alegría, hay esperanza de vida. Cada uno de esos padres dice que han dejado su ciudad Kharkiv solo temporalmente, que cada uno de ellos regresará cuando haya una oportunidad, que reconstruirán esa ciudad desde cero tan pronto como termine la guerra allí, tan pronto como puedan vivir allí de nuevo. Lo dicen con tanto amor a su patria”, mencionó.
No obstante, una vez en Lviv, los niveles de estrés del médico aumentan al saber que éste es un viaje peligroso para los niños, quienes son levantados por última vez en brazos de madres cansadas mientras descienden del autobús.
Algunos de ellos se entregan suavemente a los médicos y enfermeras que esperan, mientras que otros, su salud es demasiado delicada y requiere ayuda adicional para transportarlos de manera segura al tren que los llevará a Polonia.
El personal médico espera evitar que cualquiera de los niños experimente más dolor, ya sea emocional o físicamente. La salud de uno de los niños está en tan mal estado que los médicos nos dicen que es posible que no sobreviva al viaje.
A esto, se le suma que el equipo médico no está del todo seguro de qué esperar cuando el tren se detiene cerca de la frontera entre Ucrania y Polonia, justo dentro de Ucrania.
“Sin mi, mi hija no viviría”
A bordo del tren a Polonia, Ira acaricia los dedos de su hija Victoria, una menor que sufre de parálisis cerebral y no puede caminar, mientras mantiene sus manos entrelazadas.
“Sí, cariño, todo estará bien”, le dice a Victoria, de seis años. Luego hace una pausa. “Supongo que todo estará bien”.
Ira afirmó que fue un “milagro” que hayan podido subirse al tren, ya que para hacerlo primero tuvo que viajar desde su aldea, en las afueras de Kharkiv, hasta la ciudad de Lviv, donde se les indicó a las familias que se reunieran.
Ira llevó a Victoria en sus brazos durante la mayor parte de los tres días que le tomó llegar allí.
Victoria esboza una enorme sonrisa que le ilumina los ojos cada vez que escucha su nombre, aunque sea a través de las lágrimas de su madre.
“Ella les sonríe a todos. Porque en el camino aquí solo nos encontramos con personas amables y compasivas.
“Incluso cuando no esperas ayuda, todos ayudaron. Ellos (extraños en el viaje en tren a Lviv) nos dieron comida, bebidas, techo de nuestras cabezas, nos acompañaron, nos guiaron”, dice Ira.
En total, hay casi 200 niños en cuidados paliativos solo en la región de Kharkiv, según Szuszkiewicz.
A medida que el tren llega a Varsovia, las luces azules intermitentes de las ambulancias se reflejan a través de sus ventanas.
No están señalando una emergencia médica, y no es en respuesta a una bomba. Es una señal de que han llegado, salvando lo que queda de la vida de sus hijos.
Con información de Milenio