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Opinión

Ver para pensar: El Incomprendido

Federico Anaya Gallardo

Como toda persona tiene problemas, una universal virtud práctica es hacer virtud de la necesidad. Mi familia tiene una tendencia a generar T.O.C., pero contrario a una querida tía abuela que terminó coleccionando los tubitos de cartón del papel de baño, yo canalicé el mío sistematizando notas de prensa y anotando pendientes. Mis gatos –Pandemiau y Policat– han encontrado fascinante la primera costumbre, jugando con las cajas que guardan recortes y desperdigando su contenido. Esta pequeña calamidad trajo a su vez una bendición. Ordenando de regreso recortes, encontré uno de La Jornada del sábado 7 de Abril de 2007. Guardé la programación de Canal 22. En aquéllos días estaba yo viendo la adaptación de La casa desolada (Bleak House) de Charles Dickens que hizo la BBC en 2005. Ese sábado se transmitiría a las 21 horas p.m. el capítulo 6: “Un largo proceso legal por una herencia provoca desgracias y ruina a varios personajes. Con Anna Maxwell Martin y Patrick Kennedy.” Ya regresaré a Dickens en otra ocasión, pero a la medianoche de ese sábado de hace quince años, se transmitiría El Incomprendido, la vida con el hijo (Incompreso, vita col figlio), película italiana de 1966 dirigida por Luigi Comencini (1916-2007). Cosa extraña, Canal 22 decidió usar la imagen de esta película para adornar su publicidad y no la de la entonces recientísima Bleak House.

Tres lustros atrás, mi recorte pretendía recordarme del capítulo dickensiano. (Traté de grabarlos todos, en casetos VHS.) Hoy me llevó a Comencini. La película puedes encontrarla en YouTube dividida en ocho partes, en el original Italiano con subtítulos en Castellano. (La Liga 1 lleva a la primera parte y de allí puedes ver el resto, lectora.)

Cosa extraña, se trata de una historia inglesa. Comencini trabajó a partir de una novela de Florence Montgomery (1843-1923) una escritora victoriana cuyas historias son calificadas por Wikipedia (Inglesa) como “pious in tone and set in fashionable society”… La traducción de este juicio sería “de tono piadoso y ubicadas en la sociedad de moda”. Pero te aclaro, lectora, que pious en Inglés tiene un dejo crítico que no tiene piadoso en Castellano. En ese caso debería leerse como santurrón –enfatizando la hipocresía de las clases altas que forman la fashionable society.

Tal vez por esto es que Comencini inicia su cinta con una serie de imágenes de familia pastoral de fines del siglo XVIII –de esas que se pusieron de moda cuando la aristocracia urbana ilustrada de Europa encontró novedoso (fashionable) ocuparse de la crianza de sus hijos e hijas. Antes, la tradición entregaba a las criaturas a nanas y ayos mientras Monsieur Le Comte y Madame La Comtesse asistían a las interminables Functions de Cour que su estatus les imponía. Así fue como Talleyrand-bebé tuvo un accidente que le dejó cojo, desheredado y obispo –para posterior horror de la Iglesia galicana –pero esta es otra historia que he de contarte en otra ocasión y a santo de otra película. Durante los primeros dos minutos de Incompreso vemos el retrato idealizado de una nobleza que se viste de campesina y cuida a sus crías en “estado de Naturaleza”. Luego, se rompe el embrujo y la cámara nos muestra el costado de un bellísimo Jaguar negro que se acerca a una elegante villa en medio de un bien cuidado bosque-jardín. Estamos en la residencia del cónsul británico en Florencia. Nuestros protagonistas son el señor cónsul (Mr. Duncombe) y sus dos hijos, Milo y Andrés.

En la novela original (Misunderstood, 1869) Montgomery ubica la acción entre “campos y prados, prados y jardines, tejados y cornisas” de Wareham Abbey, condado de Sussex. (La novela completa puedes leerla en Inglés, gracias al Proyecto Gutemberg en la Liga 2.) Allí viven los Duncombe, el padre (el parlamentario Sir Everard) y sus dos hijos (Miles y Humphrey). Florence era una autora que escribía literatura infantil (para niños) y sobre la infancia (para adultos). Su Incomprendido es del segundo grupo. En el primero de los tres párrafos de su “Prefacio”, doña Florencia nos advierte: “The following is not a child’s story. It is intended for those who are interested in children; for those who are willing to stoop to view life as it appears to a child, and to enter for half-an-hour into the manifold small interests, hopes, joys, and trials which make up its sum.” (La que sigue no es una historia de niños. Se ha escrito para aquéllas personas interesadas en la niñez; para quienes estén dispuestos a agacharse para ver la vida tal como aparece a los ojos de un niño y entrar por media hora en la colección de pequeños intereses, esperanzas, alegrías y pruebas que la forman.)

Comencini traslada a los protagonistas a Florencia pero decide mantenerlos ingleses. El artificio lo logra convirtiendo al parlamentario en diplomático. En ambas versiones, el oficio del padre lo separa de los hijos. En ambas, los tres varones enfrentan la desaparición de la madre. El hombre político procesa su dolor cumpliendo escrupulosamente su papel público –y deja a los hijos en manos de la servidumbre. La más pequeña de las crías (Miles/Milo) se duele más abiertamente de la ausencia materna, pero es quien menos recuerda a la muerta. Es el hijo mayor (Humphrey/Andrés) quien sufre más. No sólo recuerda a la madre, sino que la extraña y se encuentra en la terrible circunstancia de hacerse responsable de su hermano menor. El padre se admira de la fortaleza de su primogénito y asume que ya ha madurado. La narración nos mostrará que sucede exactamente lo contrario. El sufrimiento irá debilitando al hijo mayor hasta destruirlo. El nombre del chaval es intencionado. Humphrey se quebrará como su tocayo Humpty-Dumpty: “All the king’s horses, and all the king’s men, / Will never set Humpty-Dumpty up again” (Todas las caballerías del Rey y todos los hombres del Rey / A Humpty-Dumpty nunca jamás podrán volver a armar).

Esta novela y su adaptación cinemática son interesantes porque no tratan del usual problema del padre de los filmes anglosajones. En este canon, el centro de la narración es la cría en búsqueda del progenitor. Aquí lo que presenciamos es la tragedia solitaria de la cría y la incapacidad de los adultos de percatarse del problema. La cría no madura para convertirse en el padre sino que agoniza buscando a la madre.

Comencini, quien siempre se interesó en historias de niñez, fuera como documentalista (I bambini e noi /Los niños y nosotros de 1970-1978) ó adaptando literatura infantil (Cuore/Corazón, 1984); recorrió las escuelas primarias de Florencia en búsqueda de los protagonistas de Incompreso. Andrés fue interpretado por un chico (Stefano Colagrande, n.1955) quien nunca volvería a actuar y quien, al parecer, es hoy día un médico radiólogo en su ciudad. Es probable que esta decisión de casting buscara subrayar el misterio de la sicología infantil vista desde los ojos del adulto (el padre en el guion, el director detrás de la cámara). ¿Cómo procesó un muchacho de once años la historia del personaje angustiado por la pérdida de la madre y la incomprensión del padre? ¿Álguien ha preguntado al ciudadano Colagrande esto? ¡Hay que hacerlo, si a nadie se le ha ocurrido!

Por otra parte, en contraste con la novela victoriana adonde la acción se desarrolla en el campo, en la película de Comencini la ciudad sesentera de Florencia es un protagonista más. Es extraño (y probablemente fantasioso) ver a Andrés, hijo de once años del cónsul británico, bajar en bicicleta desde su villa para vagabundear en la ciudad del Arno. Pero al parecer Comencini necesitaba contrastar su personaje central con una sociedad más amplia… algo que Florence Montgomery (hija de un almirante, parlamentario y baronet) nunca concibió para el Humphrey original. Si el nombre Humphrey anunciaba la fatal fragilidad de Humpty, el de Andrés (hombre valeroso) subraya el espíritu aventurero del personaje. Y esta personalidad necesitaba una audiencia más amplia que la servidumbre de una manor house británica.

En esto último hay un detalle relevante, lectora. Al involucrar a Andrés/Humphrey con la sociedad más amplia, Comencini ofrece la historia del muchacho a los ojos de todas las personas adultas. En sus vagabundeos florentinos, vemos cómo la soledad angustiada del chico pudo ser resuelta mejor por la joven dueña de la planchaduría, el anciano relojero, é incluso por el secretario del consulado. En la novela original,  este rol de adulto-responsable-alterno se reduce al hermano de la madre muerta, el Tío Charlie… que no está muy desarrollado. Montgomery deseaba subrayar la cruel penitencia del padre que ignoró al chico. Comencini parece sugerir que la sociedad toda perdemos a nuestras niñas y niños cuando los abandonamos.

Una cosa lleva a la otra. Dos gatos desenterraron un recorte de periódico de 2007, que me llevó a esta película de 1966. Ahora estoy viendo dos de los seis capítulos de Corazón de Comencini (RAI, 1984). Ya te contaré de esto, lectora.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Liga 2:

https://www.gutenberg.org/cache/epub/55222/pg55222-images.html

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