Muchos piensan que al dormir el cerebro “se apaga”, cuando en realidad nuestro cerebro está muy activo y ocupado realizando funciones que no puede hacer mientras estamos despiertos .
Al dormir, nuestro cerebro limpia y elimina los desechos neurotóxicos que acumulamos a lo largo de la vigilia.
Mientras dormimos se consolida el aprendizaje que adquirimos durante el día, se fortalece el sistema inmune y se regula nuestra función hormonal: se equilibra la producción de hormonas como la leptina y grelina (encargadas de regular el ritmo hambre/ saciedad) por lo que hay una relación directa entre un déficit de sueño y el aumento de peso.
Tener un sueño de mala calidad tiene múltiples efectos adversos en nuestra salud:
- Aumento de Irritabilidad, ansiedad y estrés
- Alteración del juicio, de la toma de decisiones y una disminución en nuestra capacidad de respuesta
- Envejecimiento y deshidratación la piel
- Aumento de la presión arterial y en la incidencia de padecer accidentes cardiovasculares
- Genera resistencia a la insulina
- Aumenta la inflamación crónica
- Aumenta la incidencia de accidentes laborales y automovilísticos
- Menor capacidad de respuesta del sistema inmune
- Aumenta la posibilidad de padecer enfermedades neurodegenerativas a largo plazo.
Se recomienda que un adulto duerma entre 7-9 horas ininterrumpidas por la noche, para gozar de buena salud e incrementar su calidad y esperanza de vida.
En realidad, dormimos para estar despiertos y funcionando en estado optimo, dormimos para vivir sanos y bien. Dalia Braverman es consultora de sueño infantil (@durmiendoconamor), asesora de lactancia materna, educadora en disciplina positiva y directora del Instituto integral