Desde hace unos días, una mujer y sus cinco hijos, de origen hondureño todos, esperaban cruzar el Río Bravo desde Piedras Negras, Coahuila, hacia los Estados Unidos para buscar mejores oportunidades de vida, pero aparentemente solo cuatro podrán hacerlo, tras el aviso de que el hijo mayor, Norlan Bayardo, pudo haberse ahogado.
La familia Bueso Herrera se resguardaba en la iglesia “Los Fieles”, en la que se da auxilio a migrantes, del lado mexicano, para que esperen mientras pueden viajar.
En el Río Bravo, los reflejos de la luz dan sobre las boyas anaranjadas que instaló Texas para impedir el paso de las personas migrantes hacia su territorio. Con más de medio metro de diámetro, las boyas flotan poco porque el nivel del agua es bajo, pero representan una amenaza para frenar el camino, incluso el de la vida.
El domingo, 30 de julio, la familia hondureña despidió a Norlan, de 20 años, quien se desesperó y tenía urgencia para cruzar las aguas espumosas del río, las orillas fangosas, y finalmente las boyas, para alcanzar su sueño americano: huir de la pobreza.
Su madre le dio un poco del dinero que trajeron para el recorrido desde Centroamérica, le dijo que le llamara y avisara que estaba bien.
El joven partió hacia el río junto con otro que conoció en la iglesia donde estaban albergados.
Ese domingo parecía un fin de semana cualquiera a la ribera de un río: varias familias con niñas y niños agarrados de la mano, caminan bajo la luz del sol y el verdor del pasto, pese a que es nutrido con el agua contaminada, y drones de las autoridades estadounidenses mantienen vigilada su tierra.
El joven hondureño hizo turno en el río, a la espera de que el guía avisara sobre la profundidad y estabilidad del suelo para que las personas que iban detrás de él, sigan su camino y alcancen su vuelo en el Paso de Águila (Eagle Pass) del lado norteamericano.
Con información de Aristegui Noticias