Federico Anaya Gallardo
La semana pasada terminé señalándote, lectora, que una cosa es mentir y otra cosa es para qué mentimos. Hoy quiero explorar esta afirmación comparando dos filmes, uno de 1927 (dirigido por Abel Gance) y otro de 2023 (dirigido por Ridley Scott). Ambos llevan el mismo título: Napoleón. El cine siempre nos miente, pero lo puede hacer para provocar en nuestras almas sueños ó pesadillas. La persona que dirige el filme es quien escoge. Gance nos regaló un sueño para ser construido en 1927 y Scott una pesadilla que nos ahoga en 2023.
Te comparto dos imágenes. En la primera, en blanco y negro, ves a Albert Dieudonné (1889-1976) el actor que interpretó al ciudadano Bonaparte en la versión de Gance. Anécdota de Wikipedia: en 1976 pidió ser enterrado con su traje de Napoleón. La segunda, a color, nos muestra a Joaquín Phoenix (n.1974) en el mismo rol, que hoy puedes ver en las salas de cine. Si googleas a este actor, encontrarás imágenes de él como el emperador romano Cómodo en Gladiador (2000) que también fue dirigida por Scott; y el Guasón (Phillips, 2019). La pregunta obligada sería… ¿con qué vestuario desearía ser enterrado Phoenix?
Dieudonné lleva casi medio siglo enterrado en Courçay, un pueblecito de Turena, en Francia. Allí dentro de su caja se ha podrido en su casaca verdiazul de cuello y vueltos rojos. Pero su interpretación y su posterior obsesión con Bonaparte fue recordada en 2019 por Radio Francia en un par de programas de cuarenta minutos bajo el título L’homme qui voulut être Napoléon (El hombre que quería ser Napoleón, Liga 1). Los programas recuperan entrevistas con él y con Abel Gance, el director de la película de 1927. Lo que a mí me pareció más impresionante es una anécdota acerca del rodaje en la Isla de Córcega.
La casa de los Bonaparte se ha preservado, por supuesto, con una gran y grandilocuente placa sobre la entrada principal. Gance, para no afectar el monumento nacional, cubrió la placa con una enredadera que pretendía dar sobra y fresco a los Buonaparte. La filmación causó sensación en Ajaccio (la capital corsa). Había una muchedumbre alrededor. Y, cuando en una escena apareció Dieudonné en una de las ventanas, ¡las y los ciudadanos empezaron a vitorear a Napoleón! Radio Francia entrevistó a Jean-Guy Talamonti (n.1960), quien fuera presidente independentista de la Asamblea de Córcega (2015-2021). El político, contemporáneo nuestro, explicó que en 1927 el pequeño capitán corso seguía vivo en la memoria de la gente común. En los 2020’s Bonaparte sigue siendo un héroe popular en su isla de nacimiento… y sigue causando problemas: Talamonti fue acusado de corrupción y terrorismo por París en 2005 –provocándose disturbios en la isla. (La Liga de los Derechos del Hombre lo apoyó y fue absuelto luego de un proceso corto.)
Las dos anécdotas nos indican que el ciudadano Napoleón Bonaparte Ramolino nunca estaba solo. (Sí, lectora, doña Leticia, su madre, era una Ramolino.) Gance creó un sistema de tres cámaras y tres proyectores (Polivisión) para esto. La audiencia tenía frente a sí tres pantallas en las que se proyectaban tres escenas. Esto permitía tomas panorámicas, pero también jugar con distintas imágenes en cada pantalla. En una de las escenas, por ejemplo, se ve a Bonaparte en medio de sus soldados: él como un fantasma que los inspira, ellos reales y desarrapados. (La maravilla de la Gran Revolución es que los pobres lograron vencer a los oligarcas de toda Europa.)
El Napoleón de Gance está lleno de innovaciones. Pero –y ese es mi punto central– todas sirven al objeto de insertar a Bonaparte en un proceso colectivo é histórico. Por ejemplo, la primera batalla es con bolas de nieve, que habría ocurrido en la Academia de Brienne, allá por 1779 cuando Bonaparte tenía apenas 11 años. Gance imaginó que el lente funcionase como los ojos de uno de los niños que jugaban. Ató una cámara a una pelota de futbol y la arrojaba a los chavos. En la Liga 2 puedes ver un magnífico vídeo-comentario sobre este y otros detalles, gracias al youtubero “WhyAlexanderY” (“Abel Gance’s Napoleon–A Film from the Future”, por @whyalexandery).
La escena de las bolas de nieve permite apreciar cómo el pequeño corso era buleado por sus compañeros, cómo su valor-coraje se empezaba a notar y cómo la circunstancia del héroe individual es siempre su comunidad.
Gance y Dieudonné eran parte de una comunidad intelectual. Actuaban y dirigían. Gance aparece en su Napoleón como Saint-Just, uno de los jacobinos radicales. En 1924, Dieudonné co-dirigió Catherine ou Une vie sans joie (Catalina: Una vida sin alegría / Backbiters) ni más ni menos que con Jean Renoir. Medio siglo más tarde, en 1974, Renoir recordaba esa peli como “una pequeña obra maestra de banalidad”. Pero estaba orgulloso de haber jalado al Napoleón de Gance como co-director. La influencia de Gance se notaría más adelante, pues Renoir dirigiría en 1938 La Marsellesa, un filme financiado por los sindicatos obreros y adonde el tema del movimiento popular revolucionario es aún más claro.
@whyalexandery destaca las escenas en que Gance retrata al club de los jacobinos. El director hizo las tomas atando la cámara a un péndulo que oscilaba sobre la muchedumbre. El resultado es una sensación de mareo, como si el público viese a la asamblea política desde el cielo y esta se moviese como un mar encrespado. Gance subraya eso superponiendo imágenes de un mar en medio de la tormenta. Es en esa asamblea adonde Claude-Joseph Rouget de Lisle presentó su himno. Recuerda, lectora, que este es un filme mudo. Aunque la musicalización en los cines seguro incluía La Marsellesa en ese instante; lo impresionante es que sin oírla podemos imaginarla sólo con las imágenes de la asamblea que canta en medio del mar encrespado y con el mundo bamboleándose ante la organización popular. ¡Vámos, hijos de la Patria! ¡Fórmen sus batallones!
¿Hay algo como esto en el Napoleón de Ridley Scott de 2023? No. Nada. La buena amiga con quien fui a verla me dijo que era como ver una sucesión de pinturas de época. Esto, especialmente en la coronación del Emperador. Pero la cosa es peor: para entender los detalles y sugerencias que Scott ofrece en esa escena, el público debería googlear antes “Jaques-Louis David” y enterarse de quiénes están allí retratados. Si la audiencia no conoce la saga napoleónica (que es el caso más común) la narración de Scott simple y llanamente no se entiende. Y si entre el público hay alguna que otra persona culterana, entonces se sentirá indignado porque… ¡no se menciona la guerra en España! ¡no se habla de Trafalgar! ¡no se dice nada del Código Civil! Y un larguísimo etcétera de cosas no dichas.
No creo ser injusto con el Napoleón de Scott. Con la tecnología que hoy tiene, la sucesión de retratos-fijos se habría beneficiado si hubiese rejuvenecido a Joaquín Phoenix. Si este mismo año recuperamos al joven Indiana Jones en El dial del destino (Mangold, 2023), ¿por qué Scott no nos regaló un Napoleón joven en la primera parte del filme? Eso ayudaría a mostrarnos cómo el poder no sólo lo corrompió políticamente, sino que abotagó al personaje.
Aquí viene bien una última comparación. En 1927 Gance preparó un filme de casi cinco horas; pero que sólo trataba de la primera etapa de la saga bonapartista. Empieza con Napoleón niño en Brienne y termina cuando Bonaparte sale a hacer la Campaña de Italia. Gance quiere mostrar a su audiencia cómo la personalidad del líder surge del movimiento popular y eso requiere multitud de imágenes. El proyecto completo eran ocho películas como la que te cuento, lectora.
En 2023 Scott pretendió resumir la vida entera de Bonaparte en sólo dos horas y 38 minutos. No cabe… ¡incluso dejado al Pueblo fuera! Tal vez por esto es que Radio France encontró que hasta 2020 se habían filmado unas mil películas sobre el Gran Corso. Tal vez por eso es que el retrato que nos da Scott me pareció tan plano. Como ejemplo de fórmulas manidas véase como Scott trata el amor contradictorio entre Napoleón y Josefina. Más bien lugares comunes con detalles (“easter-eggs” dicen el EUA) que hacen pasable el cuento. ¿Cómo habría tratado Gance el problema de la paternidad, el divorcio y la sucesión imperial? Imagino que lo habría hecho en su quinta entrega, “Austerlitz”.
Un amigo académico escribió sobre la versión de Scott: “contrató a un actor consagrado por encarnar asesinos psicópatas para hacer el papel de Napoleón. Lo muestra como el único monstruo republicano capaz de cañonear a realistas en París. Termina recordando que fue culpable de 3 millones de muertes. / Responde la pregunta de ¿cómo pudo llegar a emperador un asesino? Gracias a su refinada esposa.”
¡Horror! Efectivamente, la peli de 2023 se resume en un arco que va de El Guasón a Napoleón. Por lo mismo, en el retrato de Scott, Bonaparte jamás entendió realmente a su mujer. (Nada más atina a preguntar a su hijastra qué pasó con sus cartas… luego de que muere la exemperatriz.) Ciertamente, la Josefina interpretada por Vanessa Kirby es muy buena, mucho más compleja que el Napoleón de Phoenix. Pero en este tema, que no aparece realmente en la versión Gance de 1927, hay ejemplos que superan a la versión Scott. En 2002 Yves Simoneau dirigió una serie de TV en cuatro capítulos (380 minutos en total) adonde Josefina fue interpretada por Isabella Rossellini. Pese al mal casting de Christian Clavier como Bonaparte, la complejísima relación es mucho mejor tratada.
Los varios capítulos del Napoleón de Simoneau están disponibles en YouTube. Si los ves completos, lectora, y los comparas con la versión Gance de 1927, coincidirás en que la figura de Bonaparte es inabarcable –no sólo por él, sino por el contexto social en que él actuaba. Sería fascinante una película en que se ligue a la ciudadana Josefina Beauharnais, nacida en Martinica y de una familia esclavista, con la revolución haitiana y la liberación de todos los esclavos por la República jacobina… para terminar con el vergonzoso restablecimiento de la esclavitud bajo el gobierno bonapartitsta. Pero no. Esa película aún no se ha hecho… porque es una de las grandes vergüenzas de La Francia Eterna.
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