Federico Anaya Gallardo
Te decía la semana pasada, querida lectora, que Shógun –tanto la novela de 1975 como la miniserie de 1980– partían de la idea de que la persona lectora no conocía la cultura del país al que llegó el protagonista John Blackthorne en 1600. Esto era verdad hace medio siglo pero ya dejó de serlo. Japón y su desarrollo cultural son bastante bien conocidos en Occidente. En muchos sentidos, James Clavell y su obra ayudaron a universalizar lo japonés. Guillermo Courau, de La Nación en Argentina nos asegura que la miniserie de Jerry London con su “despliegue de escenarios naturales y un guion sin fisuras ni tiempos muertos, logró que la superproducción se convirtiera en un auténtico suceso [éxito] de público. Tanto así, que años después un documental sobre la miniserie aseguraba que a partir de ella hubo en Estados Unidos un crecimiento exponencial de locales de venta de sushi y otras comidas japonesas.” (Liga 1.)
Ciertamente, El Karate Kid de John G. Alvidsen data de 1984… y las aventuras de Daniel (Ralph Macchio) y el Señor Miyagi (Pat Morita) en EUA y Japón serían parte de la nipon-manía creada por Shógun. Un año antes del Shógun de Clavell y London, en 1979, Steven Spielberg había dirigido una comedia titulada 1941, en la cual Dan Aykroyd y John Belushi (entre otros) reaccionan histéricamente ante un submarino japonés que se acerca a Los Ángeles la noche del estreno de Dumbo. Toshiro Mifune interpreta al comandante del submarino, Akiro Mitamura, quien se acercó a la costa americana sólo porque quería conocer Hollywood aprovechando que andaban por Hawái durante el ataque a Pearl Harbor. 1941 es una alucinación, pero en ella el Japón sigue siendo el enemigo de la Guerra del Pacífico.
La imagen de Japón en el cinematógrafo estadounidense parecería haber sido afectada por Shógun. En Zenda, Rogorn Moradan reporta que Clavell presumía que “una vez un magnate de Oriente Medio le ofreció un petrolero entero a cambio de una novela que consiguiera para su país lo mismo que logró Shógun con Japón.” (Liga 2.)
Durante los 1980s el éxito social y económico del Japón de la posguerra era el tema recurrente en muchas mesas de análisis. A finales de la década esa era aún la tonada central en las perspectivas geopolíticas. La expansión económica de la Cuenca del Pacífico giraba alrededor del impulso económico japonés. Acaso la nipon-manía haya sido una de las ventajas de Alberto Fujimori en su inesperada victoria electoral de 1990 sobre Mario Vargas Llosa en el Perú.
Sin embargo, en el First Ship for the World Youth que organizó el gobierno japonés en 1989, y del que te he contado algunas anécdotas, lectora, un joven universitario japonés nos comentó que si Occidente estaba admirado con el milagro japonés y fascinado con los dragones asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), él recomendaba estar atentos porque, “cuando despierte el Gran Dragón, todos estos casos parecerán un juego”. Tenía razón. Pero en aquél 1989, esta posición pro-China no era bien vista –como nos explicó a la Delegación Mexicana a bordo del primer Nippon Maru nuestro asesor, el profesor Alberto López Habib.
En 2024, han pasado cuatro décadas largas. El mundo conoce mucho mejor a Japón y ese país ya no es el centro de la atención geopolítica y mercantil en el Lejano Oriente. Pero parecería que el antiguo Cipango nos sigue atrayendo como cosa exótica. La nueva versión cinemática del Shógun de Clavell parece indicar esto.
De nueva cuenta, los seis directores de los diez capítulos (van Tulleken, Brändstörm, Toye, Kamata, Fukunaga y Osei-Kuffour) juegan con la extrañeza del lenguaje. Todos los personajes japoneses hablan Japonés. Un avance sobre la versión de Clavell/London, ni Disney ni Hulu han tenido miedo a poner subtítulos a todo. Así las cosas, la audiencia televisiva puede experimentar el juego que el novelista original hacía en el texto: Nosotros sí entendemos todo lo que dicen los japoneses en Japonés, pero el protagonista, John Blackthorne, queda pasmado.
En esta misma línea, uno podría haber soñado con que en esta versión de Disney/Hulu nunca nadie hable en Inglés –porque James Clavell explicaba en su novela, desde 1975, que las únicas lenguas occidentales conocidas en Japón en 1600 eran Portugués, Español y Latín. Blackthorne habla las tres (después de todo, es un corsario que navega por mares ibéricos) y sus compañeros de viaje, la tripulación del Erasmus, hablan Neerlandés. Pero este detalle habría impuesto un costo excesivo a la producción.
Por otra parte, ayudó mucho en esta nueva versión de Shógun que las audiencias identificaran al actor que interpreta a Blackthorne con un verdadero bárbaro. Cosmo Jarvis (n.1989) encarnó a Barney Thompson en la violentísima serie británica Peaky Blinders (2013-2022, creada por Steven Knight para la BBC). Thompson/Jarvis es un magnífico francotirador afectado mentalmente por la primera guerra mundial. Sus episodios sicóticos incluyen alucinaciones y violencia. ¿Qué mejor preparación para interpretar a un navegante inglés admirador de Drake y capaz de comandar un asalto salvaje sobre cualquier colonia española ó portuguesa en los cinco continentes? En comparación, el Blackthorne de 1980 encarnado por Richard Chamberlain es demasiado civilizado. Chamberlain había aparecido previamente como mosquetero ó Conde de Montecristo en adaptaciones de Dumás… y como un cardenal católico australiano en Amor entre espinas –la adaptación para TV de la novela de Colleen McCullough.
Otro contraste espectacular entre el Shógun de 1980 y el Shógun de 2024 es el tono general de la pantalla. La cromática de 1980 era clara y luminosa. La de 2024 es siempre gris y todo aparece tras nieblas frías. Esto último subraya el misterio del nuevo-nuevo mundo que Blackthorne empieza a descubrir. Por otra parte, niebla y bosques espesos parecen una ecología más cercana a la japonesa del 1600. Lo que me sorprendió fue enterarme de que la nueva serie se filmó enteramente en la provincia de Columbia Británica, en el Canadá. La productora Erin Smith comentó a Abdul Azim Naushad de Y!Entertainment que “muchos entre los japoneses involucrados en la filmación de Shogun estaban fascinados por la semejanza entre la región canadiense de Ucluelet y Japón”. (Liga 3.)
La nueva versión de Shógun se aprovecha del mayor conocimiento que las audiencias tienen respecto de Japón. Desde la novela, Clavell había sugerido que una de las ventajas que Blackthorne representaba para su contraparte japonesa (Toranaga/Tokugawa) era que el inglés y sus compañeros holandeses eran una fuente complementaria de información respecto de las intenciones geopolíticas europeas frente a Japón en los siglos XVI y XVII.
Desde sus primeras conversaciones, Blackthorne decidió explicar a Toranaga/Tokugawa la enredosa cuestión del Tratado de Tordesillas y las bulas papales que repartieron los cinco continentes entre las coronas de España y Portugal. (Agrego la escena en que el inglés explica al líder japonés la cuestión dibujando sobre la arena de un jardín en Osaka.) Toranaga/Tokugawa se preocupará aún más al enterarse que Felipe II Habsburgo había unido ambas coronas desde 1580 –veinte años antes. Recuerda, lectora, que la primera superpotencia europea fue esa España imperial.
Esto me lleva a mi último apunte.
Una de las ventajas de la tecnología actual es que se pueden recrear de una manera increíblemente vívida espacios urbanos y escenografías. Aunque las locaciones de la versión 2024 de Shógun estaban todas en la costa oeste del Canadá –muchos de los eventos principales ocurren en Osaka y Edo (la futura Tokio). Las imágenes creadas digitalmente procuran ser fieles con la arquitectura japonesa de la época. (Te comparto una vista del Castillo de Osaka.)
Estas imágenes me recordaron otras recreaciones digitales de otra ciudad famosa de aquélla época lejana, la México-Tenochtitlan de Motekuzoma Xokoyotzin. Una se la debemos al mexicano Isaac Zuren (Liga 4) y otra al neerlandés Thomas Kole (Liga 5) –la segunda es mucho más exacta que la primera. (Agrego aquí una imagen de cada trabajo, para que las compares con la recreación de Osaka en el Shógun de 2024, lectora.)
¿Qué tiene que ver el México de 1520 con el Japón de 1600? Todo. Es similar la imagen de las ciudades bien ordenadas creadas alrededor de estructuras piramidales (templos en Mesoamérica, castillos militares en Japón). Similares eran la organización minuciosa de comunidades campesinas, comercio y casta militar. Similares la costumbre de higiene y el gusto por el baño. Similares los caracoles usados como trompetas y las banderas que llevaban los guerreros individuales atadas a palos en su espalda. Similar el gusto por la violencia ritual y la fascinación por la muerte. Y similar su Otredad frente a la Europa que se asomaba al mundo para dominarlo.
John Blackthorne le explica a Toranaga/Tokugawa cómo ocurrieron las conquistas del Anáhuac y el Tiwantisuyu –y cómo la conquista espiritual (evangelización católica) complementó la invasión militar. Igualmente denuncia el peligro que representa para el Japón recién unificado la infiltración católica.
La serie de 2024 tiene una última ventaja. En la novela de 1975 y en la serie de 1980, cuando Blackthorne conoce a otro navegante europeo, un católico de apellido Rodríguez, el centro de su interacción es el enfrentamiento protestante/católico. En cambio, en la serie actual, cuando Rodríguez está por dejar a Blackthorne en Osaka le comenta: “—Estamos por entrar al puerto, inglés. ¿Por qué no subes a la cubierta y me dices qué ves? Ya me dirás, cuando pongas tus ojos sobre Osaka, si sigues creyendo que nuestro mundo [Europa] es la cúspide de la civilización. Y luego pregúntate: ¿qué tipo de hombre ejerce el poder en una tierra como ésta?”
Es el conquistador viejo (español) aconsejando al conquistador joven (inglés) observar con respeto las maravillas que pretende destruir por su ambición.
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