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Descubren agujero negro del tamaño de Júpiter acechando nuestra galaxia

Un equipo de investigadores del Observatorio Nacional Astronómico de Japón acaba de anunciar un raro e inquietante hallazgo: un agujero negro del tamaño del planeta Júpiter vagabundeando alrededor de la Vía Láctea. El inusual descubrimiento se ha publicado en Arxiv.org.

La inmensa mayoría de los agujeros negros conocidos pertenecen a dos categorías, según cuáles sean sus dimensiones. Los más pequeños, de apenas algunos kilómetro de diámetro, se forman tras el colapso gravitatorio de una estrella y suelen identificarse gracias a que muchos de ellos forman parte de sistemas estelares dobles: los vemos gracias a los efectos que producen en sus estrellas compañeras, a las que a menudo «roban» grandes cantidades de materia.

Los más grandes, con masas equivalentes a las de millones e incluso miles de millones de soles, residen en el centro de la mayor parte de las galaxias. Son los agujeros negros supermasivos, esos que con su tremenda gravedad son capaces de mantener unidas y girando a su alrededor a los cientos de miles de millones de estrellas que forman las galaxias.

Y luego están los de tamaño intermedio, como el que acaban de encontrar los astrónomos japoneses. Sus dimensiones son las de un planeta (uno de los grandes en este caso) o incluso los de una estrella. Son mucho más raros de ver que los de las otras dos categorías, y la razón es que vagan en solitario por el espacio. No forman parte de sistemas binarios y los pocos que se conocen deambulan muy cerca de los centros galácticos. Solo podemos verlos en las raras ocasiones en las que se encuentran con algún tipo de material (una nube de gas o una desafortunada estrella) y empiezan a devorarlo.

¿Un agujero negro intermedio?

Y ahora estamos justo ante una de esas ocasiones. El astrónomo Shunya Takekawa y su equipo, en efecto, han conseguido detectar una serie de ondulaciones en una nube de gas interestelar que sugieren la presencia de un agujero negro de masa intermedia recorriendo a sus anchas nuestra galaxia.

En concreto, el equipo de investigadores pudo observar una serie de corrientes de gas orbitando alrededor de una fuente gravitatoria invisible y situada a 26.000 años luz del centro de la Vía Láctea. Utilizando el telescopio Atacama Large Millimeter Array (ALMA), en Chile, los científicos lograron determinar la forma de la nube, que consiste en una acumulación central de gas, rodeada por corrientes más tenues.

«Cuando revisé por primera vez los datos de ALMA -explica Takekawa- me sentí realmente emocionado, porque el gas observado mostraba movimientos orbitales evidentes, lo que sugiere fuertemente la presencia de un objeto invisible y muy masivo al acecho».

Estas acumulaciones de gas reciben el nombre de «nubes compactas de alta velocidad», y generalmente se forman al chocar con una supernova en plena expansión, lo que hace que la nube se expanda, o al colisionar con otras nubes interestelares, dejando un característico patrón en forma de «V». Pero en esta ocasión los científicos no pudieron ver ninguna de esas dos cosas. En cambio, sí que vieron cómo las corrientes de gas orbitaban el núcleo central muy rápidamente, lo que implica la presencia de «algo más» que las esté atrayendo.

Para los investigadores, ese «algo más» tiene muchas posibilidades de ser un agujero negro del tamaño de Júpiter. Como se ha dicho, las evidencias de agujeros negros de masa intermedia son muy raras de encontrar. Se conocen, por ejemplo, otros dos agujeros negros de masa similar cerca del centro de nuestra galaxia.

Se cree que algunos de estos agujeros negros de masa intermedia podrían haber sido engullidos por Sagitario A*, el agujero negro supermasivo central de la Vía Láctea (cuya masa es de cerca de cuatro millones de soles), pero otros podrían haber escapado de sus garras y estar aún deambulando por los alrededores.

Según Takekawa, estos agujeros negros se mueven relativamente rápido en comparación del gas que les rodea, por lo que solo absorben una pequeña parte de él y producen, por lo tanto, muy poca luz. Para el investigador, este agujero negro en concreto tardará probablemente unos 10.000 años en consumir todo el gas que sirvió para revelar su posición.

Se cree que «ahí fuera» podrían existir muchos más agujeros negros de masa intermedia «sueltos». El problema es que resultan imposibles de detectar, a menos que interactúen con materia cercana, como es el caso de este agujero negro en concreto. Resulta, desde luego, inquietante pensar que un número indeterminado de estos «monstruos» invisibles deambula a sus anchas por la galaxia sin que ni siquiera nos demos cuenta de su presencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

Con información de ABC.

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