El apoyo de Elon Musk a Donald Trump parece contradictorio, dado el enfoque de Trump hacia las energías fósiles, pero revela una estrategia de fondo. Musk, conocido por sus empresas de energía limpia, prioriza un ambiente con baja intervención estatal y regula su negocio sin restricciones. Este alineamiento con Trump responde a intereses compartidos en desregulación, que benefician su expansión empresarial sin las barreras de políticas ambientales y laborales estrictas. Para Musk, la preferencia por una administración republicana no es una alianza con políticas antiambientales, sino un movimiento pragmático para mantener su visión disruptiva y consolidarse frente al “establishment” progresista.
Tratemos de entenderlo.
El respaldo de Elon Musk a Donald Trump puede parecer contradictorio a simple vista, especialmente considerando que Trump, en varias ocasiones, ha desestimado la importancia del cambio climático y promovido políticas de apoyo a la industria del carbón, lo cual va en contra de la misión de Tesla de reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
Después de todo, Trump ha sido escéptico, incluso hostil, hacia las políticas de transición energética y la promoción de vehículos eléctricos, que son pilares fundamentales de las empresas de Musk, especialmente Tesla.
Sin embargo, esta aparente paradoja se entiende mejor al analizar los intereses políticos y económicos de Musk, que no se limitan a la energía limpia, sino que también están profundamente ligados a su visión de la libertad empresarial, es decir, la capacidad de operar sin demasiadas restricciones gubernamentales, y la regulación gubernamental.
Musk, como muchas figuras de su estatura, prioriza un entorno con baja intervención estatal y regulación mínima en el sector tecnológico y de mercado. Un ejemplo de esto fue su oposición a las restricciones propuestas en California sobre la reapertura de fábricas durante la pandemia de covid-19, donde desafió públicamente las órdenes del gobierno y reabrió la planta de Tesla en Fremont antes de recibir aprobación oficial.
En este punto coincide con el enfoque de Trump y otros políticos de derecha. En varias ocasiones, Musk ha expresado su rechazo a las regulaciones que considera limitantes para la innovación, y su respaldo a candidatos que promueven la “desregulación” está alineado con su interés de mantener control sobre su imperio industrial sin el “lastre” de políticas medioambientales restrictivas o regulaciones laborales estrictas.
Por otro lado, el apoyo de Musk a Trump también tiene que ver con su postura crítica hacia la “élite progresista”, a la que Musk considera como un grupo de actores políticos y sociales que promueven políticas ambientales y sociales que, según él, limitan la innovación y el libre desarrollo empresarial.
Musk percibe que ciertos sectores del activismo ambiental o social buscan limitar el desarrollo tecnológico o imponer normas éticas que, a su juicio, sofocan el libre mercado.
Aunque Trump no apoya particularmente a los vehículos eléctricos y favorece las energías fósiles, Musk podría estar evaluando que una administración republicana le brindaría más margen de maniobra a nivel industrial y menos supervisión en áreas que afectan directamente su modelo de negocios, como la reducción de restricciones ambientales en la expansión de las fábricas de Tesla o la disminución de la supervisión gubernamental en el desarrollo de tecnologías espaciales de SpaceX, como los derechos laborales en sus fábricas, la expansión de SpaceX y el financiamiento federal.
Para Musk, respaldar a Trump también es una estrategia pragmática para alinearse con un bloque político que comparte su escepticismo hacia ciertos aspectos de la regulación y, al mismo tiempo, se opone a los intentos de censura y control sobre redes sociales, un tema que le interesa especialmente ahora que es dueño de Twitter.
Esta postura también le permite ganarse el favor de una base considerablemente amplia que valora la “rebeldía” frente al sistema establecido, una imagen con la que Musk ha jugado a menudo, como cuando desafió abiertamente las restricciones del gobierno durante la pandemia y reabrió la planta de Tesla en Fremont en contra de las órdenes oficiales.
En este sentido, el apoyo de Musk no es tanto un espaldarazo a las políticas antiambientales de Trump, sino una maniobra para consolidarse como un magnate “disruptivo” que desafía el orden tradicional.
Es posible que Musk perciba que un eventual retorno de Trump, o alguien de su misma línea, podría traducirse en menos trabas para la expansión de su conglomerado y en un entorno más favorable para sus ambiciones tecnológicas.
El apoyo de Elon Musk a Donald Trump es una muestra de pragmatismo estratégico más que una alineación completa con sus políticas; coinciden en la preferencia por la desregulación y la crítica al establishment progresista, pero difieren en su enfoque hacia las energías limpias. Musk probablemente percibe en Trump la posibilidad de un entorno más permisivo para sus intereses, donde ambos comparten el deseo de un mercado desregulado y una postura crítica hacia el establishment progresista.
Con información de: Excélsior